El sábado 14 de diciembre de 1996, en el periódico costarricense La Prensa Libre apareció un largo reportaje sin firma titulado “ The Tico Connection en el asesinato de J. F. Kennedy”, con varias fotos de Lee Harvey Oswald (el asesino) y una de Eunice Odio, la poeta tica avecindada en México desde mediados de los años 50, en cuya casa habría estado Oswald durante una fiesta, poco tiempo antes del magnicidio de noviembre de 1963.
Esa supuesta visita de Oswald bastó para que se generase un cierto rumor subterráneo de que Eunice había sido agente de la Central Intelligence Agency (CIA), la organización estadounidense de espionaje. Hasta personas cercanas a la poeta se tragaron ese cuento.
Debido al anticomunismo de la Eunice madura, era muy fácil sacar tal conclusión, más si se colaba en el asunto la polémica y talentosa Elena Garro , otra escritora anticomunista, la primera esposa de Octavio Paz y muy amiga de Eunice.
¿Qué dice ese reportaje anónimo? Eunice Odio habría organizado una fiesta en su departamento para celebrar al Arcángel San Miguel, su figura sagrada preferida, tanto en devoción como en tema literario. Uno de sus principales poemas está dedicado a él. Sin embargo, no se piense en una fe católica tradicional pues Eunice era más bien pagana de corazón.
Ello le venía de cierta línea de familia, por el lado Odio, vinculada con la fundación de la Sociedad Teosófica de Costa Rica. Recordemos que los poetas teósofos Roberto Brenes Mesén y Rogelio Sotela le habían dado su apadrinamiento literario inicial. Con estos antecedentes, no es raro que Eunice Odio haya terminado como rosacruz en México.
Según el artículo, Eunice organizó una fiesta, Elena Garro no pudo ir, y entre los invitados habría estado Oswald, quien llegó con otros dos estadounidenses, recomendados por una prima cubana de Eunice que vivía en los Estados Unidos y a la que había tratado mientras Eunice vivió en Nueva York de 1959 a 1962, ciudad con la que se había encariñado de manera especial, sobre todo con el río Hudson.
Aquellos eran los primeros años de la Revolución Cubana, con paranoia de ambos bandos de la “guerra fría” y con “la crisis de los misiles”. Después, cuando sucedió el asesinato de Kennedy, la investigación consiguiente descubrió que el asesino había estado semanas antes en la ciudad de México (un pasaje curioso y lleno de misterio de la vida de Oswald). Eunice Odio fue de izquierda desde joven, pero se tornó anticomunista a inicios de los años 60.
Entre otros lugares, Oswald fue a la casa de Eunice Odio, según dice el artículo de La Prensa Libre , que cita, como fuentes materiales, documentos liberados por el gobierno estadounidense, y dados a conocer por una organización dirigida por Carl Oglesby, activista político de izquierda de los años 60 en los Estados Unidos, escritor y académico, quien publicó varios libros sobre la muerte de Kennedy.
De acuerdo con el reportaje de La Prensa Libre , la participación de Eunice habría estado limitada al hecho de que Oswald fue a su casa. Un problema es que su descripción física no corresponde con el Oswald real; de hecho, se habló de dos o tres personas distintas vistas en México en esos días, quienes afirmaban ser Lee Harvey Oswald, lo que aumenta la dosis de misterio. Esta sería, pues, la “versión Oglesby”, basada en documentos liberados a mediados de los años 90 y presentada por La Prensa Libr e.
¿Qué dice el “Informe López”? Varios años después del crimen, en la ola de Watergate y la renuncia de Richard Nixon en 1974, hubo nuevas investigaciones sobre el asesinato de Kennedy pues la oficial Comisión Warren culpó solamente a Oswald; pero esto nunca había satisfecho a la gente.
Con los nuevos tiempos, en 1976 se reabrió el caso, y el House Select Committee on Assassinations (HS CA, comité de la Cámara de Diputados de los Estados Unidos) investigó las acciones de la CIA, el FBI y otras agencias. No solo se reabrió entonces el caso de Kennedy, sino también el de la muerte de Martin Luther King.
El resultado estuvo listo en 1979 con un reporte y volúmenes de apéndices. El HSCA encontró que hubo “una probable conspiración”, aunque fue incapaz de determinar su naturaleza y sus integrantes, además de Oswald. Se exoneró a la CIA y al FBI de cualquier participación en el asesinato. No quedaron claros los vínculos posibles de Oswald con la CIA, pero sí sus lazos soviéticos.
Uno de los apéndices de dicho reporte es el 13.°, titulado “Oswald, the CIA and Mexico City”, mejor conocido como el “López Report” por el apellido de uno de sus redactores, el agente Edwin López.
Ese apéndice fue “desclasificado” en el 2003 y reúne versiones muy distintas de la de Oglesby, aunque sigan un mismo patrón. En el apartado 6 C, con base en las declaraciones de “Elena Garro de Paz” y su hija Helenita, se afirma que ambas fueron a una fiesta de twist de gente de izquierda vinculada con la embajada cubana. A la fiesta habrían llegado tres estadounidenses con aspecto de beatniks , quienes se mantuvieron aparte, sin bailar ni platicar.
