Los conflictos resueltos en Caso cerrado por la popular abogada Ana María Polo entusiasman todas las tardes al actor Lucho Barahona, quien tiene como ritual estar sentado en su cómodo sillón frente a su pantalla de 42 pulgadas.
A sus 86 años el actor se aventuró en la era digital y aunque él utiliza la computadora e internet, no se adelanta a los capítulos porque en su tele “los ve mejor y más grande”. El celular lo considera innecesario: “para qué, si en la casa hay teléfono fijo”.
“Mis amigos actores se ríen de mí por mi afición a este programa, pero es que me gusta tanto”, contó durante una tarde reciente en su estudio, uno de sus espacios favoritos en su amplia casa de barrio Dent, porque los grandes ventanales permiten que los rayos del sol se atrevan a entrar iluminando todo a su alrededor.
Lucho tiene ahora una vida muy tranquila, cuatro años después de decidir alquilar el teatro Lucho Barahona (a su amigo y colega Mauricio Astorga), y dejar atrás aquellos intensos días en los que escribía una obra y hasta dibujaba los afiches que la anunciarían. Ahora planifica el día a su antojo.
Las jornadas en las que presentaba funciones de martes a domingo o hacía giras por todo el país dando a conocer sus obras quedan en su recuerdo.
En el estudio en el que conversamos hay filas de libros acomodadas con cuidado: en sus ratos libres el actor chileno, radicado en Costa Rica desde hace más de 40 años, disfruta de algo que lo ha llenado de placer siempre: leer.
“Ahora estoy leyendo estos mamotretos todo el tiempo”, contó mientras enseñaba el ejemplar de El umbral de la eternidad , de Ken Follett.
Dentro de la literatura que disfruta está la del psiquiatra y escritor Brian Weiss, quien se ha dedicado a escribir sobre la reencarnación, tema que apasiona al actor.
“Leo muchas cosas espirituales. Yo sé qué hay un más allá, de morirme no tengo miedo. Sé que el infierno no existe. No voy a la iglesia, ni leo la Bíblia, pero creo en Dios”, dijo.
Compartir con amigos es uno de los más grandes placeres de Barahona. Las puertas de su casa siempre están abiertas para los actores que lo quieran visitar. De vez en cuando, él también sale para reunirse con sus apreciados colegas.
Lucho se declara enérgico y saludable; su único padecimiento es la celiaquía (es intolerante al gluten), por lo que las alacenas de su cocina están llenas de todo tipo de productos especiales para su condición.
“Nunca fui amigo de fumar ni de beber. Antes tomaba vino al almuerzo, ahora solamente lo hago si voy a alguna fiesta. He sido muy saludable”, mencionó.
Su energía y gran espíritu son sus aliados cuando decide viajar, su último viaje largo fue a Madrid, España hace diez años; el país que visita con mayor frecuencia es Chile, tierra que lo vio nacer y en la que lamenta no tener a casi nadie.
“Todos se me han ido muriendo y ahora solo quedan mis amigos Bélgica (Castro) y Alejandro (Sieveking). Ellos allá son famosísimos, han hecho películas y continúan haciendo teatro”, contó.
Castro y Sieveking son los grandes amigos de Lucho, quienes emprendieron viaje con él en los años setenta y fundaron el primer Teatro El Ángel en Costa Rica, los mismos colegas en los que Lucho se apoyó para alcanzar muchos de sus sueños artísticos y personales.
Pero también son los mismos que cuando años después decidieron que debían partir provocaron en Barahona el más grande temor que después se convirtió en fortaleza.
“Ellos volvieron a Chile y yo me quedé aquí... Cuando dijeron que se iban yo sentí que me iba a morir, pero yo quería quedarme en este país tan maravilloso, la gente me encantó tanto. Yo amé este país desde la primera vez que lo pisé”, dijo.
Teatro. El país que dice amar, es en el que se aventuró a tener su primer teatro independiente: El Ángel.
