Cultura

Marcela Aguilar, maestra de la intuición

Tras una vida dedicada a la danza, el Festival de Coreógrafos Graciela Moreno honra a esta coreógrafa y maestra. Ella narra su camino, pasiones y preocupaciones

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“SIENTO QUE HACE FALTA UN SEGUNDO NIVEL DE PROFESIONALIZACIÓN EN CUANTO A LA POSIBILIDAD DE DESARROLLARSE COMO INTÉRPRETE, YA ENFOCÁNDOSE MÁS EN EL ABORDAJE DESDE LA INTERPRETACIÓN DE LA OBRA DE UN COREÓGRAFO” MARCELA AGUILAR. JORGE NAVARRO. (Jorge Navarro Trejos)

Alfredo González / algonzalezcr@yahoo.ie

El arte se fusionaba con el paisaje en Villa Revenar, la casa de sus abuelos maternos, nombrada así en honor al celebrado Max Jiménez, amigo íntimo de su abuelastro Arturo Echeverría Loría, insigne literato, fundador de la revista cultural Brecha .

Era una casa vieja de madera, tapizada por pinturas de artistas nacionales de los años 30 y 40, colaboradores de la publicación. Autor y obra con frecuencia se reunían ahí; por eso, su infancia estuvo rodeada de personajes como Francisco Zúñiga, Margarita Bertheau, Manuel de la Cruz González y Francisco Amighetti.

Las visitas a la propiedad, en las cercanías del higuerón de San Pedro (Montes de Oca), sumadas a la melomanía de su padre, adicto a la ópera, contribuyeron a formar su destino de artista.

A los cuatro años ya tomaba clases de ballet y a los cinco bailaba El lago de los cisnes completo. Al alcanzar la mayoría de edad, comenzó a estudiar Sociología, pero un espectáculo de Mireya Barboza cambió su vida. “Por primera vez vi danza contemporánea, todo mi referente era ballet , clásico y contemporáneo”. Decidió, entonces, que su destino era este; se acercó a la coreógrafa, comenzó a tomar clases con ella y se involucró en el ambiente. No es de extrañar que, al preguntarle por quienes han influido en su carrera, califique a Barboza como su “madre artística”.

Luego, vinieron los años en la London Contemporary Dance School, donde sobresalió y obtuvo reconocimientos; en el Instituto del Teatro de Barcelona, como docente, y en México, en cuya geografía formó familia con el actor y director Luis Rábago y adoptó pupilos, un ejército de bailarines que no cesa, así como conformó un portafolio de obras y premios que crece año con año.

Con abundancia de razones (50 trabajos de su autoría, otras 50 colaboraciones e igual cantidad interpretadas), la edición XXXIII del Festival de Coreógrafos Graciela Moreno honra el aporte de esta mujer hermosa, sencilla, de sonrisa perenne y talentos sobrados, quien, con elocuencia, repasa varios aspectos de su vida en esta conversación.

–¿El artista determina el lugar en el que se desarrolla o es el lugar el que determina al artista?

–Las dos cosas, porque uno va al encuentro de un territorio, pero el lugar también te recibe o no. Inglaterra fue muy importante para mí; pese a ser una cultura distinta, me sentí parte. Iba mucho a París, pero no era un lugar donde me sentía cómoda, aunque que de chiquita había vivido ahí”.

–Costa Rica, Inglaterra, España, México. ¿Por qué decidió radicarse en México?

–Porque nunca ha dejado de sorprenderme. Europa me gusta pero, de pronto, me aburre: todo está armado. En México pierdes los puntos de referencia, siempre aparece algo que uno desconoce.

”Anna Sokolow, una de mis maestras en Inglaterra, que había iniciado la danza contemporánea en México entre los años 30 y 40, me dijo tras graduarme: ‘Creo que tiene que ir a ese país, yo entendí lo que arte significa ahí’. Y me fui”.

–¿Como fue el inicio?

–Llegué a tocar puertas con unas cartas de referencia de Anna y mucha inquietud, pues, en Londres, ya había trabajado el tema latinoamericano con un grupo de bailarines venezolanos. Hicimos una obra acerca de Remedios la bella, personaje de García Márquez, que nos dio un premio.

”En México había una tradición de danza. Llegué buscando gente que, en su exploración, fuera hacia orígenes latinoamericanos y encontré a una venezolana, Graciela Henríquez, maestra genial, quien me hizo entender que la danza y la vida eran lo mismo, que la temática de lo que yo quería hacer en escena estaba en la vida cotidiana”.

–México-Costa Rica, la danza. ¿Hemisferios distintos o la misma historia, pero en escenarios diferentes?

–Realidades totalmente distintas. Costa Rica tiene una gran libertad de movimiento; hay un talento innato para la danza, bailarines por todas partes, se hace mucho y tal vez muy rápido. México es más restringido; no hay esta efervescencia, pero tal vez hay más raíz hacia lo profundo. Aquí es difícil cuando se quieren tocar temas más serios, al costarricense le cuesta aceptarlo.

