Anacristina Rossi cristirossi@gmail.com
Mazunte , del escritor costarricense Daniel Quirós y recién publicada por la Editorial Costa Rica, es una novela escrita en un lenguaje fluido y coloquial.
Se trata de un texto a la vez onírico y realista. Lanza una mirada relativamente joven –la de un hombre de 35 años– sobre el mundo caótico de hoy, dividido entre “ganadores”, “perdedores” y el resto. El personaje principal, Julio, que es a su vez el narrador, entra, ayudado por el padre de un amigo, al mundo de los “ganadores” –gracias a que su madre, secretaria de un colegio de clase alta, le ha conseguido una beca en ese colegio–. Este mundo de “ganadores” se mueve en Escazú, específicamente en Guachipelín, desde donde se pueden ver, cruzando el río, las latas de los tugurios de Pavas, el mundo de los “perdedores”.
Conforme el texto avanza, las líneas que dibujan los personajes y el mundo, y los estereotipos de “ganadores” y “perdedores”, se van desdibujando, y es la vida interior de Julio, y de su hermana Mariana, la que gana terreno.
La novela , que empieza como un thriller y un viaje por las geografías mexicanas, estadounidense y tica, se transforma en un viaje por mundos de pesadilla entre la vida y la muerte en busca de un pasado y de una vida perdidos.
El libro está estructurado de manera a ayudar al lector a seguir ese difícil viaje. Los capítulos pares suceden en México –la costa pacífica, Oaxaca, Pochutla, Mazunte–, bajo aguaceros torrenciales. Los capítulos impares suceden en Costa Rica, generalmente en San José, y en Estados Unidos –Miami, pero sobre todo California–.
La Costa Rica de clase alta está descrita sin eufemismos en su pobreza cultural, su amor por aparentar y ostentar, su superficialidad absoluta. Vemos, como cualquiera puede ver, las clases altas pagadas de sí mismas ostentando sus autos de carrera, sus Audis, sus BMW, sus Toyotas y Mercedes.
Las clases medias no se salvan de la mediocridad, de la religiosidad vacía, de rituales vacíos y llenos de resentimiento. Ni los artistas nos salvamos de esa mirada implacable: “en Costa Rica nadie escribe y nadie lee”, dice el narrador.
Costa Rica, con su Gran Área Metropolitana cada vez más llena de centros comerciales, se presenta como lo que es: un país que apostó por las exportaciones y por las transnacionales, la inversión extranjera directa; pero lo vemos también en su aspecto de Jauja para el lavado de dinero y el narco.
La familia no queda indemne: un padre emocionalmente nulo, una madre que trata de llenar, con llamadas intrascendentes y correos electrónicos de contenido New Age, el vacío de las relaciones fallidas entre ella y sus hijos.
Como es una novela en sentido cabal, los personajes y el ambiente cambian, evolucionan. El mundo de “ganadores” del personaje principal, que vive o vivía en Estados Unidos, se va desmoronando hasta caerse del todo. En esa catástrofe, lo único que se revela profundo e importante es el vínculo que Julio tenía con su hermana Mariana.
Sin serlo propiamente, el texto guarda la apariencia de un thriller : Mariana se presume muerta, y es esta presunción la que provoca todos los viajes. Mariana es casi el doble invertido de Julio. Ha rechazado siempre los valores convencionales de la sociedad tica y ha hecho, “del caos y la inestabilidad”, una carrera que disfruta. Así como Julio se autoexilia en Estados Unidos, ella lo hace en Oaxaca.
Quizás lo mejor del texto, aparte de un lenguaje coloquial que fluye casi sin tropiezos y envuelve al lector, está dado por este personaje femenino y enigmático que se revela en cartas y en los recuerdos del narrador, este personaje que es el imán que atrae a Mazunte.
Mazunte son los círculos del infierno que el hermano debe recorrer uno a uno y que resulta ser el infierno global y el infierno interior.
Las páginas finales de la novela diluyen los aires olorosos a Pedro Páramo y a Murakami que habíamos creído percibir y la asientan en el hoy centroamericano. Una muy buena novela.