Es un conversador nato, de esos que no temen abordar tema alguno y que, en cuestión de segundos, se sumergen en honestas reflexiones y respuestas acerca de su vida –incluso los episodios dolorosos– y obra.
Ese también es Leonardo Padura Fuentes, uno de los escritores contemporáneos más destacados de América Latina, autor de novelas, cuentos, ensayos y guiones, y un hombre de 61 años que encontró en su Cuba natal la materia para crear textos que se vuelven universales.
El autor de Herejes , El hombres que amaba a los perros y la tetralogía Las cuatro estaciones visitará Costa Rica esta semana para hablar de sus libros y trabajos para cine, así como de un gigante de la literatura cubana: Alejo Carpentier.
Hace unos días, con la banda sonora de la ciudad de La Habana de fondo, el escritor nos condujo, durante poco más de una hora, por su decisión de quedarse en Cuba, su necesidad de aferrarse a su tierra, sus miedos, algunos detalles de su vida personal y sus convicciones literarias.
–Usted se quedó en la isla y ha dicho que no todos son capaces de “imponerse sobre sus miedos”, sin juzgar a los que se fueron. Ahora, haciendo un balance, ¿qué piensa acerca de su decisión de quedarse? ¿En qué momento decidió quedarse en Mantilla (su barrio querido en La Habana?
– Esto tiene que ver con la vida de las personas, la vida de la gente se va haciendo de maneras que a veces no son predecibles; van ocurriendo acontecimientos y decisiones que después se suman, se concatenan y se convierten en la vida de una persona. ” Decidí seguir viviendo en Cuba como algo absolutamente normal: es lo que quería hacer, es lo que tenía que hacer, en una época económicamente muy difícil para el país en la que no teníamos nada: faltaba la electricidad, faltaba el papel… Yo estaba en el principio de un momento creativo muy importante y decidí que lo más importante era la creación. Me quedé en Cuba escribiendo en condiciones muy precarias en lo económico, sin tener editores en Cuba ni fuera de Cuba. Y también fue porque siento un fuerte sentimiento de pertenencia y creo que pertenecer a un contexto, a una cultura, a una identidad es básico para mí. Todas estas cosas se dieron de manera natural.
”Tal vez lo más cerebral, pensado, fue el hecho de buscar ese espacio para poder escribir, un espacio físico y un espacio emocional en cuanto a cercanía con los conflictos que yo quería reflejar”.
–Fue una decisión muy arriesgada: la precariedad que tuvo que enfrentar en ese momento creativo fue grande y a veces lo que uno quiere en esos momentos es huir…
–Sí, pero a veces uno huye hacia adelante, a veces huye hacia atrás, a veces huye hacia los lados, a veces huye sin moverse. Creo que mi huida fue afincarme más a mi contexto, a mi sitio, a mi cultura que era indispensable para poder escribir la obra que quería escribir y que he podido escribir en estos años.
–¿Fue su forma de afrontar el miedo?
–Mmm, pienso que sí. Y a veces hay otros miedos. A veces pienso que lo que estoy escribiendo puede traerme complicaciones, pero no tengo otra alternativa. Allí sí era huir hacia adelante, hacia donde creía que debía llegar con mi literatura, mi periodismo, el cine que he hecho y lo que sigo haciendo.
–En sus libros hay referencias y momentos muy críticos con Cuba y su realidad. Desde los prejuicios que tengo sobre lo que permite o no decir el régimen en Cuba, me pregunto cómo ha podido ir tan lejos. Es decir, ¿cómo ha podido crear dentro de Cuba?
–Desde fuera suelen verse las cosas peores de lo que son. Si examinas la literatura, el cine y el teatro cubano de los últimos 25 años verás que se dicen infinidad de cosas que pudieran parecer imposibles de decir y se dicen aunque puede ser que sufras cierto grado de censura. Sin embargo, el hecho creativo está presente. En mi caso, he tratado de empujar los techos de tolerancia, avanzar siempre un poco más porque lo necesito como escritor y lo necesita la obra que estoy escribiendo, a veces de manera conceptual, a veces de manera argumental.
