Para ser una buena persona podría no requerirse del ejercicio de la lectura, pero esta práctica ayuda al ser humano a ser más eficiente en términos cognitivos en una sociedad que lo demanda.
Ante la pregunta de cómo hacemos para que la gente lea más, el escritor Luis Chaves pone sobre el tapete una reflexión: ¿es importante leer?, ¿leer qué?
No somos ni buenos ni malos si leemos o no libros y literatura; no es un acción moral –aunque dependiendo de las lecturas que hagamos podríamos sentirnos desmoralizados–.
Según investigaciones de la neurociencia sobre el aprendizaje de la lectoescritura, ser letrado transforma nuestro cerebro, pues esas materias llamadas gris y blanca se ensanchan y generan más redes, permitiendo al ser humano desarrollar destrezas que lo harán funcional en una sociedad con una cultura que coloca a la alfabetización y la educación como una prioridad, un derecho fundamental.
Plantear de manera binaria la premisa de “somos más si leemos, somos menos si no” no es el objetivo de este acercamiento a la discusión de cómo hacemos para que la gente lea más. Tal debate se hace urgente en un país que, según la Encuesta Nacional de Cultura publicada en el 2014, el 51,4% de la población no leyó en los 12 meses previos a la consulta.
Ese porcentaje no es insólito si lo comparamos con los datos del reciente informe La lectura en España 2017 , que concluye que cerca de un 40% de los ciudadanos no leyó ni un libro en 2015.
Esos resultados en España han puesto en alerta al gobierno, que ha propuesto un Plan Nacional de Fomento de la Lectura incluido en el llamado Plan 2020 de Acción Cultural, según El País .
En Costa Rica, representantes de sectores vinculados con el libro reclaman una iniciativa similar. Al ser entrevistados, recalcan la necesidad de definir una política de Estado para lograr que los ticos leamos más.
Cruzada
La cruzada en favor de la lectura es una tarea asumida por distintos actores sociales e individuales, quienes, dispersos, intentan poner su granito de arena en tan sensible, loable, pero, a la vez, frustrante propósito.
Campean en la batalla desde el Ministerio de Educación Pública (MEP), el Sistema Nacional de Bibliotecas (Sinabi) del Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ), pasando por las editoriales estatales e independientes, hasta la Cámara Costarricense del Libro y la Asamblea Legislativa, por mencionar solo algunos.
El debate se encuentra en el tapete una vez más. Recientemente, el diputado del Frente Amplio José Ramírez presentó el proyecto de ley N.° 20.271, que propone exonerar del impuesto arancelario del 1% a la importación de libros.
El legislador esgrime el argumento de que cualquier país avanzará en la medida en que su sistema educativo se fortalezca, y que abaratar el costo de los libros, y por tanto ampliar el acceso a estos, podría aumentar el nivel de la lectura.
“Sabemos que eso no va a resolverlo todo, pero es un paso importante para motivar a que el costarricense lea más”, expresó Ramírez, quien agregó el imperativo de una política nacional en el tema.
Su preocupación se basa en datos de la Encuesta latinoamericana de hábitos y prácticas culturales del 2013, realizada por la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), que revela que Costa Rica es el país con menor consumo de libros de la región, con un 2,7 libros anuales por persona.
De acuerdo con Ramírez, es contrastante que el 97% de la población sepa leer, pero solo el 20% lo haga por gusto, según la consulta sobre prácticas culturales llevada a cabo por el MCJ y el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), en el periodo 2010 y 2011.
Sobre este proyecto de ley, Luis Bernal Montes de Oca, presidente de la Cámara Costarricense del Libro, manifestó que la exoneración no representa una reducción significativa de los precios, pues el país posee un mercado pequeño.
En cambio, señaló el impacto positivo de reducir los costos de los insumos que actualmente encarecen el monto final del libro producido localmente. Para Montes de Oca, esa es una de las propuestas que debería de formar parte de una política estatal en la materia.
“Tiene que haber una política de país para el fomento de la lectura, para el desarrollo del libro, para que realmente haya coherencia, y que no sea una decisión de gobierno que cambia cada cuatro años. En el caso del libro, no hay un apoyo sustancial”, acotó.
