El lunes 9 de setiembre falleció Guadalupe González Kreysa, una de las sopranos costarricenses más importantes en la historia lírica del país.
Así lo confirmó Guillermo Madriz, exdirector del Centro Nacional de la Música y amigo cercano de la artista.
“Lupita”, como se le conoció a la soprano, falleció ayer en horas de la noche a causa de un padecimiento médico. Tenía 64 años.
González es recordada como un parteaguas de la música lírica en Costa Rica. Provenía de una familia con vena artística, pues sus padres fueron los pintores Manuel de la Cruz González y Tanya Kreysa.
A comienzos de los 2000 tomó gran auge tras ser parte del elenco del Washington Opera, donde participó como solista con varias importantes orquestas de Washington, además de realizar recitales en Virginia.
Esta experiencia terminó de dotarla como una voz necesaria en la ópera regional. Además, realizó grabaciones profesionales de música lírica.
“Ella fue la que asumió los grandes roles operáticos: Aida, Norma, Leonora... con una magia única: su voz era una columna monumental. Su musicalidad, un arrullo de los dioses: sus pianísimos y sus filati, de grata memoria: una extraordinaria cantante”, recuerda Madriz. El actual director del Centro Cultural Costarricense Centroamericano tuvo una relación cercana con González, pues fue testigo de su labor como rpofesora de canto y directora coral.
Al igual que Madriz, toda una generación de músicos fue acuerpada por la voz consejera de González. En sus trabajos para la Compañía Lírica Nacional, y como solista de la Orquesta Sinfónica Nacional, la artista compartió con otros virtuosos músicos nacionales que proyectaban sus cualidades.
“Ayudamos a muchachos a abrirse campo en este mundo que es durísimo. Les brindamos nuestra guía y experiencia pues uno también tuvo que empezar”, aseguró previamente la soprano en una entrevista a La Nación.
“Su don de gentes, su simpatía espontánea, su musicalidad desbordante, será otra parte de su herencia y nos dará motivos para recordarla siempre”, agrega Madriz.
Ana Victoria Carboni, directora de la Compañía Lírica Nacional, lamentó la muerte de González, pues la considera una leyenda de la música lírica costarricense.
“Es una noticia muy triste porque el país pierde a una de sus mayores y mejores figuras que ha tenido en la ópera. Ella tenía grandes dotes histriónicos y siempre resultaba muy intensa y poderosa en sus presentaciones. Fue algo que nunca se guardó para sí misma y siempre tuvo la convicción de compartir”, señala la directora.
Carboni, quien conoció a González a mediados de los ochenta, cuando “Lupe” realizaba su debut con la Compañía Lírica Nacional, asegura que compartió escenario en múltiples ocasiones con la artista y que la experiencia siempre resultaba nutritiva.
“Ella siempre mantuvo una sonrisa. Incluso cuando no estaba pasando un buen momento llegaba a compartir con el resto del equipo y con rápidez y facilidad contagiaba al resto de personas de un espíritu muy lindo, muy conmovedor. Ella no solo fue una gran artista, sino también un ser humano con gran disposición y creo que eso también aporta para considerarla como una de las más grandes exponentes que ha tenido el país. Es algo que no solo se lo reconocemos nosotros en Costa Rica sino que, tras todas sus giras y sus estudios fuera del país, demostró que se trataba de alguien excepcional”, comenta Carboni.
Ramiro Ramírez, director musical, fue otro amigo muy cercano de González. El conductor también mostró su pesar al conocer la muerte de la soprano.
“Fue una gran soprano, una luchadora tenaz. Le tengo un especial cariño por la interpretación de Lady Macbeth, en la que la dirigí y me quedó grabada para siempre”, recuerda Ramírez. “Ella tenía dotes vocales extraordinarios, que supo aprovechar al máximo en su momento. Además compartió muchísimo con el mundo musical de este país, trabajando en el desarrollo de coros, siempre vinculando el canto y ayudando a otros artistas a perfeccionar sus cualidades. Guadalupe ocupa un lugar en la música lírica que nadie le podrá quitar; es un nombre imprescindible en la memoria histórica musical de este país. Estamos todos consternados”, expresa.
Ramírez conoció a González al llegar al país, hace treinta años. El entonces director ejecutivo de la Sinfónica Nacional, Álvaro Saénz, le presentó a la artista. Ramírez asegura que desde ese momento se forjó una “linda relación de trabajo, pues nos aocmpañamos en muchos recitales y me hizo parte de la preparación de los roles que tenía por presentar”.
“El timbre de la voz fue único”, recuerda. “Era una voz muy especial, muy dulce, que cargaba una fuerza de emoción al cantar. En verdad era un filtro de su esencia. Hay cantantes que cantan muy bien y hay otras que comunican cuando cantan. Guadalupe tenía esa habilidad de arrastrarte con el canto aquel mensaje indescriptible, lo que verdaderamente es la emoción que provoca la música”.
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La última producción en la que se supo que González fue parte se trató de La productora, montaje teatral de Claudia Barrionuevo presentado el pasado febrero. Allí estuvo a cargo de la dirección musical.