La fotografía de la mexicana Graciela Iturbide es reposada.
En lugar de robarse instantes efímeros, sus imágenes condensan complejas descripciones de lo que ve con la cámara.
En sus imágenes aparece el folclor más honesto del paisaje mexicano: una mujer indígena camina por el desierto de Sonora cargando un equipo de sonido, otra posa altiva con una corona de iguanas vivas, los bulliciosos grupos familiares congelados mientras bailan, cantan o degüellan gallinas.
La exposición Espejo de luz ofrece una antología de 25 fotografías a blanco y negro, un resumen de las series documentales más destacadas de la carrera profesional de Iturbide.
La muestra estará expuesta en las salas del Instituto de México hasta el 28 de octubre.
Ojo paciente. A Iturbide se le reconoce, dentro y fuera de su país, por esas imágenes cándidas de la vida cotidiana de los miembros de sus comunidades indígenas.
La sensibilidad de sus viajes le valieron a Iturbide la atención de medios de comunicación y organizaciones culturales que, entre las décadas de los 70 y 80 financiaron su creación fotográfica.
En 1978, el Archivo Etnográfico del Instituto Nacional Indigenista de México comisionó una serie de los habitantes aborígenes. La fotógrafa decidió enfocar su lente en el pueblo de los seris, una etnia que habita el desierto de Sonora y cuya vida gira alrededor de la pesca.
De esa estancia resultó la serie Los que viven en la arena . Precisamente, a ese conjunto pertenece una de sus obras más populares: Mujer ángel , un contraste de una mujer de espaldas caminando hacia el desierto.
“La fotografía representa la transición entre su estilo de vida tradicional y la forma en la que el capitalismo la ha cambiado”, aseguró Iturbide en una entrevista con el periódico The Guardian durante la cual describió la imagen como su mejor fotografía.
“Me gustaba que eran autónomos y no habían perdido sus tradiciones; aún así, tomaban lo que necesitaban de la cultura estadounidense. Creían que el dinero promovía la inequidad y el individualismo, no querían convertirse en una sociedad dividida”, dijo sobre su experiencia con la comunidad indígena.
Un año después de ese proyecto, la fotógrafa se trasladó al sur mexicano para una segunda inmersión a la vida cotidiana de familias indígenas.
Sus incursiones a Juchitán en Oaxaca comenzaron en 1979 y terminaron en 1989 cuando publicó el libro Juchitán de las mujeres , un extenso ensayo sobre los aborígenes zapotecas que habitan el istmo de Tehuantepec.
El fotolibro se convirtió en referencia para profesionales de todo el mundo, en particular por su elaborada descripción de una sociedad llena de símbolos y rituales a cargo de sus mujeres.
En el matriarcado dibujado por la cámara de Iturbide las mujeres toman cerveza y trabajan; los travestis y los homosexuales no se encuentran en la periferia de las celebraciones.
Espejo de luz destaca la paciencia de la fotógrafa para acceder a la intimidad de esas historias.
El Instituto de México (ubicado en Los Yoses) exhibe la antología Espejo de luz con 25 imágenes de comunidades tomadas por la fotógrafa documental Graciela Iturbide hasta el viernes 28 de octubre. El horario de visita para las dos salas de la muestra es de lunes a viernes de 9 a. m. a 5 p. m.