–¿Cómo reciben a los artistas extranjeros en México?

–Conmigo México ha sido generoso. De pronto hay un malinchismo respecto del norte y creer que lo que ahí se hace, o en Europa, es “la neta del planeta”. Y se aprecia menos lo que se hace en Centroamérica; tal vez no se valora en su dimensión, a pesar de estar tan cerca, hay poca relación”.

–¿Cómo se dio la transición de bailarina a coreógrafa, maestra y directora?

–Todo viene junto. Mi carrera es muy rara porque desde un principio empecé a hacer coreografía, desde que estudiaba. Y también fui maestra, tal vez porque había tenido la oportunidad de estudiar afuera y cada vez que regresaba de vacaciones daba cursos.

–¿Cuál es el rol preferido?

–Ahorita, el trabajo con el intérprete; llegar con mi idea y trabajar íntimamente para encontrar la visión que tiene sobre lo que planteo y hacer que la obra se concrete. Mi pasión ahora es la dirección y trabajo tanto con bailarines como con actores.

–¿Cómo es su proceso creativo, la génesis para una obra?

–Primero hay una intuición, un paneo y, por alguna razón, te enfocas en algo que te llama la atención, antes de que sea un proceso racional. Eso tiene que ver con algo que entiendes, te gusta o extrañas, a nivel intuitivo. Es como una llamada, no hay una razón lógica. A partir de ahí empieza un proceso de querer saber más, de investigar, de completar el panorama y, tal vez, eso, finalmente, cuaje en un trabajo.

–¿Cuál es la temática de su obra?

–No tengo alguna en particular, pero sí hay un interés por desentrañar la historia de Costa Rica desde un punto de vista muy propio, profundizando en personas que, de alguna manera, han hecho patria y en la nobleza del país, que para mí está en su naturaleza. Bosque húmedo habla de eso, retoma mi infancia y la de muchos, esta “naturalidad de estar en la naturaleza”, de caminar sin zapatos –como le enseñaron a uno–, de integrarse.

Desde niña, Aguilar ha demostrado su pasión por la danza. Cortesía de Marcela Aguilar.

–Sus obras recientes poseen una alta dosis de dramaturgia. ¿Surge espontáneamente o responde a una intención?

–Responde a un interés de los últimos años por procurar que el espectador no se quede fuera del hecho escénico, lo cual ocurre mucho con la danza contemporánea, como que hay un hermetismo que lo deja fuera.

–Luego de mucho tiempo involucrada en la danza contemporánea y, como parte de la primera generación de bailarines formados como tales, ¿cómo encuentra el ambiente tico actual?

–No tengo mucho conocimiento de causa. Mi impresión es que hay una explosión de bailarines y cantidad de talento. Creo que hace falta rigor, sobre todo a nivel de composición coreográfica. Los procesos son muy rápidos; se trabaja para un resultado muy inmediato. Puede que responda una necesidad, pero, de pronto, veo que estrenan a cada rato y para mí eso es difícil: una obra al año implica un proceso intenso.

”Siento que hace falta un segundo nivel de profesionalización en cuanto a la posibilidad de desarrollarse como intérprete, ya enfocándose más en el abordaje desde la interpretación de la obra de un coreógrafo. Al final, el ejecutante es el que está parado en escena, el que puede lograr que el espectador se conecte con lo que está pasando”.

Marcela Aguilar radica en México; su casa en Costa Rica está en La Garita de Alajuela. Jorge Navarro. (Jorge Navarro Trejos)

–¿Hay más escenarios?

–Los jóvenes se han adueñado de espacios públicos y esto es muy bueno porque acerca a las audiencias, pero también se da porque hay pocas oportunidades de llevar sus obras a espacios teatrales, que se han encarecido. Existe una confusión entre lo que es comercial y lo que es investigación cultural; todo pasa por los mismos filtros y antes no era así. Por ejemplo, lo apasionante del Teatro Nacional es que, a través de la historia, ha apoyado la vanguardia. Hablemos de Margarita Esquivel, de los artistas plásticos de los años 30 y 40... el Teatro les abría sus puertas. Ahora lo que escucho es que lo que se presenta tiene que ser rentable. “Rentable”, esa palabrita me tiene bastante asustada porque todo se rige por ella. ¿Qué hubiera ocurrido si en 1981 nosotros, locos desatados, jóvenes bailarines, al sugerirle a doña Graciela Moreno hacer un festival de jóvenes coreógrafos, ella nos hubiera respondido: “No, porque no es rentable?” No existiría el festival. Así de sencillo.

–¿Nuevos presupuestos?