Uno de esos hombres fue Oswald, según lo identificó Elena Garro una vez cometido el magnicidio y publicadas las fotografías del asesino en la prensa. Un día después, Elena y su hermana Deva (quien también estuvo en la twist party ) volvieron a ver a los tres gringos en la avenida de Insurgentes, cual reyes magos misteriosos.
El mismo cuento, un distinto lugar, un diferente testigo. Como puede apreciarse, el informe presentado por López tiene el mismo esquema de Oswald presente en la fiesta de Eunice, con otros dos tipos, aunque la testigo fue aquí Elena Garro y el hecho ocurrió en otra casa.
Lo más importante es que la versión de Garro sí fue estudiada con detalle, se entrevistó a otros asistentes a la fiesta, y se recabaron sus testimonios, lo que echa por tierra la versión de Oglesby: una fiesta en casa de Eunice Odio. Esta versión sería su derivado infiel.
Elena habló con diferentes personas después del asesinato –a las que les contó su experiencia en la fiesta–, incluida Eunice Odio. En uno de los memorandos de López se dice que Elena Garro relató su historia a Eunice, aunque el comité de diputados no sabía si lo había hecho personalmente o si fue a través de June Cobb, una agente doble (al servicio de Washington y La Habana) según documentos del exilio cubano. Cobb aparecerá como el temido personaje de la Giganta en el libro de Garro Andamos huyendo, Lola (1980).
El informe de López dice: “De acuerdo con Elena, la Sra. Cobb fue enviada a su casa por unos días poco después del asesinato, por medio de una amiga mutua, una escritora costarricense llamada Eunice Odio”. A la larga, June Cobb y Elena Garro terminarían peleadas, después de que la elegante espía pateara a uno de los gatos de Elena, pecado mayor en casa de esa apasionada amante de los felinos que fue Elena Garro.
Las vehementes declaraciones de Garro variaban en términos y tonos, sobre todo al indicar el día en el que había ocurrido la fiesta: entre principios de septiembre e inicios de octubre. Sin embargo, Eunice nunca fue mencionada como participante en la reunión de la casa de Elena Garro.
Tal vez debido a tanta vehemencia, el testimonio de Elena se tornó poco confiable; además, otros asistentes a la fiesta negaron la presencia de los gringos. Uno de los agentes terminó diciendo irónicamente: “¡Qué imaginación tiene!”. Otro agente afirmó de Elena Garro: “Se dice que ella es enormemente brillante”, aunque a la página siguiente concluyó con que “ella está también chiflada”, un lugar común en su mitología personal como “Elena la Loca”.
Otro misterio es cómo pasó la historia vivida y contada por Elena a la persona de Odio. ¿Se apropió Eunice del recuerdo de la fiesta ajena y lo contó a alguien como suyo? Es poco probable ya que no le convenía. Era mujer sola y, pese a todo, de origen extranjero. Para dañarla, ¿cambió de protagonista, de Elena a Eunice, el chismorreo anónimo, izquierdista y mal intencionado (“la conspiración de izquierda contra mi obra”, de la que ella se quejaba)? No se sabe.
Eunice aquí, allá y acullá. Eunice Odio es mencionada en el informe del HSCA en otras partes. Ese comité revisó los documentos de la CIA, el FBI y el Departamento de Estado sobre distintos personajes, incluida Eunice. Se afirmó que fue entrevistada solo una vez por dichos investigadores.
Extrañamente, el HSCA concluyó: “No hay registro de alguien llamado Eunice Odio”. Los representantes del HSCA dijeron a los oficiales mexicanos que Odio, “que era costarricense o guatemalteca, había sido la amante de Emilio Carballido”, algo que genera dudas dada la reconocida homosexualidad del gran dramaturgo mexicano, y quien también habría estado en la famosa e incierta fiesta.
En un apéndice final del informe de López hay un párrafo que llama la atención por sus muchas inexactitudes, increíbles en un espía:
“Eunice Odio Infante, una costarricense, recibió un permiso de turista por tres meses del gobierno mexicano el 9 de febrero de 1964. Permaneció en México, residiendo ilegalmente en Nazas 45-A hasta 1972. Trató de escribir para la revista de Excélsior en varias ocasiones, pero fue rechazada cada vez. En 1972, la Srita. Odio se casó con un pintor comunista, Rudolfo Sanabria González [ sic ] y se cambió a Río Neba [ sic ] 16, Apartamento 40. El 24 de mayo de 1972, la señorita Odio fue encontrada muerta en su tina de baño. El oficial encargado de su autopsia concluyó que la señorita Odio se envenenó a sí misma”.
Allí todo falla: Eunice se hizo ciudadana mexicana en 1962; por lo tanto, no necesitaba permiso de trabajo ni estaba en condición migratoria ilegal. Murió el 23 de marzo de 1974, y no el 24 de mayo de 1972. Tampoco se suicidó pues su muerte fue accidental, según los indicios.