”Creo que se ve con demasiado prejuicio la realidad cubana. No quiero decir con esto que no exista la censura, que no exista el silenciamiento, que no exista la marginación, pero existe también el espacio para crear esas obras si uno está dispuesto a hacerlo; si tienes que pagar ciertas consecuencias, pues las pagas”.
–¿Qué significa “pagar las consecuencias”?
–Hay ejemplos concretos: por ejemplo, la película Regreso a Ítaca , de la cual soy guionista, fue excluida de un Festival de Cine de La Habana, donde ya estaba programada. Después de muchas peleas, por parte del organizador y todo el gremio de cineastas cubanos, logramos que se pusiera en un festival de cine francés en dos ocasiones. Pero nunca se ha visto en el circuito de cines comerciales ni se ha visto en la televisión. Ahora mismo, la serie Las cuatro estaciones ha circulado en Cuba de manera alternativa; se puso una película en el Festival de Cine de La Habana y no se han programado ni se ha hecho ninguna gestión para programar otras películas. Mis libros, todos se han publicado en Cuba, y circulan en ediciones pequeñas por diversas razones , que tienen que ver con falta de papel, o con cantidades que se convenían previamente por temas de derechos de autor y otras consideraciones .
”Soy una persona a la cual le hacen cuatro o cinco entrevistas a la semana y, prácticamente, ninguna de ellas me la hacen los medios cubanos”.
–A pesar de que en Cuba todo mundo lo conoce y siempre tienen algo que decir de usted, de su obra, de su familia… La obra se mueve por otros lugares.
–Sí, sí, hay caminos alternativos. Estamos en una época diferente a la que se vivía hace 40 o 50 años, donde por ejemplo un libro solo podía circular impreso, ni siquiera en fotocopias porque no había fotocopiadoras… Hoy en día, con los soportes digitales, circulan mucho más las obras, tanto las literarias como las audiovisuales; pero, además, hay un mercado internacional, en mi caso, que publica los libros y muchos de esos libros entran en Cuba. ”A diferencia de muchos otros países en que muchos compran un libro para leerlo él, su esposa y luego lo pone en su biblioteca o lo bota si no le gusta, en Cuba ese libro lo lee el que lo trae, la esposa, los hijos, la suegra, los vecinos, los vecinos de los vecinos y los otros vecinos. Cuando te das cuenta lo han leído 40 personas”.
Hace unos días fui a ver a un médico amigo mío, le llevé un ejemplar de una novela mía y me dijo: ‘Este no sale de mi casa hasta que yo lo vea’. Él está haciendo su tesis de doctorado, está muy complicado y no ha tenido tiempo para leer literatura, pero me dijo: “Este no sale de mi casa porque de los otros que tú me has regalado, la mayoría los he prestado y no me los han devuelto”.
–Siempre es una tarea un poco ingrata esa de prestar libros y luego acordarse quién los tiene…
–Siempre digo que los libros, uno se los presta a un amigo; uno nunca le prestaría un libro a un enemigo, así que son los amigos los que no te devuelven el libro después.
–La Habana es probablemente el personaje que está en toda su obra: novelas, ensayos, cuentos, guiones… ¿Qué relación tiene con este personaje y en qué se le ha convertido ?
–Un novelista, sobre todo, lo que tiene es una ciudad, un novelista pertenece a una ciudad. Yo soy un escritor de La Habana y, más que de La Habana, soy un escritor de un barrio de La Habana y eso me ha dado una perspectiva en muchos sentidos de la vida, no solo literarios, sino como la persona que soy. Este es el espacio en que mis personajes realmente encuentran su dimensión, su forma de ser y su sentido de la vida; sin ese contexto sería prácticamente imposible haber desarrollado un trabajo narrativo.