En relación con el rol del Ministerio de Cultura y Juventud en el sector, aparte de las bibliotecas del Sinabi, la entidad asigna presupuesto al programa denominado Colegio de Costa Rica, que sin más personal que su coordinador, se encarga de otorgar becas para promoción de proyectos de escritura e investigación literaria.
El MCJ coproduce con la Cámara la Feria Internacional del Libro cada año desde el 2013, pero desactivó el Consejo Nacional del Libro, decisión que lamentaron tanto Montes de Oca como la jefa de producción editorial de la Editorial Costa Rica, Marianela Camacho.
“No tenemos políticas nacionales con respecto al fomento de la lectura, al libro, no existen; cada editorial, la Cámara, los autores, los ministerios de eduación y cultura, cada grupo genera sus propias estrategias con las herramientas que tenemos, pero no es suficiente”, manifestó Camacho.
Institucionalización
El posible mejoramiento de la calidad lectora de los costarricenses está estrechamente vinculado con las acciones del MEP, entidad que ejecuta actividades curriculares emanadas del acuerdo 023005 del 2005 del Consejo Superior de Educación (CSE), y que a la vez aplica planes de estudio renovados desde el 2014 y 2015, para primer y segundo ciclo.
La asesora nacional de español de esas dos etapas del MEP, Evelyn Araya Fonseca, considera trascendentales estas normativas porque sientan las bases de cómo el fomento de la lectura compete a todos.
Entre otros aspectos, el acuerdo instituye que todo centro educativo debe dedicar diariamente 20 minutos a la lectura, contar con un equipo interdisciplinario que cada año realice un diagnóstico para determinar necesidades y proponer acciones remediales en ese campo.
“Nosotros hemos defendido que, antes de educar al niño, la idea se le vende al maestro, porque nadie puede contagiar de amor hacia los libros si no es amante primero”, afirmó Araya. Con este objetivo, sensibilizan a los docentes mediante capacitaciones en las distintas regiones del país.
La malla curricular se fundamenta en la trascendencia del disfrute de la lectura, no como una tarea, no para ser un mejor ser humano, o para tener riqueza léxica y mayor fluidez lectora, o mejorar la escritura y la ortografía, todos pluses derivados de la práctica. Para Araya, es placer, gozo, amor e identificación con el libro.
El exministro de Educación Pública Leonardo Garnier también es un abanderado de la promoción de la lectura y de la fluidez lectora, aspecto que considera vital para que las personas disfruten de la actividad.
“Si a la gente le cuesta leer eso la va a frenar, pues a diferencia de comerse una hamburguesa o de tomarse una Coca-Cola, requiere de una destreza, no es el consumo confortable de lo fácil”, apuntó Garnier.
De acuerdo con su experiencia, en el país de nuevo se reconoce que aprender a leer es un proceso sistemático, en el que se desarrolla la conciencia fonológica, la decodificación, el reconocimiento de los signos y la sistematización, para llegar a la fluidez.
“Yo diría que las reformas que hicieron en primer ciclo van en una buena dirección y sobre todo enfatizan en que los chiquillos tienen que llegar a tener fluidez, que involucra un elemento de técnica lectora”, señaló el exministro.
Sobre el rol de la familia en la práctica, Garnier comentó que “ahí se abre la brecha de clase en vez de cerrarse; no podés pedirle a los papás –que con costos hicieron primaria y que no tienen una cultura lectora–, que sean el apoyo a sus hijos”, expresó.
Garnier considera que la gente no lee por ser una actividad solitaria. Para lograr socializar esta práctica considera pertinente que las editoriales y el MEP pongan de moda libros, es decir, echen mano al fenómeno de los bestsellers.
“Cuando vos lográs que todo el mundo se enganche con la misma obra, se te vuelve un tema de conversación, un asunto de identidad y generás un fenómeno lector, que no hemos logrado entender bien, pero las empresas comerciales sí”, comentó.
Para el exfuncionario, las universidades también tienen la tarea de mejorar las técnicas lectoras de los estudiantes de profesorado, para desarrollar capacidades histriónicas y de lectura en voz alta.
“Siento que hay un punto débil que viene de la propia universidad: que los docentes aprendan a disfrutar de la lectura, que cuando lleguen al aula, leer sea un gozo”.