El reportaje de La Prensa Libre incluso afirma: “Antes de que sus familiares, su ex esposo y su suegra pudieran revisar sus archivos, dos hombres del servicio de inteligencia se llevaron algunos documentos sin dar explicaciones posteriores sobre el destino de los mismos o su contenido”. ¿Habrá sido cierto?
De ese y otros materiales se colige que Eunice Odio, lejos de ser espía de la CIA, había sido espiada por dicha agencia desde sus tiempos en Guatemala y por lo menos hasta 1968. Pese a su anticomunismo, no resultaba una persona confiable; lo mismo pasaba con la paranoica Elena Garro.
Al revisarse el CIA Historical Review Program , se encuentra una nota del 3 de junio de 1968, cinco años después de los eventos de Oswald: “Odio Infante, Eunice: naturalizada guatemalteca de origen costarricense. Reside en la ciudad de México. Escribe para El Sol y El Día ”. Es decir, la CIA continuó atenta a Eunice Odio después de las declaraciones de Elena Garro.
Una peligrosa señorita nerudiana. Más importante aún es un temprano “Despacho oficial” del 14 de noviembre de 1952, bajo el “tema específico” de “Eunice Odio”, un largo informe de espionaje de la CIA en siete puntos.
En el primer punto se anota: “En referencia a su cable concerniente a Eunice Odio, se establece que, entre los varios premios dados por el gobierno guatemalteco para prosa y poesía, un premio fue otorgado en la última semana de septiembre a una joven mujer costarricense llamada Eunice Odio”. Se trata del Premio Centroamericano de Poesía por Los elementos terrestres .
El segundo punto menciona que, durante su estadía en la ciudad de Guatemala, después de recibir el premio, Eunice Odio ofreció dos recitales: uno en un local sindical y otro en la Facultad de Humanidades de la Universidad de San Carlos, donde fue presentada por el poeta Miguel Ángel Asturias, futuro premio Nobel de Literatura.
El punto tercero muestra la buena educación del espía pues afirma: “El estilo de la señorita Odio es claramente nerudiano . Esto no es extraño puesto que ella es una comunista muy activa en Costa Rica y es un miembro de la famosa célula literaria comunista Eugenio María de Hostos”.
El punto cuarto la muestra físicamente en detalle: “Eunice Odio fue descrita en 1947 como teniendo cerca de veinticinco años de edad, blanca, con pelo negro y ojos negros, con cerca de cinco pies y cinco pulgadas de alto [1,65 m], con un peso aproximado de 118 libras. Es de apariencia atractiva y usa su pelo largo, que se extiende hasta su cintura. Su personalidad es agradable, y su voz, que es su rasgo más atractivo, fácilmente cautiva al público a causa de su bajo y suave tono”.
Llama la atención el equivocado color de los ojos pues los de Eunice eran verdes y llamativos, y tenía entonces 28 años, aunque solo reconocía 26.
El quinto punto del documento indica: “Su fanatismo por la causa del comunismo y su trabajo y sus esfuerzos fueron altamente valorados por el llamado Politburó del Partido Vanguardia Popular de Costa Rica”.
El punto sexto alude a una carta elogiosa de Joaquín Gutiérrez a Eunice sobre Corina Rodríguez, quien luchó junto con Ángela Acuña, Esther de Mezerville y Carmen Lyra contra la discriminación femenina y por el sufragio de las mujeres.
El mismo punto sexto añade que, debido a los cambios ocurridos en 1948 en el gobierno de Costa Rica, los comunistas costarricenses se vieron obligados a buscar refugio en México, Guatemala y Venezuela. Se menciona a Eunice como una “poeta costarricense, agitadora comunista, residente en Guatemala”.
El séptimo y último punto aclara que no hay más información disponible en el cuartel de la CIA en relación con Eunice Odio, y que tampoco hay confirmación de que ella haya sido la amante del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz. Los espías siempre parecen tan atentos a comunicar con quiénes se acuestan sus espiados' En su caso especial de mujer bella y liberal, se le buscaron amantes, como Carballido y Arbenz.
Todos los documentos citados y traducidos se encuentran en inglés en los sitios de Internet de History Matters y Mary Ferrell Foundation , donde pueden consultarse . Parece que todavía hay otros materiales pendientes de ser liberados.
Con lo hasta ahora visto, la leyenda prejuiciada de Eunice Odio como espía no resiste la crítica pues lo que tenemos es más bien lo contrario: alguien que estuvo bajo el ojo de la CIA desde 1947 hasta por lo menos 1968.
Debió de ser muy difícil para Eunice Odio tener una opinión política no bien vista ni por tirios ni por troyanos, y de allí surgió su interés en ocultar su vida privada y en que quedase de ella solo su poesía: “Los asuntos de mi vida privada son privadísimos y, por lo general, no los sabe nadie excepto yo”, escribió. Se equivocaba: también la CIA pretendía saberlos.