La alegría de Argos trae cola; la mueve sin sectarismos: de izquierda a derecha. Argos , el perro, da vueltas como un pensamiento alrededor de un filósofo cuando su dueño llega a su casa: Luis Camacho Naranjo , un lógico notable y uno de los más firmes defensores de la filosofía científica en nuestro país; pero... ¿ Argos ?
–Se llama como el perro de Ulises en la Odisea. Argos muere luego de reconocer a su amo después de muchos años de no verlo –explica Camacho.
La biblioteca de Luis Camacho es tan grande que le han puesto una casa, y allí vive el filósofo.
En marzo último, Camacho recibió el Premio Áncora de Ensayo por su libro La ciencia en su historia (EUNED), un relato vivo y didáctico sobre los personajes y los descubrimientos científicos en los últimos 3.000 años. Luis Camacho es doctor en Filosofía por la Catholic University of America (Washington) y preside la Asociación Costarricense de Filosofía. Ha sido profesor de filosofía en la Universidad de Costa Rica.
Entre sus libros figuran Pre-Conceptual and Pre-Analytical Inductive Experience (1972), Introducción a la lógica (1983), Ensayo sobre la mediocridad (1992), Lógica simbólica básica (2003), Ciencia y tecnología en el subdesarrollo (1993), Tecnología para el desarrollo humano (2005) y Lógica en la literatura y en la enseñanza del español (2008). Luis Camacho es también miembro del filosófico Círculo de Cartago.
Conversamos con el filósofo.
–¿Cómo se ubicaría usted en las tendencias filosóficas?
–Me situaría dentro de la filosofía analítica, que se caracteriza por su gran aprecio por la lógica y las ciencias.
–¿Qué es filosofar?
–Es intentar conocer, y el conocer es el mayor placer.
–¿Un ideal de sociedad?
–El mejor de los mundos es el que tenga la mayor diversidad de entidades y de culturas, con la mínima complejidad de regulaciones.
–¿Cuáles filósofos recomendaría?
–Aristóteles, Leibnitz, Kant, Frege, Russell... Hay escritos medievales que me interesan, como las Cuestiones disputadas sobre la verdad , de Tomás de Aquino. De Ockham, lógico del siglo XIV, recomendaría el Breviloquio , un alegato contra la pretensión papal de tener poder político: es una maravilla de razonamiento. Dentro de los clásicos de la analítica me interesan Carnap, y el fundador, Moritz Schlick, uno de los analíticos más realistas.
–¿Algunos nombres fuera de la filosofía analítica?
–Simone de Beauvoir me gusta más que Sartre: es mejor escritora. Me agradan los libros autobiográficos de Beauvoir y su Ética de la ambigüedad , pero es una lástima que haya estado tan condicionada por Sartre. El australiano David Stove es muy entretenido por su estilo y porque objeta a medio mundo. Su libro El culto a Platón y otras locuras filosóficas es muy representativo.
–¿Cómo podría definirse una filosofía científica?
–Recordemos una propuesta de Jean Piaget: primero, hay filosofías no científicas, como las que se inspiran en la literatura; segundo, existen filosofías anticientíficas, las que objetan teorías demostradas por la ciencia; tercero, hay filosofías científicas porque tienen a la ciencia como motivo constante de reflexión.
–¿Cree que los avances científicos reducen el campo de la reflexión filosófica?
–Sí, eso ocurre, pero la filosofía siempre conserva un terreno muy amplio, el que se vincula con los valores: verdad, bondad, justicia... De esto no se ocupan las ciencias.
”Los avances científicos crean nuevos motivos de reflexión filosófica, pero no siempre acertada. Por ejemplo, la física cuántica ha dado motivos para crear movimientos filosóficos místicos. Algunos postulan que la realidad deja de existir cuando no la observamos, pero los físicos nunca han dicho esto.
”Ese misticismo parece el camino formulado por Comte, pero andado al revés. Él suponía que la humanidad empezaba en un estado religioso, pasaba a uno metafísico y luego al científico. Ahora vemos que los avances científicos generan metafísicas”.
–¿Cuál puede ser el origen de filosofías ajenas a la ciencia?
–Gracias a la ciencia sabemos mucho, pero lo que ignoramos también es mucho y muy importante. Fijándose en esto, prosperaron filosofías como la de Nietzsche y el existencialismo.
