Priscila Gómez Arce
Escribir sobre sexo en el siglo XXI es un tabú, en especial si usted es mujer y decide contar las aventuras y los pensamientos que casi nadie quiere saber. La mujer que jugaba a la casita cuando era pequeña, creció y ya no quiere vivir en una casa por cárcel ni quiere usar enaguas por debajo de la rodilla. Ahora, la mujer tiene voz para decir lo que necesita: un hombre, dos o tres, amigos, quizá visitas de extraños..., y nadie debería juzgarla por eso.
De ello escribe Paula Piedra –licenciada en diseño de interiores y máster en administración de proyectos–, autora en su libro Seis años de sexo , publicado por la Editorial Germinal (tel. 8991-7386).
Ese libro reúne todas las columnas publicadas desde diciembre del 2006 hasta diciembre del 2012 en la revista SoHo de Costa Rica como la Columna de sexo , sobre la vida de tres chicas imaginarias que matan la teoría de que la mujer en la actualidad sólo tiene una pseudoopinión o ninguna.
Conversamos con la escritora.
–¿Cómo surge la idea de crear una columna donde la voz femenina opina sobre su sexualidad?
–Todo comenzó en una reunión semiinformal con el equipo de la revista SoHo de Costa Rica en noviembre del 2006, donde se hablaba de crear una columna de sexo. En esa misma charla yo exterioricé que debería ser una columna escrita desde la perspectiva de una mujer porque siempre es el hombre quien cuenta sus fantasías, y la respuesta que obtuve fue que yo la escribiera, y lo hice.
–¿Cómo creó los personajes?
–Los editores de la revista, Karina Salguero Moya y Luis Chaves, fueron una gran ayuda para crear a Caridad, la primera mujer que inventamos. Los lineamientos fueron: siempre iba a hablar en primera persona y las historias iban a terminar en una experiencia sexual.
”A partir de esto afronté el reto de escribir prosa porque yo solo había escrito poesía. Tuve que ponerme en el papel de una mujer con ese tipo de mentalidad.
”El segundo personaje estuvo bajo la tutela de Chaves y se llamó Sofía. Esta chica no hablaba de sus experiencias sexuales, sino de lo que pensaba. Logré identificarme muy fácilmente con ella ya que pude exponer muchas ideas que tengo, y fue muy liberador expresarme así.
”Para el tercer personaje tuve a Adrián Granados como editor; él me dijo que esta vez no iba a tener opinión. El personaje se llamó Kattia y era una “chica prepago”: una prostituta con mucha clase, por decirlo así. Sin caer en un tema moral, me costó mucho hacer empatía con ese personaje; por dicha, escribí poco de él.
”Yo puedo fantasear con salir un fin de semana y estar con un hombre cualquiera, pero cobrarle por sexo es otro asunto. Caminaba por el cielo raso cuando debía escribir sobre Kattia”.
–¿Usó usted pseudónimos para contar experiencias personales?
–No. El libro no es autobiográfico; fue un ejercicio para escribir y crear ficción. Además, la consigna de escribir con un pseudónimo se debió a que así aparecen artículos similares en la edición colombiana de la revista SoHo .
”Por otra parte, el haber firmado con mi nombre me hubiera limitado a causa del contexto cultural en el que vivimos: hubiera sido fatal. Hay una licencia de escribir con libertad lo que uno quiere decir cuando se usa otro nombre; en este caso, tres mujeres. Casi nunca se habla así de sexo”.
–Con la columna se adentró a una intimidad muy frágil de la mujer. ¿Cómo logró esto sin crear, de ella, un objeto ni victimizarla?
– SoHo es una revista que fue y es criticada por ser la típica revista de chica de portada con muy poca ropa, pero al mismo tiempo hubo un valor agregado porque les dio un espacio a muchas personas que escriben para escribir.
”Grandes crónicas salieron en la revista; entonces, muchas veces, entré en esa contradicción sobre lo que hacía y el medio que estaba utilizando.
”No obstante, sinceramente, después de pensarlo me quedo tranquila y en paz conmigo misma porque la voz que utilicé con esas mujeres era una voz asumida, empoderada. Los personajes estaban conscientes de lo que hacían y lo hacían porque querían. Les gustaba, y, aunque tuvieran relaciones sexuales con quien fuera, esa era su elección. Ningún hombre las manejó. Esta vez se invirtieron los papeles”.
–¿Hubo alguna intención social detrás de las historias?
–Creo que hubo un efecto rebote al hablar sobre temas tan ocultos y prohibidos. Siempre quise saber la realimentación que producían los textos, pero sólo llegaban cartas para los editores.
”Para el tercer personaje, Kattia, creé una cuenta en Twitter a fin de saber qué opinaba la gente, pero cerré rápidamente la cuenta; lo único que me preguntaban era cuánto cobraba o dónde vivía. Solo recibí preguntas muy básicas”.
–¿Por qué decidió publicar las columnas en un libro?
–Después de dos años y de no seguir escribiendo sobre ese tema, pensé que ya existía el espacio para decir: “¡Sí, yo dije eso!”.
”Esperaba respuestas, quería saber si alguien tenía algo que decir, pero, hasta el momento, después de la publicación, nadie se ha acercado a mí para hablar de todo ello.
”Me parece que es un tema del que nadie quiere hablar. Al ponerlo en escrito, adquirió una fuerza, y no cualquiera se atreve afrontarla. Muchas de mis amigas se acercaron después de leer el libro y me dijeron que esas columnas son didácticas.
”Yo siento que con algunos textos les doy clases a los hombres; y, con el tiempo, me he puesto a pensar que nada de lo que está escrito allí es falso, a pesar de no haber vivido en carne y hueso esas experiencias. Todo sucede”.
–Después del proceso de escribir y publicar, ¿cómo se toma la responsabilidad moral de hablar sobre temas tabúes?
–En la revista yo me sentía como infiltrada. Me daba mucha gracia ser quien estaba dándole vuelta al asunto al poner una voz femenina a contar sus aventuras. Me basé mucho en mi realidad y mi contexto.
”Yo entré en ese proyecto también para crear un registro de mi proceso: debía escribir una columna durante seis años todos los meses, y yo nunca había escrito prosa.
”El publicar el libro fue cerrar un ciclo. Caridad, Sofía y Kattia fueron personas de las muchas que uno es, y yo nunca había conseguido hablar con una voz que no fuera la mía; así aprendí a hablar en nombre de otras.
”Yo espero que muchas mujeres puedan leer el libro y se apropien de su sexualidad y de su cuerpo y obtengan el poder de decirle otros y de decirse a sí mismas lo que quieren”.