Dolores Fernández Caballero, mejor conocida como Lola Fernández, fue declarada ciudadana de honor de Costa Rica este martes 22 de marzo.
La comisión permanente especial de honores de la Asamblea Legislativa aprobó la iniciativa planteada por el diputado independiente Dragos Dolanescu para destacar los logros y aportes de la artista al legado cultural costarricense. Ella nació en Cartagena, Colombia, pero migró a los 4 años a nuestro país.
En el expediente número 22.811 se lee que “en cumplimiento de la normativa esta gran artista ha dedicado toda su vida a ser un referente en las artes plásticas en nuestro país, aportando con su talento al desarrollo del arte figurativo costarricense, transmitiendo a través de este el uso de símbolos caligráficos críticos sobre temas como la violencia, pobreza y marginación”.
“Lola Fernández es una luchadora a favor de las luchas sociales plasmándolas en sus exposiciones, lo que la ha llevado a presentarlas tanto en forma individual, así como en conjunto con otros artistas a nivel mundial”, dice el texto. “Queda demostrado su respeto, fortalecimiento y aportes al arte costarricense, a través de sus obras, lo que le ha permitido llevar en alto el nombre de Costa Rica a nivel nacional e internacional, lo que ha contribuido a la formación artística, cultural y cívica, lo que la hace merecedora de obtener el título de Ciudadana de Honor”.
Carrera prominente
La artista, de 95 años, es un referente del arte abstracto en Costa Rica.
Inició sus estudios en la Academia de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica, luego se formó en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Bogotá, donde obtuvo el título de “Especialización en Pintura”, y luego volvió al país como docente.
“Yo me dediqué a la docencia desde muy joven porque no pretendía vivir de vender cuadros. Apenas hubo una vacante como docente me la dieron. Trabajando, apliqué por una beca en Italia y ahí comenzó lo grande”, dijo la veterana artista en una entrevista para Viva en el 2018.
En 1954, Fernández emprendió un viaje hacia la Academia de Bellas Artes de Florencia, en Italia, donde permaneció tres años.
Por supuesto que su visita a Italia, que le desataría viajes de estudio a toda la zona mediterránea, significó un descubrimiento de cualidades e intereses. Una de sus indagaciones más profundas fue el descubrimiento del arte abstracto.
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“Allá fue donde conocí lo que me gustó. Si yo iba a atravesar el Atlántico era para conocer a profundidad el arte. Por supuesto que allá también había profesores rígidos. Recuerdo uno que me descubrió pintando abstracto y se puso furioso al punto de querer destruir lo que estaba haciendo. Yo no me quedaba con las ganas y seguía pintando en la casa, porque igual se hablaba y se estudiaba lo abstracto”, recuerda Fernández.
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Cuando la artista se fue de Costa Rica hacia su expedición europea, no había escuchado palabra alguna sobre el arte abstracto. La eclosión del movimiento ocurría muchísimo más allá de las fronteras centroamericanas y ella misma confiesa que le hubiese dificultado encontrarse cómoda con los movimientos pictóricos que se realizaban en el país.
“Se estaban haciendo otras cosas que también son muy interesantes. Cuando yo regresé del viaje, vi que lo que se hacía acá era muy bueno y muy difícil: era nada menos que pintar el país. Yo me dije ‘qué bien lo hacen, ¿para qué voy a hacer esto?’” , dice la artista al recordar la obra de Margarita Bertheau, Teodorico Quirós y Francisco Amighetti, quienes fueron también sus maestros. “Yo sentía que quería hacer algo diferente y definitivamente el abstracto me daba esa oportunidad”, asegura Fernández.
Fernández también ha obtenido distintos logros a lo largo de su carrera, entre los que destaca el Premio Nacional Aquileo Echeverría en Pintura en 1977, el cual repitió en 1989. En 1995 se le otorgó el Premio Magón, máximo galardón sobre labor cultural en el país, y en el 2007 ganó el Premio Teodorico Quirós, otorgado por el Museo de Arte Costarricense. Además fue mariscal del Festival de la Luz en el 2011.