Ser afrocostarricense es motivo de orgullo que se lleva en el corazón, y se refleja en la vestimenta: al menos así fue ayer para unos 400 participantes en el
La tarde fue sencillamente la apropiada: la lluvia no amenazó por ninguna parte, el bulevar que va del parque Vargas se llenó de entusiastas, dispuestos a disfrutar, y, como premio por la espera, el pueblo disfrutó de ver a los participantes con atuendos, tan variados como coloridos y originales.
El Sol recordaba a todos que ahí en lo alto estaba como testigo, sus rayos eran los aliados perfectos para los vendedores de sombreros, o de pipas frías. Pero acostumbrados a su presencia, los limonenses aguardaban el banderazo de salida.
A las 2:15 p. m., 45 minutos después de lo planificado, comenzó la fiesta, con una representación de la Fuerza Pública, que iba seguida por una carroza de la comunidad afrocostarricense de la Iglesia católica de Limón.
El avance de los grupos fue pausado; cada pausa fue ampliamente aprovechada por amigos, turistas y familiares para fotografiar a quienes desfilaban, y, para eso, tenían la complicidad de los protagonistas.
Al
Llegar a este gran día es un compromiso muy serio para la gran mayoría. La mejor evidencia de esto fue la gran belleza, acabados y finos detalles de algunos trajes.
Las African Caribbean Teachers, las Black Woman in Action, el popular grupo Nefertiti del Caribe, las Amazonas y las Muñecas Afrocaribeñas, fueron solo una pincelada de ese esmero en el vestir, fusionado con la belleza.
Las carrozas también aportaron una buena dosis de alegría y, entre todas, destacaron dos por su música contagiosa. Una fue la de la Embajada de los Estados Unidos, en la que viajó la agrupación Doreen’s Jazz New Orleans.
Además, y muy al estilo del Mardi Gras, en los Estados Unidos, arrojaron collares coloridos a los espectadores.
También, la carroza de la Banda Nacional de Limón, con Manuel Obregón, ministro de Cultura, como músico invitado.
Poco antes de las 5 p. m., los jinetes de la Asociación de Caballistas de Limón, vestidos como los soldados de Búfalo, fueron los últimos en salir. Aún tenían un trayecto de poco menos de un kilómetro hasta el edificio patrimonial Black Star Line, donde oficialmente terminó este