Carlos Rubio
Hace noventa años, en San José, se fundó la primera escuela con características montessorianas de América Latina. Su gestora y directora fue Carmen Lyra , reconocida autora, maestra y política costarricense. No solo significó el inicio formal de la educación preescolar en nuestro país: también representó una propuesta vanguar-dista que abrió nuevas posibilidades a la formación a la infancia, sin olvidar a las familias.
En 1925, Carmen Lyra fundó el primer jardín montessoriano en el contexto latinoamericano. En Argentina ya habían creado una “Sección Montessori” que funcionaba de manera experimental. En 1926, la reconocida pedagoga italiana Maria Montessori había dictado conferencias en Buenos Aires y había motivado también a educadoras chilenas. Sus ideales se replicaron en Colombia y otros países de América del sur.
Sin embargo, Carmen Lyra realizó un proyecto educativo y político innovador, con pocos recursos y escaso apoyo político. En su escuela se evidencia la puesta en práctica del pensamiento de Montessori , aunque también se encuentran los ecos de otros pedagogos europeos, como Federico Froebel y Ovidio Declory.
La filosofía de Montessori postula al niño como un “ciudadano olvidado”, un ser cuyo “reconocimiento elevaría a la Humanidad al más alto y completo nivel de civilización”.
Se propuso organizar el tiempo en períodos sensitivos, en los que el infante encuentra materiales que lo ayudan a desenvolverse en la vida cotidiana y que son autocorrectivos –ya que están diseñados para hacerle ver sus aciertos o errores–. La maestra es una guía que ayuda a formar al ser humano como un ser sensible.
Lyra dirigió ese centro educativo desde 1925 hasta 1933, cuando fue destituida por publicar un artículo en el que apoyaba a Adolfo Braña, militante del Partido Comunista. Para entonces, ella se consolidó como miembro fundamental de esa agrupación.
Creación de una escuela infantil. El 13 de junio de 1919, un grupo de maestras se manifestó en las calles contra la dictadura de los hermanos Tinoco.
Carmen Lyra fue una de las dirigentes de ese llamado “desfile cívico”, que culminó con la quema del diario La Información. Este fue hecho determinante para la caída del gobierno militar.
Posteriormente, el presidente Julio Acosta reconoció el papel que desempeñaron las maestras líderes del desfile y les otorgó una beca para estudiar en Europa.
A la autora de Cuentos de mi tía Panchita le interesó conocer el método montessoriano, que no solo era puesto en práctica en Italia, sino también se aplicaba en otros países, como España y Francia.
La escritora regresó al país con el propósito de crear una escuela para niños con edades entre los cuatro y los seis años.
El 7 de mayo de 1924, el presidente Julio Acosta firmó un decreto y creó la Escuela Montessoriana. Se nombró como directora a María Isabel Carvajal (nombre real de Carmen Lyra) junto a dos docentes y una portera.
Se les asignó una casa de madera ubicada detrás del Edificio Metálico, frente a la plaza España (nombre que se le daba al parque España). En el lugar existían dos aulas, un hall donde jugaban y cantaban los niños, un cuarto para los delantales y los sombreros y algunos juguetes, un cuarto destinado a la cocina, un cuarto para guardar los juguetes, una sala para las maestras, tres baños y dos escusados.
El proyecto. “Niños sanos, limpios y alegres” fue el lema de la escuela que abrió sus puertas el 20 de abril de 1925. Las maestras eran Luisa González Gutiérrez y Carmen Lyra (también directora). Completaba el cuadro Margarita Castro Rawson, la profesora de música.
En la novela A ras del suelo, Luisa González describe el día de la inauguración: “Por todas partes había flores aquella mañana, juguetes, columpios y subibajas, bolas y muñecas; preciosos cuadros artísticos, frisos de colores ilustrando cuentos y fábulas; la bella y buena maestra Margarita Castro tocaba al piano preciosas rondas infantiles que había escrito Carmen Lyra, llenas de gracia y poesía”.
Aquellas docentes atendieron casi un centenar de niños de lunes a viernes.
Cada dos semanas, durante el día domingo, realizaban una reunión con madres. Se trataban temas que resultaban poco conocidos. En algunos casos se invitaba a especialistas para que desarrollasen conferencias que propiciaran el sano desarrollo de los niños. Por ejemplo, Amparo Zeledón habló sobre alimentación infantil. Las maestras prepararon un recetario con comidas baratas y nutritivas.
María Teresa Obregón de Dengo dialogó sobre educación sexual, cuando esta era desconocida, principalmente si se refería a niñez. Joaquín García Monge conversó sobre “higiene mental” y meditó sobre la necesidad de que los niños participaran en la elaboración de una huerta.
Los infantes empezaron a beneficiarse con el “Servicio de la leche”. Se procuraba que comieran en la escuela; que recibiesen, día a día, atol, avena y ensaladas de frutas. De esta manera se institucionalizó la existencia el comedor escolar en el sistema educativo costarricense.
Se hicieron conmemoraciones especiales; por ejemplo, la “Fiesta de Mayo” en la que se desarrollaron bailes y cantos en la plaza España; el 15 de setiembre se celebraba la Independencia y se confeccionaban banderas y manualidades pintadas por los niños, y el 24 de diciembre se recordaba la Navidad.
Coralia Arias fue una niña de ese entonces y nos relató que san Nicolás llegó a la Escuela Maternal y bajó desde el cielo raso por medio de una cuerda con nudos.
Proyecto social. Maria Montessori fundó su primera Casa dei Bambini en un barrio obrero de Roma en 1907. Al igual que ella, Luisa González señaló que la misión de la Escuela Maternal era ayudar a madres trabajadoras.
Por ese motivo no estaba de acuerdo con la casa asignada por el gobierno: situada cerca de los barrios Amón, Otoya y Aranjuez, comunidades en las que vivían familias de políticos y empresarios. Sin embargo, en la Escuela Maternal se recibía niños provenientes de casas humildes y convivían con otros que habían nacido en familias acomodadas.
Mes a mes, las maestras pesaban y medían a los niños y vigilaban su desarrollo en lo que se refería a la medicina, la psicología y la espiritualidad.
Se realizaban clases mixtas, integradas por niñas y niños. Esta idea fue innovadora, y debe recordarse que el Edificio Metálico se dividía en dos áreas: la escuela de mujeres y la de varones.
Recientemente, el Ministerio de Cultura y Juventud inició la restauración de la casa que albergó este centro educativo. Esperemos que se pueda mantener como un valioso legado pedagógico de nuestro país. En un discurso, escrito para ser leído por la radio en 1935, Carmen Lyra resumió su práctica educativa:
“Pues bañando niños de cuatro a seis años, viendo sus cuerpecillos desnudos y vigilando sus juegos aprendí más que en quince años de dar clases en la escuela primaria, y me di cuenta de que la tarea del maestro honrado no está en trabajar de modo que los jefes le pongan al final de año un Excelente por haber promovido al grado superior un buen porcentaje de alumnos. Pero en la Escuela Maternal también me di cuenta de que estaba tratando de zurcir con unos pobres hilos sin consistencia un agujero gigantesco”.
El autor es profesor de literatura infantil en la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional y realiza estudios en el Doctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad Católica.