”El espacio físico es esencial en la novela, en el relato, en el cine, porque los acontecimientos ocurren en un espacio determinado y ese espacio es La Habana. Aunque en ocasiones los argumentos de mis novelas me han llevado a otras partes del mundo, que puede ser desde el Moscú de Shújov hasta la Ámsterdam de Rembrant, siempre parto y regreso a La Habana”.
–Es como su vida misma: va y viene, pero siempre regresa a Mantilla. ¿Cómo es esa Ítaca?
–Es el lugar necesario, es el lugar imprescindible; por supuesto, es el lugar de mi casa. La palabra hogar puede tener interpretaciones un poco edulcoradas, pero es mi hogar y por eso prefiero llamarla Ítaca, el sitio donde uno pertenece, de donde uno salió y al cual regresa. Mi trabajo de escritura lo hago aquí, en mi mesa, en mi casa y, por eso, es tan importante.
”El contexto que me rodea es tan importante porque es lo que me alimenta como escritor: las historias que oigo, el contacto con las personas, lo que piensan, lo que dicen, lo que no dicen, lo que sienten, las esperanzas, las frustraciones; todo eso me va enriqueciendo”.
–Ha dicho que Cuba es un país desproporcionado y que sueña con un país un poco más normal, en el cual todos puedan tener un trabajo digno. ¿Alguna vez Cuba ha estado cerca de ese sueño? ¿Le parece que, incluso en este contexto tan cambiante en la actualidad, sigue siendo una quimera?
–La desproporción cubana ha sido esencial para ser lo que somos, en el buen y en el mal sentido, en la buena y en la mala experiencia. Cuba es un país cuya cultura, deportes o política han tenido una proyección mucho más grande que la geografía de la isla. ”En el siglo XIX, Cuba era un sitio esencial en lo que quedó del imperio español en América, y La Habana era una de las ciudades más importantes de América Latina. La cultura de esos años produjo grandes poetas de la lengua española: José María Heredia, Julián del Casal y José Martí, tres revolucionarios de la poesía. Siempre ha habido esa enorme desproporción. Después hubo una revolución socialista frente a los Estados Unidos, con una atención universal siempre muy grande, que ha sido favorable y desfavorable.”Nosotros, los cubanos, aspiramos a más precisamente por esa desproporción que nos ha acompañado desde los orígenes de Cuba como país y cultura independiente desde principios del siglo XIX.”Yo, a veces, soy un poco pesimista, pero me impongo ser optimista en cuanto a un futuro en que las cosas puedan ir mejores para el país, en lo económico fundamentalmente, que es el tema que más afecta a la gran mayoría de los cubanos. Ojalá que esta desproporción nos sirva para poder tener una mejor proporción económica”.
– Hablemos un poco de literatura... José Martí, Alejo Carpentier, José Lezama Lima, Guillermo Cabrera Infante, ¿qué significan para usted estos escritores? ¿Cómo se siente como heredero de esta tradición?
–Pues mira, ser un escritor cubano y saber que uno viene de una tradición que tiene nombres como los que mencionas y como Heredia, Casal, Eliseo Diego, Virgilio Piñera…; en fin, una enorme cantidad de escritores que son referentes de la cultura latinoamericana y, en muchos casos de la literatura universal, significa saber que detrás de uno hay una solidez cultural muy importante. Aunque Hemingway decía que uno debe pelear con los muertos, creo que uno debe aprender a convivir con los muertos y saber que esa literatura que lo antecedió crea un sustrato muy sólido y un compromiso también muy grande a la hora de escribir. Saber que uno puede escribir novelas que pueden estar cerca del mundo de Guillermo Cabrera Infante, de Alejo Carpentier, o de Reinaldo Arenas, crea un compromiso y lo asumo con orgullo y con cautela porque sé que siempre voy a ser comparado con esos grandes nombres que me han precedido .
–Tiene una relación especialmente cercana con Carpentier –ha escrito mucho sobre él–, incluso en Costa Rica dará una charla acerca de él. ¿Qué le ha dejado Carpentier, qué le provoca?
