El folclorista Lencho Salazar falleció a los 92 años. La noticia la confirmó su hijo José Manuel Salazar por medio de una publicación que realizó en la red social X (antes Twitter).
Lorenzo Salazar Morales había sufrido un quebranto de salud en el 2015 cuando se le reventó una úlcera. Desde entonces había estado bajo los cuidados de su esposa Ana Solano.
José Manuel le comentó a La Nación que su padre murió a las 12:30 a. m. de este miércoles 28 de agosto, en su casa, ubicada en Alajuela, mientras dormía. Lo acompañó su esposa Ana Solano.
“Tuve la dicha de poder cumplir con el mandato que dice honrarás a padre y madre. Lo cuidé durante nueve años a tiempo completo. Además, Dios le mandó un ángel de la guarda que es doña Ana, su esposa, ella ha sido un gran soporte para él. Ha sido su ángel de la guarda en la tierra”, afirmó José Manuel.
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El hijo del músico explicó que la vela se realizará en el antiguo Rancho de Lencho, en La Garita de Alajuela, y que la misa y el funeral serán en Naranjo. La familia anunciará las horas de las honras fúnebres en el transcurso de este miércoles 28.
Lencho tomó cariño por la música en su pueblo natal, San Roque de Naranjo, y luego llevó melodías del costumbrismo tico por todo el continente.
Por su incansable trabajo como folclorista, Salazar fue premiado en múltiples ocasiones. Entre sus galardones más importantes destaca su Premio Nacional de Cultura Popular Tradicional, obtenido en 1996, y el Premio Reca Mora de la Asociación de Compositores de Costa Rica, que le fue otorgado en el 2001.
Se le homenajeó en el Teatro Nacional, en el Centro Nacional de la Música, en la Feria de Frutas de Orotina. Los numerosos tributos están relacionados con la universalidad de su obra: en Costa Rica todo el mundo ha tenido que ver con Lencho.
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Pero los premios y los homenajes no se comparan con las décadas de admiración y cariño que le prodigó el público durante su extensa carrera.
Lencho fue compositor, intérprete de guitarra, violín, concertina y acordeón. Además, sirvió como maestro de música y danza en el Conservatorio de Castella y en la Escuela Normal Superior de Heredia, que luego se convertiría en la Universidad Nacional.
Amante de Costa Rica, sus paisajes, costumbres y personajes, Lencho encontró su inspiración en cada rincón del país, pero sobre todo, en él mismo: “La raíz del folclor y el costumbrismo tiene que traerla uno aquí metida, dentro del corazón; hay que nacer con eso”, dijo en una entrevista a La Nación, en el 2014.
Cambió la pala por el requinto
Lorenzo Salazar Porras nació el 4 de diciembre de 1931, en San Roque de Naranjo. Fue el menor hijo del campesino Víctor Salazar y la partera Elisa Morales, el cumiche de los siete retoños que tuviera el matrimonio.
A los seis años ya cantaba en los rosarios de la comunidad con Daisy Ledezma, quien fuera su cuñada. De su madre aprendió cantos y de su padre el gusto por la armónica, otro de los tantos instrumentos que sabía interpretar.
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A los 14 años abandonó la escuela para trabajar con su padre en una finca en Cedral de San Carlos, acontecimiento que lo acercó a su pasión por la música.
En el Valle Quesada (ahora Ciudad Quesada) conoció al maestro Dacio Eloy Alfaro, quien se encargó de enseñarle los acordes, la materia prima con la que luego se haría un nombre.
En aquel poblado formó el Trío Costa Rica, junto a Miguel y Paulino Porras, y poco a poco fue cambiando la pala y el hacha por un requinto, una nueva herramienta de trabajo menos pesada y de sonido más dulce.
El folclor de Lencho Salazar
Con el trío Costa Rica y como músico, Lencho Salazar se encargó de juntar y arrejuntar canciones, anónimas o de compositores ticos, finas melodías que interpretaba en fiestas, radio, televisión, o en donde se le contratara.
Fue uno de sus clientes el que le propuso un tema específico para cantar, una petición que terminaría cambiándole la vida.
“Uno de los clientes me dijo: ‘Vos tenés mucha facilidad para cantar, ¿por qué no cantás algo sobre nuestras leyendas? La Segua, El Cadejos y La Llorona y todo eso’. Ahí mismo cogí una servilleta y escribí una canción humorística típica”, explicó Lencho en el 2013.
La servilleta la deshizo los años, posiblemente, pero el legado de Lencho se escribió ese mismo día con la canción La Segua, un tema con palabras tan ticas como la voz que las canta: habla de alforjas, de “el diario” y de quedarse “gelado”.
En 1965, Lencho firmó un contrato con Dideca para grabar un disco. Se llamó Y diay… Lencho? y abría con una de las favoritas del público: El himno al guaro. También contenía la Patriótica costarricense, Pasión, Amor de temporada y claro, La Segua.
Lencho cantó de casonas viejas, la oración de una mujer solterona, de la guaria morada, del etamal, del amanecer campesino y del chinchiví. Así dibujó con sus canciones los más sencillos y bellos cuadros del costumbrismo tico y representó a una buena parte de la población las cuerdas de su guitarra.
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Durante sus más de cincuenta años de carrera, Salazar grabó ocho álbumes y todos los firmó con el apodo de niño que lo acompañó hasta sus últimos días: Lencho.
En los años 70 se le eligió como embajador cultural de Costa Rica y viajó por Panamá, Perú, Guatemala, Colombia, Ecuador y Estados Unidos, interpretado tema propios y otros de su amigo –y principal difusor– Miguel Salguero, Héctor Zúñiga y Carmen Granados.
Como director de baile folclórico del Instituto Costarricense de Turismo y con estos grupos también viajó por el continente.
El legado de Lencho Salazar
Junto con otros folcloristas de la talla de Carmen Granados y Maria Mayela Padilla, Lencho se volvió la cara del folclor, un emblema. Esto no solo se trataba de sus iniciativas por promover la cultura, sino de la dulzura y la tranquilidad con la que interpretaba estas canciones en radio o televisión.
Con su sombrero de pita, su bigote, y el pañuelo amarrado al cuello, Lencho se volvió el ícono del campesino meceteño y la voz de los habitantes de ese Valle Central que aún medía en onzas.
Trabajó con Carlos Alberto Patiño en Radio Monumental y apareció en canal 7 en Un momentico... con Lencho Salazar. Esta última iniciativa la emprendió en 1997.
La voz y el porte de Lencho estuvieron con tres generaciones de costarricenses que lo reconocieron como la voz de todas las generaciones pasadas y todas las que estaban por venir.
En el 2007, después de tener un accidente en moto que le dejó un brazo quebrado, Lencho Salazar decidió retirarse de los escenarios. Pero su voz no se apagó; su esposa Ana Solano, quien lo cuidó desde el 2011 hasta el último de sus días, celebró en varias ocasiones que Lencho, en los días buenos, le cantaba una que otra serenata.
Quizá le cantaba una de esas canciones de amor que solo pudieron haber sido escritas en Costa Rica, con el estilo único de Lencho. “Hay otra cosa que me pone loco y es que cuando te hablo de amor por el tronco ‘e jocote sacas un pañuelo”.
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