La presidencia de la CELAC que desempeña Costa Rica en 2014 encuentra arraigo en el pensamiento latinoamericano de don Juan Rafael Mora, Libertador y Héroe Nacional, cuyo bicentenario del natalicio (8 de febrero) se celebra a lo largo de este año. Es una feliz coincidencia augural.
El hombre de Estado que recibió en 1857 un decreto del Congreso Nacional de El Salvador por el cual se lo nombraba Benemérito de la Patria cuzcatleca, lo aceptó “[como] un nuevo estímulo para mi consagración a la santa causa que hoy defiende en este continente la raza latina ”.
Esa vasta misión histórica incluía la consolidación de la independencia, la defensa de la soberanía, el fomento de la concordia, los inicios de la integración y la realización de la solidaridad.
Un número de viajes de negocios efectuados en barcos de vela una década antes a Chile, Ecuador, Panamá y Perú habían puesto en contacto al joven empresario autodidacta con las ideas de Justo Arosemena, Andrés Bello, Bernardo de Monteagudo y Domingo Faustino Sarmiento, profetas de la comunión por la cultura, la lengua y la identidad.
La fuerza de la unión. En su proclama ¡A las armas!, el presidente Mora enunció los objetivos de la Guerra Patria contra la agresión militar del expansionismo esclavista: “Vuestras madres, esposas e hijas os animan. Sus patrióticas virtudes nos harán invencibles”, dijo a sus compatriotas.
“Al pelear por la salvación de nuestros hermanos, combatiremos también por ellas, por su honor, por su existencia, por nuestra patria idolatrada y la independencia hispanoamericana”, añadió.
Apenas superado el azote del cólera asiático –53.000 contagiados, 9.615 fallecidos–, el estadista abogó por una alianza de las “ínclitas razas ubérrimas, sangre de Hispania fecunda” que cantaría Rubén Darío:
“¿Quién puede disimular que el más grave y terrible riesgo consiste en la desunión, en la miseria entre la riqueza natural más abundante, en la falta de comunicaciones, de población y de adelantamientos políticos y sociales de nuestras precarias nacionalidades? La humanidad marcha individualmente a la muerte pero vuela en conjunto a la libertad”.
En su discurso al Congreso de 1856, el aperturista globalizador que fue el presidente Mora arguyó: “¿Qué? Cuando el espíritu del siglo lleva a la fusión pacífica a todas las sociedades; cuando las cerradas fronteras caen bajo el ariete de la civilización; cuando el tiempo se acorta y las distancias desaparecen; cuando los idiomas, las costumbres, las leyes, las artes, las ciencias y los productos de todos los pueblos se cambian y esparcen sin cesar, ¿será compatible la existencia de países privados de todos esos conocimientos, bienes y prodigios, retraídos de ese inmenso conjunto de grandeza, de ventura y confraternidad?”.
Su perspicacia era diáfana: “La unión es la fuerza y la independencia. Así arraigaremos la paz, la justicia y el progreso en el interior; así obtendremos simpatías y respetabilidad para con las grandes naciones que hoy nos miran con desdén, lástima o desprecio. Prescindamos de lo pequeño, fútil y ominoso: consagrémonos a lo que es honroso, útil y grande”.
Alianzas. El discernimiento de Mora era cristalino: “Si el patriotismo, la fe, la libertad, la noble ambición de saber han dado origen a todos los pueblos esclarecidos, a todos los héroes y a todos los mártires, el aislamiento, la desmembración y el egoísmo insociable no han producido más que la barbarie, la esclavitud y la muerte. Todo debe tender a la unidad y la armonía”.
El “equilibrio americano” fue uno de los pilares en su visión de mundo: “Costa Rica se halla en medio de dos océanos, de dos istmos los más importantes para el comercio del globo, con un suelo extenso y fértil: ¿puede ni debe vivir segregada de esa corriente impetuosa que todo lo amalgama, transforma y arrastra? La pujante y joven civilización del Norte de la América, asimiladora, absorbente, expansiva e impetuosa, choca ya con estruendo con la añeja civilización colonial en que aún yacen aletargadas la mayoría de nuestras empobrecidas y abandonadas comarcas”.
Su criterio era claro: “Frente a frente de países cien veces más adelantados, ya no es dable permanecer como proscritos del movimiento universal. La política de retraimiento e indecisión no es sostenible entre nosotros. De la existencia de un Estado pende la de los demás. Todos debemos interesarnos y participar de nuestros reveses y prosperidades. Por esta alianza anhelada he trabajado y trabajo”.
Durante la Guerra Patria, Mora forjó alianzas diplomáticas, políticas y militares en Centroamérica con Guatemala, Honduras y El Salvador; en Sudamérica con Chile, Colombia y Perú; en Europa con Francia e Inglaterra.
“La liga de las repúblicas ibéricas, bajo las bases de una institución que haga efectivos sus derechos, fue en otro tiempo el gran pensamiento de Bolívar. Ahora que los enemigos de nuestra raza y del nombre español nos amenazan, debe considerarse como una medida de salvación”, expresó el jefe de Estado al recibir las cartas credenciales de un enviado del presidente peruano y agregó esta jaculatoria:
“Dios quiera que la invasión que actualmente experimentamos produzca el venturoso resultado de ligar a los hispanoamericanos, como las hostilidades de Dinamarca unieron a los ingleses en tiempos de Alfredo el Grande”.
Germen fecundo. La Administración Mora adhirió al Tratado de Unión Hispanoamericana hecho en Santiago por Chile, Ecuador y Perú. El ministro chileno del Interior y Relaciones Exteriores escribió: “No podemos menos de contemplar con respetuosa admiración el papel que ha asumido Costa Rica que, con una previsión que le honra, se hace el campeón de la independencia de los Estados americanos”.
Asimismo, su Administración promovió el Tratado de Confederación Hispanoamericana. Ambos instrumentos multilaterales son antecedentes sustantivos de la nueva Comunidad de Estados.
Pasó a la acción concertada el presidente Mora al convocar su Gobierno un Congreso Americano en San José, “realizado ya una vez por el pensamiento del ilustre Libertador de las Américas”.
Se leía en la carta de invitación: “Pueblos que han tenido un mismo origen, que profesan una misma religión, que tienen un mismo idioma y costumbres, que están unidos por los mismos intereses sociales, natural es que se asocien”.
El triunfo sobre la agresión militar del expansionismo esclavista dio al traste con la iniciativa, “que todos debemos ver como el iris de nuestras esperanzas y como el escudo de nuestra independencia y libertades públicas”. De cierta manera, la cumbre de jefes de Estado que se reunirá en 2015 será la concreción de aquel propósito morista “ en un clima fresco y agradable, entre un pueblo pacífico y morigerado en sus costumbres”.
La conquista de la Segunda Independencia Nacional en la Guerra Patria repercutió hasta los confines del continente y más allá. Aquella hazaña influyó en el proceso genésico de la denominación América Latina como lema doctrinario de resistencia hispanoamericana al expansionismo esclavista.
“Muchas preciosas víctimas nos ha costado la victoria, pero esas víctimas han dado vida a toda la América española”, manifestó el presidente Mora.
“¡La sangre de nuestros valientes en los campos de batalla será siempre el germen fecundo de inmensos bienes para la patria!... Un día grande y despejado vendrá cuando el sol de la unión hispanoamericana derrame sus rayos en todo el continente que nos legaron nuestros antepasados”.
El autor es académico y escritor. Tiene en proceso de publicación dos obras: 'Polifonía del Padre de la Patria' y 'Palabra viva del Libertador’ (con Raúl Aguilar Piedra como coeditor).