El 22 de noviembre de 1884, una nota del semanario El Atlántico detallaba: “Hemos visto en el despacho del Ing. Lesmes Jiménez, el plano del que será parque Central. Si todo en este asunto se lleva a feliz término como el plano, creemos que San José se enorgullecerá con un lugar tan ameno como el que nos pinta don Lesmes”.
“Solo una pequeña observación queremos hacer. El kiosco (sic) debe ir en el centro de la plaza, aunque perezca la pila, que bien puede trasladarse a otra de nuestras plazas. Con gusto felicitamos al Ing. Jiménez, máxime cuando sabemos que sus trabajos los hace ad honorem ”.
Estudios y regreso
Hijo de Alejo Jiménez y Elisa Bonnefil, Lesmes Jiménez Bonnefil nació en San José el 27 de julio de 1860. Dueños de una gran fortuna, sus padres le brindaron –como a todos sus hermanos– una refinada educación.
Adolescente apenas, fue enviado a Burdeos adonde su abuelo Juan Jacobo Bonnefil, para que aprendiera la lengua francesa. Luego se inscribió en la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, bajo la tutoría del Cardenal Mercier; para graduarse, en marzo de 1882, como ingeniero en construcciones civiles y mecánicas.
Regresó al país ese mismo año y, al poco tiempo de estar aquí, fue llamado por su amigo Ferdinand-Marie, vizconde de Lesseps, a unírsele en la obra que emprendía la compañía francesa en el Canal de Panamá. Sin embargo, no pudo adaptarse al duro clima y tuvo que abandonar tan magnífica posición laboral.
De vuelta en Costa Rica, fue nombrado director de Obras Públicas, puesto que desempeño sin recibir retribución económica y en el cual desarrolló múltiples labores de su especialidad. Desde esa dirección, él realizó el citado diseño para el parque Central, que fue construido en 1885.
Ese mismo año, dada su inclinación marcial, cuando el presidente Próspero Fernández decidió ir a la guerra contra el general Barrios de Guatemala, Jiménez, con el grado de teniente coronel, fue encargado de una sección de tropa. Con ese batallón, llegó hasta Honduras, donde les sorprendió la noticia de la muerte de Barrios, y el consecuente fin del conflicto.
Recompensado al regreso con el grado militar inmediatamente superior, fue llamado de nuevo a las armas en 1889, cuando se suscitaron conflictos con Nicaragua durante la presidencia de Rafael Yglesias. Precisamente fue en esos años que tendría un pico en su actividad como ingeniero-arquitecto.
Obras de todo tipo
En efecto, en 1886, por encargo del obispo Bernardo Augusto Thiel, Jiménez comenzó la construcción del Palacio Episcopal, al costado sur de la Catedral; tal obra neoclásica la estrenó el prelado en abril de 1888.
Para entonces, encargado del diseño, empezaba también la construcción del Palacio de Justicia, en la esquina suroeste de las actuales avenida 2 y calle 6, y del Colegio Superior de Señoritas, en la esquina suroeste de avenida 6 y calle 3.
Entonces, el 30 de diciembre de 1888, el llamado terremoto de Fraijanes causó serios daños en la capital. Sin embargo, como informó la prensa, los edificios nacionales en construcción y dirigidos por el director de Obras Públicas –Colegio de Señoritas y Palacio de Justicia– no sufrieron daños.
Si la primera era más bien la remodelación de una vieja casa solariega, que se terminó en 1889, la segunda obra acabaría en 1893; de arquitectura neoclásica muy atenuada en el primer caso, pero de rigurosa aplicación del canon renacentista en el segundo edificio.
Neoclásicos a su vez serían solo algunos detalles del Hospicio de Huérfanos de San José, de 1889, que, en general, es una edificación criolla, de techos a dos aguas y compuesta de pabellones y patios internos, construida en mampostería de ladrillo. Con esa técnica constructiva, también edificaría por entonces la Aduana Principal, al este de la ciudad.
Volumétricamente, esta es una bodega longitudinal con cubierta a dos aguas y amplios aleros, con un monitor que le sirve de lucernario. Su arquitectura es un atenuado neorománico, cuyas reminiscencias medievales pueden leerse en sus pilastras y contrafuertes, en los rosetones y arcos rebajados de las puertas.
La complementaban el edificio administrativo de arquitectura victoriana. y la construcción de la actual calle 23, al norte de la cual, para comunicar más directamente con Guadalupe, diseñó y construyó Jiménez el viejo puente de arco sobre el río Torres.
De lo neoclásico a lo neogótico
Tras el terremoto de 1888 le habían encargado a los ingenieros Lesmes Jiménez y G. H. Latham el informe de los daños sufridos por los principales edificios públicos. Este concluía, entre otras cosas, que la iglesia de La Merced, entonces en calle 4 y avenida central, debía ser demolida.
La recomendación pública fue que dicho templo se reconstruyera, pero en la llamada Plaza del Hospital, manzana donde hoy se encuentra. Ahí, con planos elaborados por su colega Jaime Carranza Aguilar, construyó Jiménez, entre 1896 y 1903, el templo neogótico de Nuestra Señora de La Merced.
Diseño de Jiménez en esa estética medieval son los templos de San Vicente de Moravia, de San Rafael y San Isidro de Heredia, todos de la misma época, aunque se terminaron cuando él ya había muerto.
En julio de 1903, con el fin de normar el ejercicio profesional de la ingeniería, se fundó la Facultad Técnica de la República, cuya primera Asamblea General se celebró en la casa de habitación de Jiménez, su presidente provisional. Este había sido parte, también, del primer intento de crear en Costa Rica la carrera de ingeniería.
Fue por esa fecha que, en un retorno a lo neoclásico, diseñó y construyó, en la esquina noroeste de avenida 3 y calle 5, el edificio La Arena. De estampa parisina, en esa edificación, el primer piso simulaba ser construido en sillería de piedra, para servir así de pedestal al segundo piso, cuya profusión de puertas-ventanas contaba con balcones forjados que alternaban, en la cubierta, con una serie de buhardillas de dos aguas y claraboyas neobarrocas.
Por lo demás, ese oscilar entre lo neoclásico y lo neogótico en la obra de Jiménez, queda patente en sus obras en el Cementerio General, tales como los mausoleos de las familias Bonnefil, Quirós, Odio y Peralta, que se le atribuyen.
Mas, para principios del siglo XX, con la baja en los precios internacionales del café, la fortuna de los Jiménez Bonnefil fue a menos, así que Jiménez fundó, en 1906, con el comerciante colombiano José María Castillo como propietario, la fábrica de “mosaicos” –en realidad, baldosas hidráulicas– que, pasado el tiempo, se convertiría en compañía constructora.
Eso solo sucedería luego, tras el fallecimiento del ingeniero-arquitecto y de la mano de su enérgica esposa doña Adela Gargollo Freer, pues Lesmes Jiménez Bonnfil murió el 24 de junio de 1917.
En su funeral, el prolífico diseñador y constructor josefino fue objeto de los honores militares que le correspondían como general de división, y sus restos reposan en la célebre pirámide del Cementerio General.