María E. Guardia Yglesias
H ace como dos años, me topé –no fue casualidad, sino por mi manía de andar revolcando papeles, revistas y libros– con un personaje femenino que pensé muy interesante y misterioso para el arte costarricense. Me di a la tarea, por intervalos de tiempo, de rastrear –con mucho costo porque es un ser perdido de nuestra flaca memoria costarricense– algo de la vida de la salvadoreña Lastenia Araujo (nacida en 1910).
Pocos fueron los resultados, pero contundentes: saber que sus hijos varones fueron separados de su madre y que su marido le robó a su hija pequeña y la llevó a España; de hecho, le hicieron creer que su mamá había muerto. Según la hija, conoció a su madre al volver al país, cuando tenía 18 o 19 años, pero, para entonces, su progenitora había perdido la razón y era internada en un asilo durante algunas épocas. De Araujo se tienen pocos recuerdos y casi nada de su obra plástica subsiste.
En los escritos judiciales que Lastenia planteó en contra de estos atropellos, insistió en que siempre cuidó y amó a sus hijos.
Su trabajo
De esta época queda una bella y bien realizada acuarela que titula Madre e hija .
En la exposición de 1935 del Diario de Costa Rica , Araujo exhibió un tríptico pictórico que llamó Trabajo-Descanso-Hogar . Expuso como artista salvadoreña junto a José Mejía Vides, José Santos, L. A. Cáceres y M. Ortiz Villacorta.
También mostró cuatro obras, en la sección de Artes Decorativas, junto a Salarrué y a otros compatriotas. Tenían una fuerte posición indigenista y social, que era la política cultural del Martinato (la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez), gobierno salvadoreño que Costa Rica no reconocía.
Sin embargo, en la octava Exposición de Artes Plásticas, un año después, expuso ya, junto a los artistas costarricenses, siete cuadros. En Chinitas de palo (muñecas de madera), utiliza un nombre coloquial salvadoreño; en las otras cuatro obras expone su visión femenina: Campesinas , Retrato , Lavanderas y Maternidad . Estas pinturas nos dan la idea de su preocupación por situaciones en que la mujer está en desigualdad y forman parte de la transformación de los procesos estético-políticos que marcan la memoria de nuestro arte.
En 1936, el maestro Joaquín García Monge fue osado al publicar en el Repertorio Americano , por primera vez, grabados y caricaturas políticas hechas por mujeres: los de Emilia Prieto y de Lastenia Araujo de A. Las cáusticas xilografías de esta última artista criticaban muy fuertemente a Franco y al nazismo y exteriorizaban su posición de izquierda. Aunado a esto, su amistad con Emilia Prieto generó más roces con su marido, sobre todo por el proceso de emancipación que Lastenia experimentaba.
Aportes
Su obra plástica rompió esquemas, ya que se apropió de la pintura, la caricatura y la xilografía para testimoniar y reflexionar sobre su tiempo y su condición de mujer; contribuyó, a la vez, a revolucionar el lenguaje y las formas de representación. Desde una perspectiva crítica, visualizó las estructuras del poder masculino y cuestionó los principios autoritarios que sufría.
La artista era buena dibujante y tenía gran destreza en el manejo de la gubia sobre la madera, pues estaba acostumbrada a manipular herramientas y trabajar largas horas ayudando a hacer zapatos en la fábrica familiar.
Era trabajadora y constante, según lo demuestran varios escritos de personas quienes ofrecieron su testimonio a favor en el juicio para recuperar a sus hijos y su patrimonio, lo cual no logró. Siguió pintando y firmando, extrañamente, con el apellido de su marido, como aparece en uno de los pocos cuadros que la sobreviven, realizados en 1953. Su salud mental se deterioró..
¿Casualidad?
Y es en este tema en el que interviene el destino: ¿por qué a mí se me mete, entre ceja y ceja, buscar información acerca de ella? ¿Por qué me atrae un personaje olvidado y oscuro? Bueno, el pasado y el presente tienen un camino común. Busco en mis recuerdos de niñez y encuentro a una viejecita jorobada, su cara arrugada mostraba una capa de polvos blancos y unos ojitos pequeños y vivaces: doña Asunción, se llamaba. Mi abuelo era su abogado desde hacía unos pocos años y yo, que me iba a su bufete a la salida de la escuela, a veces me la topaba y me impresionaba lo difícil que le era caminar. Según me decían, llegaba a hacer diligencias de su hija enferma, a quien el marido había despojado de todo.
Nunca más volví a saber de ella; desapareció de mi memoria hasta hace poco. Estaba en proceso de deshacerme de cosas supuestamente inservibles en la casa de mis padres cuando, en el fondo de una caja de cartón, entre numerosos papeles, mis manos encontraron un sobre amarillento con un nombre que hace que mi memoria dé un violento salto al pasado; con letras azules y con la caligrafía inconfundible de mi abuelo, aparece Lastenia Araujo…
Doña Asunción, la viejita, murió sin poder hacerle justicia a su hija y hasta ahora sé que era la madre de la artista que tanta curiosidad me había causado.
Esta es, solamente, otra historia de iniquidad; a diferencia de lo que suele ocurrir, ahora Lastenia Araujo debe renacer, para darle crédito a la artista que, junto a Emilia Prieto, fue de las primeras en tomar una posición social y política valiente mediante el humor gráfico y la pintura. Trataremos de sacar a la luz parte de su obra; no la dejaremos fuera, construiremos su historia junto con la de otros marginados en el país y en Centroamérica.
¿Estaba escrito que yo debía hacerlo, ya que la ley no le dio la razón a su madre y a mi abuelo –su abogado–? El destino nos hace jugarretas y, tal vez, el azar no existe…