Dos avispadas ancianas repasaban el martes por la noche lo que había sido de sus vidas en los últimos 20 años.
Conversaban en el escenario del Melico Salazar, iluminadas solo ellas y frente a un público ansioso por un esperado reencuentro. Ahí se hilaron recuerdos, nacieron suspiros y recibieron ovaciones de todo tipo.
LEA: 'Gallito Pinto 3': dos amigas volvieron para hacer reír
Detrás de las viejitas Chana y Juana –y de todo el sentimentalismo que gestaron con su la plática– un telón negro colgaba desde lo más alto del tableado del legendario teatro.
La gran tela sirvió de escenografía para los nueve sketches que María Torres y Marcia Saborío presentaron en vivo en Gallito Pinto 3. Pero su funcionalidad fue más allá.
Posterior a la gran cortina se ocultaban percheros, zapatos, espejos, pelucas, collares y cada uno de los vestidos que las actrices usan para darle vida a los múltiples y coloridos personajes que se popularizaron en los años 90.
La ropa y accesorios de Elodia y Diestra; Shirley Yahaira y la tía Maricucha; la nica Carmencita y Champú, y del cabo López y la sargento Chepa Gutiérrez permanecían ahí desde una semana antes de la primera función de la obra.
La indumentaria que utilizó María Torres para Gallito Pinto 3 ocupó el sector derecho de la parte trasera del escenario (visto desde la audiencia); el otro extremo era de uso exclusivo para Marcia Saborío. En medio de ambas estaba el espacio para que las dobles Wendy Campos (de María) y Cinthya Soto (de Marcia) se transformaran según las necesidades del guion.
Tras bambalinas se vivió otro show solo que con menos risas y más estrés.
VEA: Nuevas funciones de 'Gallito Pinto 3' agotaron su cupo en menos de cuatro horas
Mientras que Marcia y María ponían a reír al público con las ocurrencias de algunos de sus personajes, Guisella Solís y Alice Cordero apartaban de los percheros el vestuario de la presentación que seguía, porque una vez que las actrices llegaban al backstage , el tiempo para la próxima transformación lo dictaba un corto video que incluía escenas de Caras vemos.
Era una carrera contra el tiempo. Guisella Solís ayudaba a Marcia Saborío cada vez que entraba al improvisado camerino. Por ejemplo, mientras se cambiaba apurada su vestido de Chana, Solís le borraba del rostro el maquillaje avejentado y le abrochaba el traje de fatiga del siguiente número.
El mismo patrón repitió Alice con María, a quien asistió a lo largo de la primera función.
Una vez en escena, las asistentes de las actrices repetían esta rutina una y otra vez, sin descuidar cualquier necesidad que tuvieran ellas mientras estaban frente al público. Al finalizar la obra, aquel espacio quedó tan ordenado y listo como permaneció desde días atrás.