”¿Qué ocurre después de la muerte? Yo no lo sé, pero muchas filosofías y religiones sí nos dicen qué ocurre, y con gran seguridad. En cambio, lo que corresponde es un sano escepticismo y esperar a que la ciencia vaya revelando lo que nos parece misterioso”.
–Siempre ha habido filósofos interesados en la ciencia...
–Claro. Uno ya lo ve en Aristóteles. Para Descartes había que hacer ciencia durante casi todo el mes, y hacer filosofía en el último día. Leibnitz estaba pendiente de la geología y de otras ciencias. En cambio, el rechazo a estudiar ciencias se encuentra en Jean-Paul Sartre, y luego se ha convertido en una plaga.
–Ocurre en muchas partes.
–Sí. Por ejemplo, hay un movimiento en países de lengua inglesa llamado “Science, Technology and Society”. Es un intento anticientífico de reducir la ciencia a los condicionamientos sociales. Esta corriente está vinculada a la Society for the Social Studies of Science, llamada “las cuatro eses”: es sumamente relativista.
”Esa sociedad me invitó a ir a un congreso en Suecia, y allí conocí a su mejor representante: Steve Fuller, quien después declaró, ante un tribunal, en favor de que se enseñe el creacionismo en las escuelas”.
–En la página 345 de “La ciencia en su historia”, usted menciona las pseudociencias: ¿a cuáles se refiere?
–A algunas versiones del psicoanálisis, del marxismo y de la genética lamarckiana antimendeliana, como la del soviético Trofim Lysenko . Dentro de las pseudociencias, unas personas son las “dueñas de la verdad”: crean una teoría que consideran científica, pero al mismo tiempo juzgan a los que no acatan tal “verdad”.
”Karl Marx acertó al definir que la sociedad humana tiene una base económica, pero no formuló teorías sobre la movilidad social, sobre los ciclos tecnológicos ni sobre la vinculación de la tecnología con la evolución de la economía. Estos problemas aparecieron después”.
–¿Cómo se comprueba que una teoría es científica?
–Se comprueba en la práctica. Las teorías deben someterse a la búsqueda de su refutación. Si no la superan, se convierten en pseudociencias.
–¿Qué es la mente?
–Aún no existe una definición precisa. Lo que sabemos es que no hay mente sin cerebro, pero las propiedades de la mente no son las de las partes del cerebro. Obviamente, no encontraremos las ideas si examinamos un cerebro.
– Mario Bunge y otros filósofos postulan el emergentismo para entender la mente.
–Sí, en el sentido de que las partes del cerebro, como las neuronas, carecen de las propiedades del todo. El todo no es igual a la suma de sus partes. Esto pasa hasta con los platos de cocina, que son más que la suma de sus ingredientes.
–¿Tiene instintos el ser humano?
–Sí. “Instinto” alude a conductas no aprendidas, como la búsqueda de leche por el recién nacido. Sin embargo, el ser humano aprende también culturalmente, a diferencia de los insectos, que nunca aprenden que el fuego quema. La negación de los instintos hace recordar una tesis de Ortega y Gasset, para quien el hombre no tiene naturaleza, sino historia.
–Se ha intentado hacer filosofía sobre “el Ser”, pero “el Ser” no existe; lo que existen son los seres: materiales o imaginarios.
–Sí. Los seres materiales cambian: un trozo de pan se acaba, pero la receta para hacer el pan, no. Su existencia se fortalece si se la comparte. Esto se nota también en las artes. La Gioconda está en el Museo del Louvre; en cambio, la Novena sinfonía de Beethoven está en papeles y en discos, pero también en la imaginación: no es material.
–¿Cuáles son los temas filosóficos que se abordan ahora en Costa Rica?
–Los temas dependen de los grupos porque hay mucha atomización. Después del posmodernismo, las teorías analíticas están de vuelta. Algunos temas que se discuten son el desarrollo socioeconómico, y la vinculación del conocimiento con el riesgo y el conflicto. También se ha seguido la “filosofía de la liberación”, del argentino Enrique Dussel, la que, en parte, vino a substituir al marxismo luego de la caída del Muro de Berlín.
–¿Qué es el Círculo de Cartago?
–Es un grupo filosófico que nació por iniciativa de Roberto Murillo y Guillermo Coronado en 1956, cuando eran estudiantes de colegio en Cartago. El grupo se interesa en la epistemología, y en la filosofía de la ciencia y la tecnología, entre otros asuntos. Publicamos la revista Coris y tenemos un sitio en Internet.