–Carpentier es, sin duda, el gran novelista cubano del siglo XX y el estudio de su obra literaria, periodística y ensayística fue muy importante para mí porque lo hice justamente en el momento que empezaba a escribir mis novelas. Hice un estudio muy profundo de Carpentier, que resultó en un ensayo de 600 páginas, sobre el concepto de lo real maravilloso en su narrativa. Me permitió tener una idea de qué es ser un escritor latinoamericano, cuáles son sus responsabilidades y posibilidades, cómo debe enfrentar su cultura en un contexto universal.
”De las lecciones de Alejo Carpentier, la más importante es entender que América Latina es un continente en que todo está por decir, todo hay que explicarlo una y otra vez porque son realidades cambiantes, relativamente nuevas y muy específicas.
”Cuando uno trabaja con lo específico, con lo nuevo, con lo cambiante, pues puede tener la tentación de explicarlo y no hay que explicarlo, hay que mostrarlo y, al hacerlo, tiene que buscar uno la forma de que esa revelación de una realidad, de un contexto, de una circunstancia, tenga una conexión con lo universal.
”Por eso, uno de mis credos está fundado en una frase de Miguel de Unamuno que Carpentier la utilizó para hablar de la obra musical de Heitor Villa-Lobos, gran compositor brasileño, y esa frase dice: ‘Hemos de hallar lo universal en las entrañas de lo local y en lo circunscrito y limitado, lo eterno’. He tratado de ser un practicante de ese principio con mi literatura y mostrar la peculiaridad tan peculiar de la realidad cubana y, a la vez, conectar con una realidad universal, a través de elementos que nos pertenecen a todos. Las constantes de la condición humana son universales y he tratado de reflejar, desde una perspectiva cubana, lo que humanamente nos puede afectar a todos en cualquier parte”.
–¿Son la novela policiaca y la novela histórica instrumentos de la novela social? ¿Lo concibe así o nacieron como otra cosa?
–No, no; siempre tengo una perspectiva social de mi trabajo, de lo que quiero decir con mi literatura. La primera pregunta que me hago cuando voy a empezar una novela es para qué voy a escribir. Esa respuesta tiene que ver con el contexto social al cual quiero aludir, del cual quiero hablar. Ante los géneros siempre tengo una posición utilitaria: los utilizo para hablar de una realidad social específica como es la cubana.
–La génesis de sus novelas surge de una necesidad…
–De una necesidad, de una experiencia, de un conflicto que viene de la realidad; pueden ser de carácter muy personal o de carácter más abierto, por ejemplo, de carácter generacional.
”Soy un escritor que alude mucho a los conflictos de mi generación, a las expectativas, frustraciones, esperanzas, deseos, derrotas…. pero siempre con una conexión con lo concreto. Como soy un escritor que tiene muy poca imaginación no puedo darme el lujo de estar fantaseando, tengo que aferrarme a la realidad para poder escribir.
–Podría definirlo como un persistente irredimible.
–Sí, soy un persistente; trabajo todos los días. Sufro cuando el trabajo no va bien, disfruto cuando va saliendo, me preocupo cuando voy terminando un libro porque no sé si podré escribir otro: si tendré capacidad, si tendré imaginación, siempre en ese conflicto que es el hecho de crear. Además de que vivo de literatura, sobre todo vivo para la literatura.
–En su vida tiene un rol fundamental su esposa, Lucía López Coll , que siempre lo acompaña y es una de sus primeros lectores, quizá la más despiadada . ¿Cómo ha sido su vida juntos?
–Imagínate, es una relación que ya va a cumplir 40 años; es decir, las dos terceras partes de mi vida las he vivido con ella. Si hablamos de mi vida consciente, es más. Si hablamos de mi vida adulta, es toda. Nos conocimos en la época en que estudiábamos en la universidad, ella es cuatro años más joven que yo y empezamos una relación de novios; yo todavía no escribía. Es la persona que me ha visto pasar este proceso de incertidumbre, dudas, miedos, sacrificios para poder escribir y ella también ha podido disfrutar de los momentos de éxito, júbilo, alegría, que he tenido gracias a la literatura.
