En el Día Internacional de la Mujer, Viva les rinde homenaje a las trabajadoras de las artes en Costa Rica.
Reunimos a doce artistas de seis disciplinas distintas para discutir retos pertinentes al ejercicio cotidiano de su trabajo, problemas recurrentes en sus gremios y obstáculos particulares de ser mujeres profesionales en sus áreas: la danza, la música, las artes visuales, el cine, el teatro y la literatura.
Escribir es gratis y solo roba tiempo, asegura Dorelia Barahona. Uno pensaría que Barahona se refiere a que crear literatura es tan gratuito y fácil como respirar, cuando, en realidad, evidencia todo lo contrario: ¿cómo no valdría oro un recurso que se le tiene que arrebatar a la rutina diaria?
“Este sistema confabula para que la gente no piense en otra cosa que no sea comer y para crear se necesita ocio”, opina la escritora Tatiana Lobo. “En un sistema que te tiene en un estado de ansiedad por la cuestión laboral, ¿en qué momento vas a tener el ocio necesario para sentarte escribir?”.
Ambas escritoras publicaron sus primeras novelas de forma exitosa en la década de 1990 con sus respectivas novelas: Barahona con De qué manera te olvido (1990) y Lobo, con Asalto al paraíso (1992). Desde entonces se han mantenido activas, escribiendo proyectos que han requerido largos tiempos de investigación y, como consecuencia, ocio.
Sus carreras, por lo tanto, no han sido gratuitas. Barahona destaca el tiempo que ha invertido en su educación individual, en ser una ávida lectora, conseguir maestros para nutrir su trabajo y, sobre todo, investigar. Para su última novela, La ruta de las esferas (2015), la autora invirtió tres años de trabajo, que pudo financiar gracias a un premio de estímulo de una empresa privada.
El acceso a lo que llama la “educación invisible” de la creación literaria —la posibilidad de costear libros y tener el tiempo para asistir a talleres creativos— sufre por la brecha de la clase social y también del género.
“La mujer no se da espacio para para proponer sus propias acciones”, afirma Barahona. “Si uno tuviera más espacio para diseñarse el futuro, muchas dirían ‘Púchica, yo debí haber hecho una novela hace tiempo’”.
Entre el trabajo, la vida en pareja y las tareas domésticas , es más difícil que una mujer se sienta alentada a generar pensamiento propios, coinciden ambas escritoras. Factores menos tangibles tienen que ver con la educación social de las niñas, la cual las impulsa a preferir los retos emocionales por encima de los intelectuales.
“Nos han educado para vivir dentro de la familia y para ser el centro de las emociones familiares. Para ser un centro de apoyo y las encargadas de divulgar información. El acopio de emociones en la mujer es muy grande”, detalla Barahona.
Para lograr satisfacer sus ansias creativas, Lobo asegura que ha tenido que ser audaz toda su vida. Su juventud en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial estuvo llena de viajes impulsivos y trabajos temporales que le permitieron recorrer, de a poquitos, las ciudades de Alemania.
Lobo explica que era otra época, una en el que el desempleo no era una amenaza expresa para una mujer joven.
Asalto al paraíso (1992) la escribió después de perder su trabajo en el sector público. Se dedicó a recorrer en un jeep las comunidades indígenas de Costa Rica para escribir sobre la revolución que lideró Pablo Presbere en 1709.“Soy la hija mayor de una mujer viuda que tuvo esforzarse muchísimo para sacar adelante a sus tres hijos. La vida no la venció y me di cuenta que una mujer puede no solamente vivir sola, sino ‘apechugar’ sola y en circunstancias difíciles”, asegura Lobo.
Ambas escritoras agradecen a la identidad que forjaron desde niñas como un factor que las impulsó , en su edad adulta, a madurar su voz artística. La pasión que ambas sienten por su arte ha sido el denominador común para que el tiempo haya sido traba, mas no impedimento para su trabajo literario.