A los 101 años y luego de una vida de literatura, obras sociales y amor por la naturaleza, la escritora costarricense Julieta Pinto González falleció este jueves 22 de diciembre en la mañana en su casa en Coronado.
Fue una mujer entrañable, dueña de una gran sabiduría, una profunda sensibilidad hacia lo humano y hacia lo colectivo, lo que provoca que su vida, su obra literaria y su trabajo social encuentren la perfecta consonancia. Siempre destaca en su quehacer su amor por la infancia, el respeto profundo por los campesinos y la vida en el campo, y la comunión con la naturaleza.
La obra de Pinto incluye publicaciones como Tierra de espejismos, Cuentos de la tierra, El despertar de Lázaro, Tata Pinto y El lenguaje de la lluvia.
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Su trabajo literario fue reconocido con el Premio Aquileo J. Echeverría en tres ocasiones: en 1969 por La estación que sigue al verano, en 1970 por Los marginados y en 1993, por Tierra de espejismos. Se le concedió el Premio Nacional de Cultura Magón en 1996, por la labor de toda una vida dedicada a la cultura.
“Su creación literaria y su labor en los distintos campos en los que colaboró, aparecen en conjunción perfecta: la protección a la infancia se une a la literatura que dedicó a los niños, el trabajo en los asentamientos campesinos son la materia nutricia de Tierra de espejismos, el amor al campo y sus gentes se plasma en muchísimos de sus cuentos y es más que evidente en sus novelas, al igual que sus preguntas sobre la vida y la muerte hallan cauce en El despertar de Làzaro, una novela para mí tan maravillosa y entrañable como su autora”, destacó la profesora y académica Emilia Macaya.
Macaya recuerda una anécdota que habla mucho acerca de la escritora, su vecina y “una amiga incomparable”. “Un día me invitó a ver el ordeño en su finca de Coronado, a una hora tan temprana que el frío ‘pelaba’, pues ni siquiera asomaba el sol. Repliqué que tambièn había ordeño a las dos de la tarde, con luz y sin frío, pero ella insistió. Ante mi pregunta, una respuesta contundente: ‘Vamos en la madrugada, vas a ver que esa es la hora en que los humanos nos sentimos vivos. Y me gusta esa sensación de vida’. Nunca olvidé tal lección de existencia y la practico cada vez que puedo”.
Por su parte, el escritor de literatura infantil y profesor Carlos Rubio cuenta que Pinto elabora, a partir de la década de los años 60, una literatura comprometida socialmente con las personas desposeídas cuidando su visión estética. “Fue una aguda observadora de la realidad social del campesinado en una novela como Los marginados”, expresó.
Pinto también observó cuidadosamente y escribió sobre la urbe costarricense en el libro de cuentos Como si se oyera el silencio, además de que hizo un notable aporte, explicó Rubio, al campo de la literatura infantil con su emblemática novela David.
“La obra de doña Julieta merece reeditarse porque en este momento son pocos los libros que circulan de ella. Debe reeditarse y leerse como uno de los retratos fieles y sinceros de la sociedad costarricense del siglo 20″, concluyó Rubio.
Vida
Nació el 31 de julio de 1922, en San José. Fue hija de Enrique Pinto Fernández y Graciela Fernández Ulloa, según reza una biografía publicada por la Dirección de Cultura del Ministerio de Cultura y Juventud.
Estudió en la escuela República de Perú, en el Colegio Superior de Señoritas y en la Universidad de Costa Rica. Desde 1992 y hasta el 2012 perteneció a la Academia Costarricense de la Lengua.
Pinto además fue fundadora y directora de la Escuela de Literatura y Ciencias del Lenguaje de la Universidad Nacional. Además, su compromiso con las poblaciones más vulnerables la llevó a dirigir el Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS) entre 1978 y 1979.
Su obra
En marzo del 2021, sus amigos y escritores Carlos Rubio, Emilia Macaya y Arnoldo Mora publicaron un reportaje en La Nación sobre la obra de Julieta Pinto para conmemorar el centenario de su natalicio.
Los escritores la definieron de la siguiente manera: “Escritora notable y reconocida, es prolífica en su multifacética producción, de un alto nivel estético. Una obra extensa que oscila entre la denuncia social y una prosa poética de espontánea sensibilidad, mas no por ello menos cultivada”.
Destacaron además que los personajes de Pinto fueron tomados de una realidad social y cultural concreta. Que asumió la denuncia y la crítica severa en defensa de los valores democráticos.
Fueron enfáticos en analizar El despertar de Lázaro, obra que según explicaron mostró a Pinto como una escritora dotada de una dimensión filosófica indudable que llegó a la madurez existencial e intelectual que le permitió cuestionar la tradición religiosa ante el dilema del dolor y la muerte.
En su trabajo en literatura infantil y juvenil publicó títulos como La lagartija de la panza color musgo, Historias de Navidad, El niño que vivía en dos casas o Pizco.
“La autora presenta temas transgresores que tradicionalmente estaban reservados al público adulto, como los de las tensiones entre la vida y la muerte, los padecimientos de las enfermedades, las diferencias sociales o los actos de violencia, sin abandonar por ello la irrenunciable condición estética, lúdica y esperanzadora que ofrece, a las nuevas generaciones, la capacidad de transformar las sociedades, en aras del bien común”, expresaron los escritores.