”Ha sido mi compañera, pero ha sido también colaboradora en mi trabajo todos estos años. En la literatura, ha sido mi lectora y mi crítica, la persona con la que voy confrontando todo lo que se me va ocurriendo, la que primero escucha mis incertidumbres y mis hallazgos. También ha sido una gran colaboradora en la escritura de cine , es algo a lo que siempre digo que no regresaré y siempre regreso ; ha trabajado conmigo algunos guiones que nos han firmado. Tu sabes que en el cine de cada 10 proyectos que se empiezan, se hacen 0,05 y tenemos por allí dos o tres guiones que no se han hecho. Estamos ahora mismo escribiendo un nuevo guion. Me da mucha confianza trabajar con ella: tiene un espíritu crítico mucho más afilado que el mío; a veces me conformo con ciertas soluciones y ella siempre trata de darle vuelta a la tuerca para encontrar otra posibilidad y eso, en el caso del cine, es muy importante ”.
–Es imposible no hablar de otra persona muy cercana, que es Mario Conde, su álter ego. ¿Cuán parecidos son, cuán diferentes son?
–Mario Conde ha sido un hallazgo providencial para mi trabajo como escritor. Cuando escribí la primera novela con él, Pasado perfecto , no me imaginé que a través de este personaje que yo utilizaba para hablar de una realidad cubana en un momento de descubrimiento, de tanteos, de revelaciones, no imaginé que este personaje se iba a convertir en mis ojos en varias historias
”Mario Conde siempre ha sido mucho más libre que yo porque como él es el personaje, puede equivocarse; sin embargo, como soy el autor, tengo que ser más cauteloso y no equivocarme en cosas que pueden ser complicadas , y no estoy hablando de asuntos políticos . Es un personaje muy cercano porque es un hombre de mi edad, de mi generación, con mis experiencias, estudió en las mismas escuelas que yo, tiene amigos parecidos a los míos, vive en un barrio similar al mío…”.
–Hasta en que no bailan y la excepción es que él toma ron y usted prefiere el vino…
–No bailamos; sin embargo, él se atreve, aunque es muy malo y lo reconoce. Con respecto al ron, tiene una capacidad que le envidio, pero que ni remotamente se acerca a la mía.
–¿Qué le hace falta contar a Mario Conde y qué le hace falta contar a usted?
–Seguir hablando de lo que vamos viviendo. La novela que estoy terminando ahora tiene mucho que ver con ese estado mental y físico que significa cruzar la frontera de los 60 años. Con Conde, voy descubriendo muchas cosas de mi vida y evolución, así como la vida y evolución de Cuba. Con este personaje seguiré escribiendo algunos años más, si me es posible hacerlo.
–¿Le da vértigo acercarse a la vejez?
–Es muy jodido, es muy jodido. Por ejemplo, hace una semana me duele un pie, fui a ver a otro médico amigo mío y me dijo que es normal; le pregunté: ‘¿Qué es normal?’ y me respondió: ‘Que a los 60 años te duela el pie’. Me da miedo que empiecen los dolores, los achaques, la falta de capacidad física y algo que en algunos escritores resulta dolorosamente evidente: la pérdida de capacidad intelectual y capacidad crítica. Hay grandes escritores que alrededor de los 70 años han insistido en escribir cuando deberían dedicarse a otras cosas porque ya la literatura no se les da bien.
–¿Qué piensa del Mario Conde que hizo el actor Jorge Perugorría?
