Más allá de su belleza, los movimientos lentos y pausados del Nihon Buyo encierran la historia de las artes escénicas de Japón. Nihon Buyo se traduce literalmente como "danza tradicional japonesa" y es una de las representaciones culturales más importantes de ese país.
La danza tradicional japonesa tuvo su nacimiento en el siglo XVII, durante el periodo de Edo, caracterizado por un auge de la producción cultural gracias a la demanda de la naciente clase burguesa. Toma elementos de las danza tradicional para la élite (bugaku), la danza ritual (kagura), el drama lírico japonés (noh) y el teatro popular (kabuki).
El Nihon Buyo es una danza con afinidad hacia la tierra: los movimientos tienden a dirigirse hacia el suelo, y los pasos firmes –en conjunto con los hombros siempre alineados– dan la sensación de un cuerpo sólido y compacto. La expresión se da por medio de movimientos estilizados, mientras que el rostro oculta toda emoción, utilizando, como una máscara, el clásico maquillaje blanco del kakubi.
El vestuario se reduce a los tradicionales kimonos japoneses. Suelen ser sencillos y varían entre diseños y telas de acuerdo a la época del año y al acontecimiento. Para las danzas con una especial influencia del teatro kakubi, la indumentaria suele incorporar ele-mentos más llamativos, como las pelucas propias del medioevo japonés (katsura).
La utilización del abanico (osensu) es esencial en las puestas en escena: representa diferentes objetos, las condiciones del clima y, según la forma en que se use, puede indicar si el personaje es hombre, mujer, anciano o niño. También es habitual el uso de sombrillas o ramas de cerezos en flor.
Con la naturaleza lenta y pesada de los movimientos, el naguata (o canción larga) es esencial para el Nihon Buyo. Este tipo de música suele ser interpretada por el shamisen (guitarra japonesa), la flauta de bambú, los tambores de mano (kotsuzumi) y el tambor de baquetas, llamado taiko. Además, suele haber representaciones acompañadas de arreglos vocales o sin ellos.
La Nihon Buyo Foundation, ubicada en Japón, estima que existen cerca de 5.000 bailarines profesionales en el país; cada uno de ellos preserva una danza que abarca siglos de historia.