Cultura

'Kyogen': cuando Japón nos atrapa con comedia

Patrimonio inmaterial. Fred Herrera nos acerca a una tradición escénica japonesa que veremos en el Teatro Nacional

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Una de las escenas de las obras de kyogen . Habrá subtítulos en español para entender mejor. (Teatro Nacional para La Nación.)

Tomamos el tren bala, Shinkansen, de Tokio hacia Hiraizumi, junto con la Compañía de Kyogen del maestro Mansai Nomura. Llegamos temprano y entramos en la región de Hiraizumi. Hay unos 40 templos allí y el más famoso es el de Chuson-ji. Según la tradición, aquí está enterrada la familia Fujiwara, que gobernó el norte de Japón durante siglos. Toda esta zona fue declarada patrimonio de la humanidad por la Unesco.

Nunca habíamos visto un templo tan hermoso. Es una joya que tiene más de 1.000 años de antigüedad. Al lado del templo de Chuson-ji se encuentra un bello teatro noh llamado Hakusan Jinja No Butai. Su techo está hecho de un material vegetal, parecido a la paja; algunas plantas crecen encima y dejan ver sus ramitas.

Hacia las 11 a. m. comenzaron a encender las antorchas y, en medio del vapor que salía del bosque de pinos que rodeaba la edificación, comenzamos a oír el sonido típico de la flauta japonesa.

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Este lugar es un tesoro para los japoneses y solo una vez al año se permite, en medio del verano, que una prestigiosa compañía presente espectáculos durante todo el día, tal y como se acostumbraba en la época de los Fujiwara.

Ofrecen cinco espectáculos de teatro noh , que pone en escena historias de la mitología japonesa y de los grandes guerreros del pasado. Es una forma de teatro “trágico”, muy lleno de fuerza, lleno de fantasmas, demonios y personajes embrujados.

Entre cada obra de noh , hay un espectáculo cómico de kyogen , que significa “palabra salvaje”; es decir, palabra un poco irreverente, satírica.

El noh y el kyogen son hermanos: el primer hace llorar y suspirar, el segundo provoca reír y divertirse. La mezcla de ambos, a lo largo de un día, satura los sentidos y provoca una especie de “ebriedad estética”; toda la magia y el refinamiento del Japón logran penetrar nuestros sentidos.

El kyogen es un espectáculo de diversión y entretenimiento para la corte de los samuráis, con trajes extremadamente elegantes, de lino y seda. Se acompañaban con cuatro músicos –al fondo– en un escenario de unos 40 metros cuadrados.

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En el pasado, los samuráis de la familia Fujiwara venían a ver obras de teatro noh y kyogen mientras pasaban el día descansando y socializando.

Al lado del escenario, hay muchas ventas de comida japonesa; se ofrece, por ejemplo, sopa de miso, acompañada de un vasito de sake. Todos los sentidos son solicitados.

En los teatros de Tokio y del resto del mundo es casi imposible asistir a un día entero de espectáculos así. Allí se siente el paso del tiempo.

No obstante, Costa Rica podrá vivir las sensaciones y risas que desatada el kyogen en nuestra propia tierra con las presentaciones de la compañía de Mansai Nomura los días 23 y 24 de agosto, en el Teatro Nacional.

Hiroharu Fukata impartió un taller para los actores costarricenses. Además, él ofreció una muestra de este teatro cómico. (Graciela Solís)

Contra el señor feudal

De hecho, entre las obras de kyogen presentadas aquel día en Chuson-ji, hay dos que serán presentadas aquí.

Una es Amarrado a un palo ; a continuación, un breve resumen: un señor feudal debe salir de su casa y tiene el problema: cada vez que sale, sus dos servidores entran donde guarda las jarras de su preciado licor de arroz, sake, y se emborrachan. Concibe una estratagema, los captura y logra amarrar a los dos servidores con cuerdas. El más rebelde se llama Tarokaja, una especie de Pepito japonés; desde que entra en escena, el público sabe que va a cometer alguna travesura.

A pesar de estar amarrados, uno a un palo y otro maniatado, ambos fuerzan el candado, entran en la cava, destapan una de las grandes jarras con sake y se ayudan a beber, sacando el licor con un gran taza. El efecto cómico viene de las múltiples peripecias y picardías a las que se entregan ambos servidores; cuando ya están borrachitos, se ponen a cantar y bailar haciendo una parodia de las danzas de los señores feudales. (En la época de los Fujiwara, esta pieza cómica debió ser muy atrevida).