–Creo que Jorge Perugorría logró captar la esencia de Mario Conde. El Mario Conde de las novelas no es el mismo que el del cine porque el cine no es novela, es cine. Perugorría estudió mucho las novelas, conoce mucho a Mario Conde, al amigo de Mario Conde, a su realidad y, con todo eso creó una interiorización muy creativa del personaje. Yo estoy muy satisfecho; pienso que la serie en general, el director, los actores, los músicos, estuvieron muy bien; han logrado una serie que estéticamente tiene un nivel alto, por eso ha tenido esta recepción tan favorable en los sitios en que se ha distribuido. Y buena parte de la responsabilidad la tiene Jorge Perugorría encarnando a un Mario Conde verosímil y esencial.
–En sus novelas, en medio de las tormentas, frustraciones y la vida, hay humor, a veces bastante oscuro. ¿De qué le sirve el humor?
–En mi caso, creo que el humor se consigue por medio de la ironía. La ironía es un escudo para defenderse de agresiones y es una espada para agredir. Mario Conde es un personaje esencialmente irónico; lo era en su época de policía y es mucho más libre ahora. En esta novela que estoy escribiendo, tengo varios momentos en que me he reído mucho con algunas salidas de Mario Conde, en que utiliza la ironía para referirse a una situación concreta o más general. Es una manera de restarle gravedad a un problema, pero, a la vez, hacerlo más visible porque la ironía lo pone en un microscopio que aumenta las proporciones de lo que se está diciendo; por eso, trabajo tanto con la ironía y tengo estos personajes irónicos que me ayudan.
–¿El sentido del humor lo heredó de su madre?
–Sí, en mi casa, mi padre siempre fue un hombre excesivamente serio, no tenía sentido del humor y cuando trabaja de tenerlo, era lo peor que podía hacer. En cambio, mi madre es una persona que se ríe constantemente, se ríe de todo. Ella tiene 89 años, está en perfectas condiciones mentales, todos los días lee un par de horas en la terraza, lee mis novelas, lee otros libros, lee los periódicos; intelectualmente está muy bien y físicamente también para tener esa edad. El otro día andaba con una brocha pintando todo lo que se encontraba; es un peligro dejarle una brocha y una lata de pintura a mi madre; pintó unos bancos, un lugar donde se ponen las papas y los boniatos… Después estuvimos hablando un rato, allí en la terraza, de la muerte y ella me decía: ‘Cuando me muera, ya tu sabes, me incineras’. Le dije: ‘No hay problema, aquí cerca de la casa hay un lugar donde queman basura; te llevo allí, después voy, recojo lo que queda y las cenizas las suelto en cualquier parte’. Ella se reía mucho con eso y provocaba más que yo le dijera estas cosas. Una persona que a los 89 años es capaz de burlarse de la muerte, te imaginarás que tiene un sentido del humor muy desarrollado.
–Esta anécdota me lleva a tocar un momento muy duro. Octubre del 2013, mes de la muerte de su padre y de Chorizo, su perro. Lo ha recordado como el peor momento de su vida y lo catalizó con un ataque de ansiedad que lo llevó al hospital creyendo que era un problema cardiaco. ¿Qué le dejó este ataque?
–Realmente aunque uno haga este tipo de chistes y trate de burlarse de lo inevitable que nos espera a todos, cuando llega puede ser un terremoto. Cuando murió, mi padre estaba en excelentes condiciones físicas; eso es lo más terrible porque yo estaba de viaje y, cuando regresaba, me hermano me dice que tuvo un infarto muy fuerte; murió a los cuatro días. Él estaba perfectamente tanto que el ataque le dio en casa de unos vecinos donde fue a hablar quién sabe qué cosas. Él había superado un cáncer que había tenido, 15 años antes. Murió y fue algo que me removió; por ser un hombre como él era, me alivió que tuviera una agonía muy breve, hubiese sido terrible para él haber pasado en cama durante años. Quince días después murió mi perro; yo siempre he tenido perro y, desde que murió Chorizo, no hemos vuelto a tener porque viajamos demasiado y no nos gusta tener los perros como si fueran perros, sino como si fueran parte de la familia. Siempre ha sido así; cuando yo nací, debajo de mi cuna dormía el perro de la casa, así que he tenido en mi olfato el olor a perro toda la vida (...).