Con cariño recuerda que él y sus amigos forjaron amistad con Carmen Naranjo y la entonces directora del Teatro Nacional, Graciela Moreno.
Estando solo, su ímpetu no flaqueó, surgió la oportunidad de trabajar para canal 2 y puso en la pantalla chica la obra que había escrito su amigo Alejandro en versión de telenovela. Con Hay que casar a Marcela , Lucho se abrió camino en la parrilla nacional.
Viendo el talento de Lucho, el productor del canal le pidió que hiciera un programa, el actor lo escribió y fue aceptado, se llamó La lucha de Lucho , y aunque el público lo desconocía, él estaba luchando por mantenerse junto a su teatro.
Ese espacio le sirvió para que en un par de minutos él contara sobre las obras que se presentaban en su teatro y poco a poco las funciones se fueron llenando.
“Estuve cuatro años con La Lucha de Lucho , luego empezó a subir el público del teatro y dejé la televisión”, dice.
Años después, llegó una nueva propuesta para el chileno, en la que nuevamente tenía que arriesgar bastante: le vendían un teatro y aunque no tenía los medios para adquirirlo, él y su socio Luis lo compraron, tiempo después nacería el actual teatro Lucho Barahona.
“Mi socio Luis y yo nos fuimos de gira por todo el país para poder pagar el teatro, íbamos depositando hasta que lo pagamos”, recordó.
El teatro El Ángel que se ubicó inicialmente en Cuesta de Moras, San José fue expropiado, con el dinero recibido Barahona adquirió la casa en la que vive actualmente con su socio Luis y el hijo de este.
El nombre del teratro le fue cedido al actor Sergio Paniagua (fallecido en octubre del año anterior) y se edificó en Tibás.
Sin duda, el teatro ha sido el gran amor de Lucho. Por entregarse por completo al arte él no se interesó en formar familia.
“En Chile tuve un problema (con una relación) y no resultó. Me dije que mejor no porque o si no tendría que dejar el teatro. A mí me gusta la gente, cuando los actores vienen a mi casa disfrutamos, almorzamos, pero nada más”, mencionó.
El teatro no se deja, y eso es un precepto en la vida de Lucho, aunque lo tiene alquilado para poder descansar, y “no tener que estar ahí todos los días esperando al público”.
No se desentiende para nada: “No me retiro del todo. Tengo una obra que quiero hacer con Mauricio pero es una comedia musical. Una vez hice Cabaret , hice una escenografía sensacional, había seis bailarinas dirigidas por Flor Urbina, era lindo, la gente que me recuerda dice que eso fue muy lindo. Tenía a Carmen Chinchilla que es una muy buena comediante. Era muy variado”, rememoró.
Lucho asiste al teatro cada vez que lo invitan y que “me den ganas de verlo”.
“Hace poco fui a ver una obra a la Compañía Nacional de Teatro que es muy actual, sobre la migración, estuvo muy bien. Me encantó”.
Otra puesta en escena que vio fue Gallito Pinto 3 y admite que “la disfrutó”.
“Trabajé mucho con María Torres y Marcía Saborío, empezamos haciendo Gallito Pinto , fue un éxito. Un año después hicimos Gallito Pinto 2 en el teatro Lucho Brahona, luego se fueron para la televisión y no hicieron más teatro.
”Ahora se montaron otra vez e hicieron Gallito Pinto 3 , me invitaron, fui a verla, y me encantó que las dos tengan un éxito tan grande. Ellas son muy amigas mías, bueno casi todos los actores son mis amigos, a mí me gusta mucho la gente, siempre vienen a visitarme”, contó.
Lucho, Luchito o don Lucho, como muchos lo conocen, piensa que las nuevas generaciones de actores no necesariamente tienen que “tener talento”, pero sí entusiasmo para entregarse completamente a lo que están haciendo.
¿Así como él lo hizo?
“Totalmente, ( risas )... Yo quedaba muy cansado”.