Cuando leemos sobre los grandes movimientos de la historia humana, nos enteramos de las batallas, de las catástrofes, de las figuras heroicas. Poco escuchamos de las madres que esperaron en vano a sus hijos, de las esposas que vieron morir a sus maridos soldados, de los niños que se fueron a un país lejano a luchar sin saber por qué. A todos ellos, Svetlana Alexiévich, Nobel de Literatura del 2015 , ha procurado darles voz.
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La periodista bielorrusa de 67 años, apenas la decimocuarta mujer en ganar el máximo premio de las letras, ha recorrido el este de Europa para entender su historia, sus gentes y su dolor.
Basada en su extensa labor de registro de catástrofes como la explosión de la planta nuclear de Chernóbil y la vana guerra soviética en Afganistán, la Academia Sueca la premió por “su escritura polifónica, un monumento al sufrimiento y al valor”.
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Ojos. Desde sus primeros párrafos, Voces de Chernóbil , el libro más célebre de Alexiévich y el único traducido al español, resulta devastador.
Sin pudor, con profunda compasión, la autora empieza consignando cómo una mujer ve a su esposo desintegrarse en un hospital tras la debacle de Chernóbil. El estilo de Alexiévich en este relato es austero, construido con oraciones cortas y concentradas, respetuosamente distante.
En 1986, cuando estalló la planta nuclear ucraniana, causó un desastre ambiental y humano cuyas consecuencias aún se viven hoy. 20 años después, Alexiévich recorrió la zona para dar cuenta de la magnitud del sufrimiento.
“Lo que hemos experimentado ahora no solo va más allá de nuestro entendimiento, sino que también excede nuestra capacidad de imaginar”, comentó la periodista en un foro de PEN .
En cierto modo, Alexiévich es la primera periodista en ejercicio premiada con el Nobel por ese trabajo. Ella entiende así su método de trabajo : “Me refiero a mi género como ‘la novela de voces’, y uno podría decir que mi obra simplemente yace allá afuera, en el suelo. Yo voy, lo recojo y lo reúno. Si Flaubert decía: ‘Soy un hombre de la pluma’, puedo decir que soy una persona del oído”.
Alexiévich estudió periodismo en Minsk entre 1967 y 1972. Encontronazos ideológicos en aquella república soviética la alejaron por años de la capital, pero volvió para trabajar en la Sel'skaja Gazeta . Mientras laboraba allí, empezó a recolectar material para su primer libro, un estremecedor recuento de los efectos de la guerra en las mujeres.
La guerra no tiene rostro femenino , de 1983, presentó el estilo por el que Alexiévich ha sido premiada: una narración coral, hilvanada por testimonios de mujeres participantes en la Segunda Guerra Mundial, hábilmente yuxtapuestos como un collage emocional que nos habla de grandes corrientes históricas.
“El destino es la vida de cada uno, la historia es la vida de todos nosotros. Quiero contar la historia sin perder de vista al ser humano”, ha escrito Alexiévich.
Atravesada por cierto sentimiento de derrota, no es optimista ante el devenir de su patria; sin embargo, persiste en la escritura, y ahora su fama será internacional. El último escritor en lengua rusa en ganar el premio fue el poeta Joseph Brodsky, en 1987.
Los libros de Svetlana Alexiévich son poco conocidos fuera de Europa. En español solo está disponible Voces de Chernóbil . En noviembre se publicará por primera vez La guerra no tiene rostro femenino .
Debate. Este premio será polémico; si al Nobel muchos le ven tinte político, en este caso no hay que hacer esfuerzo, pues la poco conocida Alexiévich se opone vigorosamente a los gobiernos ruso y bielorruso, en las figuras de Vladimir Putin y Alexander Lukashenko.
Del 2000 al 2011, salió de Bielorrusia debido a su constante conflicto con Lukashenko, el “último dictador europeo”, según lo llaman sus críticos.
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En su primera conferencia de prensa tras el anuncio, en Minsk, la capital de su país, la escritora criticó duramente a Putin por sus acciones militares en Siria.
También llamó a no boicotear las elecciones presidenciales, que se celebrarán el domingo –en las que Lukashenko ganará, por quinta vez, sin oposición sólida ni debate público–.
“Cuando el mundo está realmente enojado con Rusia es cuando sabes que alguien de allá ganará el premio Nobel”, comentó su traductor Keith Gessen . Dos premios sacudieron a la Unión Soviética: el de Boris Pasternak (1958), a quien forzaron a rechazar la medalla, y el de Alexander Solzhenitsyn (1970), quien dio a conocer la barbarie del sistema de prisiones secretas soviéticas.
Sin embargo, dice Gessen , la oposición de Alexiévich es distinta de la de Occidente: “Las voces de Alexiévich son aquellas de la gente que a nadie le importa, empero aquellos cuyas vidas constituyen la mayoría de lo que la historia en realidad es”.