Cultura

Julia Navarro, la más exitosa novelista española

La escritora española presenta su más reciente novela: Dispara, yo ya estoy muerto

La escritora ha publicado su quinta novela, Dispara, yo ya estoy muerto , con la editorial española Plaza & Janes. (Alexander Caravaca)

Víctor Hurtado Oviedo

El coronel Antonio Tejero fue como ese vecino de los martillazos que no deja dormir, de modo que, por culpa de él, España pasó en blanco la noche más obscura de la democracia: la que bajó del 23 al 24 de febrero de 1981. Tejero y algunos militares ansiaron derrocar al gobierno, pero la intentona acabó en nada, y él, en prisión, donde pintó cuadros tan feos que –según cuentan las fotos– podrían llevarlo otra vez a la cárcel.

Hoy, Julia Navarro recuerda:

–“Niñas: esto es lo que los libros de historia llaman un ‘golpe de Estado’. Nada de miedos: sois periodistas y estáis en la obligación de contarlo. Apuntad la hora”, nos dijo una colega ya mayor a unas periodistas que estábamos en el Congreso de los Diputados, el lugar de la intentona golpista.

–¿Escribiría una novela sobre el golpe frustrado?

–No porque hace mucho lo narré como crónica.

Julia Navarro hace periodismo, pero también literatura: eso que ocurre cuando alguien saca a pasear a la realidad por el camino de la imaginación. La escritora llegó a Costa Rica para presentar Dispara, yo ya estoy muerto , una de las novelas que la han convertido en la persona que más libros de ficción vende en su país y cuyas obras se han traducido a varios idiomas europeos.

La condición de “superventas” es engañosa pues incluye libros que pierden nuestro tiempo, pero también obras perdurables, como Cien años de soledad.

–La crítica me ha tratado bien –precisa Navarro–. Yo escribo libros, pero los lectores deciden si los compran. No puedo quejarme de la aceptación de mis novelas.

En el semanario El Financiero, la escritora costarricense Anacristina Rossi opinó así sobre La Biblia de barro, una novela de la visitante: “Una no puede abandonar la novela ni un instante, no solamente porque queda en vilo en cada página, sino también porque quiere seguir viviendo entre los personajes”.

Dispara, yo ya estoy muerto se ambienta en el Cercano Oriente y aborda el conflicto palestino-israelí mediante la historia de dos familias, una judía y otra árabe. El arco de su tiempo se levanta a inicios del siglo XX y llega a 1948, año de la creación de Israel.

Otras novelas de Julia Navarro son La Hermandad de la Sábana Santa y La sangre de los inocentes. Conversamos con ella en un mediodía regado por la lluvia.

–¿Encuentra diferencias entre el periodismo y la literatura?

–En ambos casos se trata de contar historias. El periodista cuenta una historia que tiene que ver con la realidad; el escritor, una que tiene que ver con la imaginación. El periodista y el escritor llevan vidas paralelas. La humanidad siempre ha querido contar y escuchar historias.

”Yo no era una periodista que tuviese un asunto pendiente con la literatura, aunque sé que muchos periodistas sienten la pulsión de escribir novelas”.

–¿Siempre ha escrito?

–Sí. Con siete años escribí un cuento. Una noticia perdida en las páginas de un diario me inspiró mi primera novela, La Hermandad de la Sábana Santa . Ni siquiera sabía que fueran a publicármela: la entregué a la editorial, y, si me hubiera dicho que no la publicaría, tampoco me hubiera llevado un gran disgusto.

–¿Qué recepción logró?

–Buena. A los quince días ya estaba en la segunda edición y se tradujo a muchos idiomas. A partir de entonces comencé a escribir novelas.

–¿Cómo se le ocurre el tema de una novela?

–Simplemente aparece. Mi segunda novela tiene que ver con la guerra en Irak: La Biblia de barro, un libro totalmente antibélico. Además, yo no escribo novelas históricas, sino algunas que tienen el siglo XX como escenario.

–¿Cambia mucho el argumento conforme escribe una novela?

–No. Primero pienso en la trama durante cinco o seis meses, construyendo la historia en la cabeza. Comienzo a escribirla cuando ya sé cómo empieza y cómo termina, pero sí hago cambios cuando no estoy contenta con la forma en la que he relatado un pasaje. Me voy a la cama pensando: “No es esto, no es esto...”.

–¿No se le rebelan sus personajes, como sí a Unamuno?

–No; los he inventado yo y sé lo que harán cuando me siento ante el ordenador. Me interesa construir personajes con aristas, con claroscuros, como somos todos.

–¿Debe servir una novela para algo más que para distraer?

–Una novela debe servir para reflexionar sobre lo que nos ocurre, sobre la condición humana.

–¿Ocurre así en su reciente novela?

–Es un libro que tiene un aire ortegueano: la lucha del ser humano contra las circunstancias. Yo no soy determinista: creo que las circunstancias pueden modificarse. En Dispara, yo ya estoy muerto , trato de ahondar en las pasiones: el amor, el odio, la amistad, la generosidad, la ambición..., y hay algo de melancolía.

–¿Es usted optimista?

–Sí. No escribo para deprimir a otros. Pongo finales abiertos para que los lectores decidan qué puede ocurrir con los personajes.

–¿Sus autores preferidos?

–Los escritores rusos del siglo XIX. Mi fascina la capacidad de contar una gran historia a partir de pequeñas tramas, como hizo Tolstói en La guerra y la paz y Anna Karénina.

–¿Más cerca en el tiempo y en España?

–Hay muchos...: Miguel Delibes, José Luis Sampedro, Juan Benet, Javier Marías...

–¿Qué le preocupa como ciudadana?

–El auge de movimientos de extrema derecha en Europa, como si no hubiésemos aprendido la lección del pasado. En Europa, la crisis económica ha arrojado al paro a mucha gente, sin esperanzas, que luego se deja llevar por la xenofobia y el racismo.

”En España no existe ese auge porque aún estamos vacunados por casi cuarenta años de dictadura, pero la gente la pasa mal: hay veinticinco por ciento de desempleo, y los jóvenes emigran para buscar trabajo. La corrupción es grave, pero los tribunales funcionan e imparten justicia, aunque sea lentamente”.

–¿Suele anunciar de qué tratarán sus próximos libros?

–No. Me rondan ideas para otras novelas, pero no hablo de los libros que escribo. Creo que he escrito la novela solamente cuando pongo la palabra “fin”.

Casablanca es la película favorita de Julia Navarro: esa cinta ultrarromántica que alguien cree también de espionaje y de guerra porque prefiere los balazos a los besos. Una película de la clase A en la serie B eternizó el cartón de una ciudad en blanco y negro, toda sombras y esquinas, y obsequió un tiempo para héroes; o sea, para la gente que –como en las novelas de Julia Navarro– cumple su deber sin pensar en que el futuro es una cámara que siempre está filmando.

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