Víctor Hurtado Oviedo
“Yo pan carne con como”, dice Miguel Ángel Quesada Pacheco, y no es que sufra hambre, aunque pronto estará en el café del Teatro Nacional bajo el techo de la historia: es que nos ilustra cómo se traduciría una oración desde el laz (lengua caucásica). Quesada ha cursado su vida en los ríos cambiantes del lenguaje y enseña que todos son distintos y pueden sonarnos raros. Al fin, añade, la gente hace los idiomas, y todos pueden ser “buenos” si se adecúan (o ‘adecuan’) a nuestros propósitos. No hay idioma malo, sino mal empleado según el acto comunicativo en cuestión.
Quesada ha obtenido el Premio Magón, el más importante reconocimiento cultural de Costa Rica. El premio da algo más de lustre a este ilustrado, quien –como Cervantes decía de sí– es hijo de sus obras. Discreto, sencillo, Miguel Ángel es la prueba de que la modestia es la manera en la que el sabio se mira a sí mismo.
Méritos notables. Los ventanales del salón de sesiones de la Academia Costarricense de la Lengua (ACL) dejan pasar una luz que se cruza con la que este académico irradia cuando explica asuntos del lenguaje. La mesa y las sillas son señoriales, pero Quesada trae aires del habla popular, que tanto respeta.
“El Premio Magón para Miguel Ángel reconoce el mérito de una vida entregada a la investigación y a la escritura de libros esenciales para el conocimiento del habla costarricense”, dice Estrella Cartín, presidente de la ACL, de la que Quesada es miembro. Miguel Ángel es el segundo lingüista que recibe el Premio Magón, luego del recordado Arturo Agüero Chaves (1984).
La noticia del premio lo sorprendió en las remotidades de Panamá, adonde fue para pescar, con el oído, usos del ‘vos’; y esto es precisamente un gran valor que distingue a Miguel Ángel: investigar, investigar, investigar los idiomas en el sitio donde viven.
Si Quesada fuese biólogo, sería de la estirpe de los descubridores del ADN más que de la dinastía de los profesores que explican las investigaciones de otros.
Junto a la mesa oblonga de la Academia, Quesada agradece a los millares de personas que hablaron ante él para que registrase sus palabras y su pronunciación; incluso de idiomas que estaban por morir y cuyo recuerdo queda habitando en libros de Quesada.
–¿Cómo se decidió a estudiar lingüística?
–Por mi deseo infantil de aprender idiomas. En 1971, entré en la Universidad de Costa Rica, y lo que más se acercaba a lo que yo quería estudiar era Filología Hispánica, pero la literatura no era mi fuerte. El estudio de la lengua es una disciplina autónoma, y en universidades norteamericanas es parte de las facultades de Antropología. Una tradición europea ha hecho que lengua y literatura vayan de la mano.
”Me tocó llevar el curso de español de América y Costa Rica con don Gastón Gaínza . Un día, él nos solicitó hacer un análisis semiótico de un poema de Pablo Neruda, pero yo le pedí hacer otra cosa: “Quisiera estudiar cómo habla la gente”. Me respondió: "Muy bien". Me fui al sur de San José, por la Legua de Aserrí, a buscar palabras que, según yo, eran arcaísmos. Entregué ese trabajo a don Gastón, y él me lo aprobó. Este fue el detonante para dedicarme a estudiar lingüística”.
Ni bien ni mal. Desde hace veintidós años, Quesada enseña en la Universidad de Bergen (Noruega), que generosamente paga las muchas horas que, desde 1993, dedica a la investigación de campo y a la búsqueda de documentos histórico-lingüísticos en Costa Rica y América Central.
Quesada recuerda también que las editoriales de la Universidad de Costa Rica, de la Universidad Nacional y del Instituto Tecnológico han publicado algunos de sus libros.
El nuevo Premio Magón escribió su tesis de doctorado en alemán, aprendió islandés mientras trabajaba en una empacadora de pescado en Islandia, y ahora habla el noruego. ¿Cómo habla la gente en Costa Rica: bien o mal?
–Desde el punto de vista científico, la gente no habla bien ni mal. “Bien” y “mal” son conceptos de apreciación que surgen de una tradición educativa de hace 150 años, cuando se creó la educación primaria y se enseñó la gramática normativa, a veces ajena a nuestros usos. Por ejemplo, la forma del ‘vosotros’ se empleaba en los periódicos costarricenses del siglo XIX, así como en los discursos de los gobernantes.
”Debido a una mentalidad anticuada, en la escuela se censuraban palabras como ‘acuantá’, pero no se explicaba que esta corresponde a una forma de hablar: una entre otras, y que, en ocasiones formales, uno debe expresarse de una manera distinta”, expresa el lingüista y agrega:
–Me ha interesado estudiar la lengua española y las indígenas. En cuanto al idioma español, he investigado la dialectología –la forma de hablar según las regiones–; la historia de la lengua –yendo al Archivo Nacional, al de la Curia Metropolitana y al Archivo General de Indias [Sevilla], entre otros–. Por ejemplo, comprobé que el sonido de la ‘ll’ se pronunciaba en Cartago como en algunas zonas de los Andes y de España. He hecho trabajos en etnolingüística; es decir, sobre las relaciones que hay entre la lengua y la cultura.