–Creo que no. Se han perdido presupuestos. Ha crecido mucho el rango de burocracia en la institución de cultura y se ha tenido que destinar más presupuesto para pagar a esta gente que trabaja para que las cosas funcionen, pero no queda casi nada para que se ejecuten.

”Un presupuesto que se pierde jamás se recupera. Yo sí hago responsables a los funcionarios que los dejan perder, porque, si son funcionarios de la cultura, deben defenderla y se inmolan, se ponen en huelga de hambre o se amarran a un poste, pero no se les van”.

–Actualmente, ¿puede un bailarín o coreógrafo vivir como profesional de la danza?

–No, si nada más se dedica a bailar o a montar. Todos vivimos de dar clases y, de alguna manera, es igual en México, si estás dentro del ámbito independiente. Si estás dentro de una compañía, es otra historia. Yo he vivido de ser maestra.

Las mareas vuelven de noche , Insomnio y Un mundo raro ; en tres ocasiones Yolanda Oreamuno presente en su obra. ¿Por qué ella?

–Le tengo que agradecer mucho. Junto a otras mujeres costarricenses que tuvieron el valor de intentar ser artistas a plenitud, porque su generación decide ser artistas y presentarse al mundo como tales. Antes, quizá había alguna señora que pintaba y era ama de casa, de pronto un médico que componía música, pero esta gente es la que da el paso hacia lo contemporáneo, hacia lo que ahorita estamos en posibilidad de hacer.

”Es un parteaguas, impresionante. Yolanda, como mujer, desafía cantidad de cosas del medio costarricense, que, guardando las dimensiones, me tocó, de alguna manera, muchos años después y no tan violentamente, enfrentar. Deseo reconocer en ella la fuerza, voluntad y pasión que la impulsa a hacerle caso a su deseo profundo, a su intuición, más allá de todo”.

–¿Qué valor le da al hecho de que ser la dedicada en el Festival de Coreógrafos?

–Es la primera vez que recibo un reconocimiento oficial. Agradezco mucho que hayan pensado en mí, que eso, además, traiga la posibilidad de hacer una obra que tenía muchas ganas de remontar.

”He recibido comentarios de muchas partes del mundo, de compañeros de Londres, de muchos lugares que se han enterado por redes sociales y traen recuerdos de trabajos hechos hace 30 años… ha sido un momento de confluencia, una retrospectiva de todo lo que he hecho, que aparece otra vez”.

–¿Por qué presentar el remontaje de Bosque húmedo ?

–Porque es una obra muy alegre, una celebración de nuestra naturaleza. Me pareció idónea pues es importante gozar y disfrutar. Es muy sencilla a nivel conceptual: no entramos en asuntos de profundidad psicológica, es algo muy lúdico, aunque abordamos con seriedad el tema.

–¿Por qué unos triunfan y otros no? ¿Es un asunto de talento, pasión o de disciplina, o una combinación de todos?

–Es como un torneo de resistencia. Mi trayectoria no ha sido fácil, pero he podido seguir y tener una carrera, ya eso es un triunfo. Creo que la clave está en la pasión, que es como tu motor a permanecer, que te indica que no puedes hacer otra cosa en la vida.

–¿Qué consejo le daría a alguien que desea iniciarse en la danza?

–Lo que siempre digo, con toda sinceridad, es que hay que hacerle caso a la intuición. Ahí está la fuerza para poder crear algo que de alguna manera sea tu visión de mundo. Ahí es donde se puede gestar algo interesante e importante. A nivel de creación, es necesario escucharse y confiar en la intuición”.

–¿Qué le falta por hacer en su carrera?

Los elementos terrestres , de Eunice Odio. Es un texto en el que he pensado y este es el momento para hacerlo realidad.

–¿Cuál es su legado?

–Creo que haber podido despertar en mis alumnos esa chispa que les dé la energía, que les abra el mundo de la magia, que es dedicarse a todas estas carreras, al arte.

Bosque húmedo en breve. Marcela Aguilar habla acerca de Bosque húmedo, coreografía que presentará este domingo, a las 6 p. m., en el Teatro Nacional. “Es el ciclo de 24 horas dentro del bosque tropical húmedo y la intención de ver el comportamiento de sus habitantes; es decir, flora y fauna. Empieza con el universo sonoro, que es la noche, en que toda la atención se centra en el oído, cuando no vemos nada y obligo al espectador a estar tres minutos en oscuridad, escuchando.

A partir de ahí llega el amanecer, que tiene connotaciones de génesis con su misterio, su bruma; la mañana, con su energía y vitalidad; el mediodía, con su tremendo calor y pausa; el estallido de la tormenta a las dos de la tarde: con su caos, el mundo se cae. Termina la tempestad y se abre el cielo con celajes, la promesa de una vida nueva: renace un ave de las cenizas que vuela hacia el poniente y luego nos conduce hacia la noche, hacia los misteriosos habitantes de ojos grandes del bosque”.

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