El señor feudal regresa a su casa y escucha los gritos y cantos enfiestados de sus servidores. Entra para darles una paliza: Girokaja escapa y Tarokaja se enfrenta con su amo con el palo.

La obra es divertidísima, muy cómica. No hay accesorios en escena, salvo la gran taza. Todos los detalles de las jarras de sake, el candado y el descenso a la cava por las gradas son mostrados a puro mimo.

El actor de kyogen debe saber cantar, como un cantante profesional de ópera. Mansai Nomura, por ejemplo, tiene una voz extremadamente grave, como un “barítono profundo”. Es muy delgado, como una especie de don Quijote. Ha realizado muchas películas en Japón y actuado en en la película Ran , de Akira Kurosawa. Nomura es una estrella de los escenarios en Japón.

Mansai Sensei, el maestro Mansai, nos dio clases de kyogen en París durante marzo del 2012, el mismo mes cuando ocurrió la catástrofe de Fukushima. Es un hombre extremadamente generoso en su enseñanza. Después de ese contacto en París, fuimos a visitarlo a Japón y nos propuso acompañar a la tropa en la gira al templo de teatro noh y kyogen más precioso de Japón.

La familia de Nomura forma parte de la “aristocracia del teatro” en Japón. Han heredado un repertorio de varios cientos de obras, que solo ellos pueden ejecutar. El abuelo y el papá de Mansai se ganaron el título de Tesoro Nacional Viviente de su país.

Así como la montaña de Chuson-ji es patrimonio de Japón, estos actores son depositarios de una tradición escénica y, por tanto, “portadores de un patrimonio inmaterial”.

Todos los gestos y los movimientos en este tipo de teatro están codificados: el número de pasos antes de cantar, los gestos con las mangas de la ropa, el orden de entrada y salida de los actores a escena.

En Occidente no tenemos nada parecido porque nuestra cultura se basa, en buena medida, en los conceptos de “ruptura”, “revolución” y “cambio”. En estas culturas tradicionales orientales se trata más de bien de una transmisión oral de maestro a discípulo, donde este último se esfuerza por borrar todo rasgo personal en escena para encarnar el “arquetipo” del personaje que ha aprendido.

La transmisión se logra por una repetición inagotable del repertorio. Mansai entró en escena a los tres años, como los otros actores de su familia.

Hongos tras el intermedio

Después del intermedio, la compañía de Mansai Nomura interpretará Los hongos humanos , obra cómica donde se hace un sátira del pretendido poder “mágico” de los chamanes de la montaña, los famosos yamabushi . Ellos tienden a hablar mucho y a pasarse de fanfarrones haciendo alarde sus poderes mágicos. Un preocupado señor feudal consulta a un chamán porque ha salido cerca de su casa un “hongo humano”, un espécimen gigantesco con forma de humano. Utiliza una máscara con las facciones un poco desfiguradas y un gran sombrero, parodiando con él la cabeza del hongo.

El chamán insiste en que él posee un conjuro muy potente y que va a desaparecer el hongo humano que ha invadido el jardín. Es una especie de versión japonesa de El aprendiz de brujo , pues cada vez que trata de exorcizar al hongo humano, aparece otro más. Conforme avanza la obra, vemos una proliferación de hongos humanos en todas las escenas. Vestidos con trajes de seda bellísimos y máscaras de demonios, esta obra de kyogen nos lleva por un universo onírico, donde la risa se mezcla con el asombro.

Los actores deben caminar de cuclillas, manteniendo la cabeza a la misma altura, como si se deslizaran sobre un riel. Un ejercicio muy duro para las pantorrillas.

Al final, el chamán fanfarrón y el señor feudal son perseguidos por un ejército de hongos humanos que lo han invadido todo.

Para las funciones en el Teatro Nacional, la compañía de Mansai Nomura ha enviado a uno de sus entrenadores: el maestro Hiroharu Fukata, quien ha dado un taller de mimo a estudiantes de teatro y danza. Durante las clases se seleccionó a 10 participantes y cada noche cinco compatriotas estarán en escena junto con los actores de la prestigiosa compañía de Tokio, vestidos con trajes de seda fabulosos y las máscaras tradicionales del teatro kyogen.

Sin duda, esta será una oportunidad excepcional y refinada para disfrutar del patrimonio que encierra Japón.

*El autor es artista escénico y director del Teatro Nacional de Costa Rica.

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