Detrás de la puerta de la familia Mendoza, el silencio lo devora todo como si fuera un monstruo hambriento.
En La ruta de su evasión (1948), Yolanda Oreamuno escribe sobre una casa con cimientos frágiles: Vasco, un padre opresor; Teresa, una madre suprimida; y Roberto, Gabriel y Álvaro, tres hijos toscos y confundidos por la falta de amor.
La ópera creada por la directora Roxana Ávila y el compositor, ganador del Grammy en el 2008, Carlos Castro construye en el Teatro Nacional la ilusión de esa misma casa frágil.
Once intérpretes cantan la tragedia de Oreamuno en compañía de salsas, boleros, paso dobles y otros ritmos latinoamericanos, interpretados por una pequeña orquesta.
“Siento que la música es genial. Necesita ser escuchada y necesitamos poner a Yolanda Oreamuno en el tapete”, aseguró Ávila.
El estreno del espectáculo será este sábado 1.! de abril a las 7:30 p. m. Las demás presentaciones serán el domingo 2 de abril, a las 5 p. m.; y el 4 y 5 a las 7:30 p. m. Las entradas valen entre los ¢5.000 y los ¢20.000 y pueden comprarse en la boletería física y digital del Teatro Nacional por medio del sitio web www.teatronacional.go.cr.
Ópera criolla. Por mucho tiempo, tanto Castro como Ávila buscaban un texto nacional que pudiera cantarse.
“Éramos muy jóvenes y no había la infraestructura del país”, recordó Ávila de esas primeras ambiciones durante la década de los 90.
En el 2014, tras conversaciones con el Centro Nacional de la Música (CN), el dúo de artistas consiguió los derechos de la obra de Oreamuno, por medio de su único hijo, y comenzó a trabajar un libreto.
“La novela es una obra que conlleva en sí misma los genes de una ópera. Tiene muchos elementos operísticos”, detalló Castro sobre la adaptación.
Tras superar varias dificultades en la producción –económicas en su mayoría–, Teatro Abya Yala presentó, en el 2016, una versión de cámara de su proyecto.
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Las fechas en el Teatro Nacional fueron financiadas en conjunto por Abya Yala, que obtuvo progresivamente el dinero para avanzar con el diseño de escenografía, utilería y vestuario y la colaboración del CNM (con un aporte de ¢20 millones).
“Ha sido un costo enorme, de tiempo, tratando de conseguir fondos. Le fuimos a pedir plata al universo entero. Es más fácil pedir plata para otras cosas”, explicó Ávila sobre el reto de producir una ópera tica.
La ópera musicalizada por Castro explota el registro de voz de los once intérpretes para hacer brillar dos horas de música continua, en las que abundan sonidos latinoamericanos.
“Es un reto porque las palabras que utilizaba Yolanda Oreamuno describían mucho el silencio de la casa de maneras espectaculares. Para nosotros es un reto representar esos vacíos y silencios cantando, esos silencios con música. Es el reto de interpretación el lograr transmitir a las personas esos vacíos internos mientras cantamos un tango”, explicó Miguel Mejía, uno de los actores.
Veneno doméstico. La ruta de su evasión transita entre escenarios que abren y cierran con una cortina.
“Estamos siguiendo un guion de cine, tiene que ver con la influencia del cine mexicano en los años 40”, dijo Ávila.
Los encuadres fijan la mirada del espectador en los lugares por los que transita la obra.
Entre los espacios que la cama en la que Teresa (interpretada por Isabel Guzmán) yace enferma; el prostíbulo en el que Gabriel (Miguel Mejía) mira por primera vez la corrupción de Vasco (Gabriel Morera); el escenario universitario en el que Elena (Keren Padilla) hechiza a Gabriel en una relación sexual superflua y la habitación en la que Aurora (Amanda Rodríguez) le declara su devoción a Gabriel.
No obstante, ni el amor más “puro” puede derrotar el ciclo de frialdad que aisla a las vidas de los Mendoza.
“La semilla de putrefacción que lleva Vasco encuentra excelente terreno en Teresa y germina en sus hijos. De tal manera que la familia es una putrefacción total”, describió Morera sobre la dinámica familiar.
Los hijos heredan, sin quererlo, los hábitos de sus padres: el silencio, los secretos, el desinterés por las personas que giran a su alrededor.
“El rencor de Gabriel no es solo es hacia su padre sino hacia el silencio que su mamá cultivaba”, precisó Mejía sobre las motivaciones de su personaje.
“Teresa es un personaje totalmente reprimido”, afirmó Guzmán sobre su rol. “Toda la familia la envuelve: nadie se dice nada, todo ocurre bajo la tiranía de Vasco hasta que Roberto (encarnado por Winston Washington) rompe el vidrio y dice que se hartó”.
La tensión que acumula la falta de comunicación, eventualmente, explota en la cara de todos la familia Mendoza.
“Todo se empieza a desmoronar y la misma casa que Teresa tanto cuidaba se va desmoronando porque Teresa se desintegra”, explicó Guzmán.
“La casa de los Mendoza, en efecto, está vacía: carente de afecto, carente de amor. Está muy lejos de ser un hogar”, reafirmó Morera.
Los artistas encuentran conexiones entre la descripción de una familia tica de hace 70 años con las familias actuales.
“Teresa constantemente habla de la casa. Hay familias en las que las señoras tienen su vida en la casa: su vida es la cocina, su vida es que los pisos estén encerados, que las camas estén en condiciones impecables. En muchas familias, el único mundo que pueden desarrollar en las familias es la casa”, opinó Mejía.
“Yolanda Oreamuno tenía muy claro que los personajes femeninos tenían estas características porque quería representar lo que estaba viviendo su época”, aseguró Rodríguez, intérprete de Aurora. “Es lo que hace el teatro, es la maravilla del teatro que logra poner la realidad en el escenario de forma poética para despertarnos y sensibilizarnos”.
“ La ruta de su evasión tiene que ver con los seres humanos de hoy”, confirmó la directora escénica, Roxana Ávila. “Estamos con la idea de que a todo el mundo le va a gustar”.
La ópera tica La ruta de su evasión tendrá funciones el 1, 2, 4 y 5 de abril en el Teatro Nacional. Todas las funciones serán a las 7:30 p. m., salvo el domingo que será a las 5 p. m. Las entradas tienen un costo entre los ¢5.000 (galería) y los ¢20.000 (butaca).
Agradecimientos de producción para los retratos. Espacio: Mónika Ruiz, Casa 936. Mobiliario: Grettel Alfaro, Trés-Or Atelier.