”De pronto, no tener a mi padre, no tener a mi perro, me creo una sensación de vacío que creí que había asimilado de una manera muy normal y positiva. Explotó por donde menos lo esperaba y me llevó al hospital, afortunadamente fue solamente una manifestación de ansiedad, del estrés que había acumulado y que no había sabido canalizar de la mejor manera. La manera de afrontarlo de cada uno es diversa y no supe hacerlo de la mejor forma; afortunadamente, no terminó de la peor manera”.
–Periodismo y literatura, ¿cómo escoge cuál de estos sombreros usar? ¿Cómo trabaja cada ámbito?
–Los trabajo con la misma dignidad y con la misma intensidad y capacidad intelectual. Tengo presente que el periodismo tiene un fin diferente al literario, en un caso es informativo o valorativo sobre la realidad, en el otro caso es reflexivo y estético. ”La novela es el reino de la libertad y el periodismo es el de la funcionalidad; tienes que hacer funcional tu trabajo con el lector para que se dé esa relación con el lector que es más o menos inmediata. De todas maneras, siempre trato de asumir el periodismo con algo con un poco más de permanente que el hecho que se publique en un periódico hoy y mañana se publique otro texto; trato de que referirme asuntos que tengan una cierta permanencia, por eso soy un periodista que tiene cinco o seis libros de periodismo con trabajos que se han rescatados de periódicos. Textos que trabajé en los años 80 todavía hoy se publican en forma de libro o independientemente, se estudian en universidades, y eso para mí es una muestra de la seriedad y el respeto con que siempre he me he tomado el periodismo”.
–En este momento prefiere las crónicas de la vida cotidiana…
–Sí, fundamentalmente crónica porque ya no trabajo para ningún periódico o revista, y dedico una buena parte de mi tiempo a la novela. En los últimos años, incluso he decidido suspender colaboraciones fijas que tenía con agencias y con periódicos porque sentí que me robaba demasiado tiempo, cuando estoy de viaje, sobre todo, me cuesta mucho concentrarme. Llevar el trabajo de la trabajo de la escritura, el de la promoción y mantener esa espada de Damocles, que es la fecha de entrega de un texto para un periódico o una agencia, se me iba haciendo realmente muy estresante. Entonces, voy escribiendo lo que se me ocurre en momento que se me ocurre y, por fortuna, siempre hay periódicos o revistas que me publican los trabajos.
–Por último, en un mundo que lo combate ferozmente, ¿por qué sigue fumando?
–Pues porque soy un tonto, porque soy un escritor que he convertido el cigarrillo en parte del ritual de la literatura. Si he tenido la voluntad de superar otras dificultades, otros retos, de llegar a tener lo que tengo como escritor a pesar de no tener las capacidades o el intelecto que tienen otros, pues creo que tendré que hacerlo. Posiblemente el fin de la novela que estoy escribiendo sea el fin de mi relación con el cigarrillo por lo menos en 20 años. Tengo el sueño de que si llego a los 80 y estoy 20 sin fumar, yo creo que uno a los 80 ya puede hacer lo que le dé absolutamente la gana y volvería a fumar.
No se pierda estas actividades
29 de mayo, a las 6:30 p. m., en el Teatro Nacional: Conversatorio con el escritor cubana Leonardo Padura abierto al público.
30 de mayo, a las 6:30 p. m., en el Cine Magaly: Función de especial de la película Regreso a Ítaca y cineforo con Padura y el actor Jorge Perugorría.
31 de mayo, 10 a. m., en el Centro de Cine: Conversatorio sobre actuación con Jorge Perugorría.
31 de mayo, 7 p. m., en el Centro de Cine: Documental “Vivir y escribir en La Habana” sobre Padura; se departirá con el escritor y con el actor.
1.° de junio, a las 7 p. m., en la sede de la Academia Costarricense de la Lengua (frente a la Lehmann): Conferencia sobre el escritor cubano Alejo Carpentier con la participación de Leonardo Padura y los académicos.