Quesada investigó el boruca, y también el huetar, como idioma extinto. Ha trabajado con el guaymí y con una forma del cabécar poco estudiada, de San Rafael de Cañas (Buenos Aires de Puntarenas). Asimismo, ha investigado el idioma extinto muisca, de Colombia, y el pech, de Honduras.
–¿Cómo desaparecen los idiomas?
–Desaparecen poco a poco, salvo que haya un exterminio. El boruca ha desaparecido en la práctica, pero existe mucho material escrito y grabado, y algunas comunidades hacen grandes esfuerzos para recuperarlo.
–Hay muchos extranjerismos en el español...
–Sí, y es lo normal. El idioma español ha tendido más a copiar la palabra directamente: ‘software’, ‘boutique’... Estos se llaman “préstamos de trasvase”. En Islandia hay una institución orientada a crear palabras con elementos gramaticales del islandés para objetos nuevos. Así, en vez de adaptar ‘computadora’, crea una palabra: ‘tölva’; pero esto acarrea la desventaja de que, fuera de su país, los islandeses no entienden palabras que, con variantes, comparten otros idiomas europeos, como ‘gramática’ [‘grammar’, ‘'Grammatik’, etcétera], ‘teléfono’, ‘televisión’, ‘radio’, etcétera.
–Si todas las formas de hablar fuesen igualmente válidas, ¿para qué estudiar la gramática y las normas?
–La obligación de los educadores es enseñar que hay muchas formas de expresión, sin olvidar ni despreciar la del alumno. Las reglas las conoce el pueblo. ¿Cuál hispanohablante dice “yo querer comer”? Nadie. Todos conocen las concordancias, pero que no se sepan los nombres de esas estructuras es otra cosa: uno puede aprenderlas en la escuela. Otro asunto es, por ejemplo, estudiar biología, porque implica un conocimiento que no tenemos. A veces me preguntan: “¿Existe ‘acuantá’? Es que no está en el diccionario....”. Les respondo: “Sí; desde que dos o más personas la dicen y la entienden, una palabra existe”.
–¿Qué deben hacer las Academias de la Lengua ante la continua aparición de palabras y expresiones nuevas?
–Trabajar. La creación idiomática siempre irá más rápidamente que cualquier academia y cualquier diccionario, y que lo diga yo, que he publicado cuatro ediciones de mi Diccionario de costarriqueñismos y debo actualizarlo otra vez. Pronto saldrá la quinta edición.
–¿Cuál aspecto de un idioma cambia más velozmente?
–El léxico, las palabras. La fonética tiene una cantidad constante de sonidos, y casi ningún idioma pasa de cuarenta fonemas. La sintaxis también es relativamente estable: sujeto, verbo y predicado en español, aunque en el muisca presentaba otro orden: el sujeto, los complementos y el verbo.
”En cambio, el léxico es muy cambiante y arbitrario, y varía según los lugares y las épocas. Los lexicógrafos son reacios a incluir palabras de uso juvenil en los diccionarios pues habrán caducado para la siguiente edición.
–¿Cambia también el voseo?
–Sí. El voseo es un híbrido del ‘tú’ y del ‘vos’ medieval. Se decía “vos te quedarés”, pero ahora se oye “vos te quedarás”, pese a que ‘quedarás’ corresponde al ‘tú’. El ‘tú’ sigue influyendo en el ‘vos’.
–¿Tiene sentido defender el ‘vos’ como un signo de identidad nacional?
–Tiene sentido si la gente lo quiere. No se debe normar esa forma de expresión. Igual, libremente, las personas han olvidado expresiones como ‘acuantá’, que proviene de “cuanto ha”. ‘Juir’ en vez de ‘huir’, con la hache aspirada, es una expresión de abolengo. ‘Vide’ es latín: “yo vi”, pero alguna gente lo cree “polo”. Al fin, la gente es la que crea el idioma y la que decide “seguiré hablando así”. Un idioma será lo que sus hablantes hagan de él.
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Los libros de oidor
Miguel Ángel Quesada Pacheo ha publicado obras esenciales, como El español colonial de Costa Rica (1990), El español de Guanacaste (1991), Nuevo diccionario de costarriqueñismos (1991), El español en Costa Rica (1992), Atlas lingüístico-etnográfico de Costa Rica (1992), Diccionario histórico del español de Costa Rica (1995), Los huetares (1996), El español de América (2000); Historia de la lengua española en Costa Rica (2009), El español de América Central: nivel fónico (como editor; 2010); Leyendas y tradiciones ngäbes (2010), Atlas lingüístico-etnográfico de Costa Rica (2010) y El español de América Central: nivel morfosintáctico, como editor (2013). En colaboración con Carmen Rojas ha escrito el Diccionario boruca-español; español-boruca (1999).
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De maestro a maestro
En el ejercicio de la función docente, una de las mayores satisfacciones la produce la enseñanza que el profesor recibe de sus alumnos. Son muy pocos los casos de esta naturaleza que he vivido. Uno de los más destacados es el de Miguel Ángel Quesada Pacheco y, en consecuencia, me sumo con placer a la celebración del reconocimiento de su obra que el Premio Magón le ha concedido. Miguel Ángel dará todavía muchas satisfacciones a los estudios filológicos costarricenses.
Gastón Gaínza, lingüista.