El director musical de la Orquesta Sinfónica de la UCR, Alejandro Gutiérrez, pasa como uno más de los niños que corren tras bambalinas mientras se alistan para el ensayo general de la obra Payasos (Pagliacci).
Gutiérrez va, camerino tras camerino, saludando al amplio elenco de este montaje. Son casi 200 artistas los que completan el reto más grande que se ha planteado como director de su ensamble (y posiblemente el que ha ocurrido en los diez años de existencia de la orquesta universitaria): producir, desde la figura de director musical, una ópera.
Son contados los títulos operísticos que se producen por año en el país. La certeza siempre se encuentra en la producción anual de la Compañía Lírica Nacional, que realiza una ópera por año (este 2019 lo harán con Madame Butterfly). El hecho de producir una ópera es una propuesta ambiciosa y más si no viene precedida directamente de las artes escénicas, sino desde la dirección musical del ensamble de una universidad.
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Alejandro Gutiérrez, por tanto, saluda con entusiasmo a todos los payasos y ciudadanos que recrean la obra concebida por Ruggero Leoncavallo a finales del siglo XIX. En su paseo por camerinos, ve con ojos brillantes la consolidación final de uno de sus más grandes sueños.
“Yo sé que el lunes, cuando acabemos la temporada, la orquesta va a ser otra”, sentencia el director desde su camerino, donde cuelga su abrigo y saco minutos antes de salir al ensayo. Desde finales del año pasado, había convencido a las autoridades universitarias de fusionar talento de la escuela de artes musicales y escénicas con invitados internacionales para un montaje operístico profesional.
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“Con el décimo aniversario de la orquesta, había que ir por más. Este contacto de un montaje grande nos permite crecer, que es lo que estoy buscando. La partitura verdaderamente es exigente y desde febrero he logrado colar la ópera dentro de nuestros ensayos para tener todo a punto. Pueden ser pocos meses de ensayo, pero la orquesta está lista y, como siempre, estoy muy orgulloso de mis muchachos. Por supuesto que un papá no va a hablar mal de sus hijos, pero la calidad de la orquesta es un hecho”, cuenta el director.
Con la orquesta completa para todas las funciones (es usual rotar los músicos por el espacio para la orquesta, que se ubica en el foso del Melico Salazar), Gutiérrez logró fusionar importantes nombres para esta producción. La primera selección vino desde la Escuela de Artes Musicales de la universidad, que tendrá a Ernesto Rodríguez, Ivette Ortiz, José Daniel Hernández y Kevin Rodríguez. Para complementar la formación, se fichó al barítono Andrew Stuckey, de la Universidad de Arizona para representar a Tonio, personaje cardinal de la obra de gran exigencia lírica.
Junto a este grupo titular participan estudiantes y profesores de la cátedra de canto, el Coro de la Escuela de Artes Musicales, el Coro Universitario y el Coro de Niños del Instituto Nacional de la Música.
Junto a Gutiérrez, la otra figura de dirección la comparte con el italiano Massimo Pezzutti, quien está a cargo del apartado escénico.
Desde la luneta, Pezzutti no se separa del micrófono para girar las instrucciones finales de iluminación. Aunque lleva un rostro tranquilo, amarró un nudo en las faldas de su camisa, como si indicara un poco de ansiedad. El montaje está completo y se ve bien, pero Pezzutti es minucioso y quiere que las luces estén en su brillo justo.
Se sube al escenario, camina hacia unas gradas de la escenografía y les indica que está muy fuerte el brillo. Tras el ajuste, asiente con la mirada y vuelve a sentarse con su tensa calma. Pezzutti entiende bien esta ópera pues la conoció a sus 7 años en el Teatro de La Scala en Milán, en su país natal. Esta ópera lo inspiraría, años después, a convertirse en barítono.
“Hay que tener todo en su lugar”, cuenta el director escénico, “en especial tomando en cuenta que los payasos pertenecen al verismo”. Este movimiento, surgido en Italia a finales del siglo XIX, es una tradición que procura ser precisa con la realidad. Además, también presenta situaciones usuales de clases sociales bajas con tramas violentas.
“Aquí tenemos una historia con la qué jugar con el público. Es necesario que se sienta esa veracidad con la gente porque la obra así lo exige desde su libreto”.
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Hablemos de payasos
Payasos, de título original Pagliacci, es una ópera de dos actos con música y libreto de Ruggero Leoncavallo, compositor napolitano hijo de un oficial de policía.
Su progenitor fue esencial para la historia de Payasos pues, la composición, se basa en una vivencia de su padre. Leoncavallo no llevaba una vida íntimamente ligada a la ópera hasta que descubrió Cavalleria Rusticana, melodrama de Pietro Mascagni que le estimuló sus fibras musicales y lo convenció de escribir Payasos.
Gracias a Payasos, Leoncavallo tomó fama mundial e incluso su apellido estuvo al lado de referentes como Giacomo Puccini, el compositor de más renombre en aquellos años.
Una de las características que le dio relieve a su ópera fue justamente por la figura del payaso. En este caso, y a pesar de su conocido rostro pintoresco, payaso refiere a intérprete por encima de cualquier género. El matiz central de esta ópera consiste en explorar la responsabilidad del actor para entretener al público, incluso en situaciones apremiantes que lastiman su ser.
La historia de Payasos es sencilla. Como en la ópera, a diferencia de otras expresiones como el cine y el teatro, se vale contar la historia completa, procedo con los spoilers.
La ópera comienza con un prólogo trascendental para el eje temático de la obra. Aparece entre el telón un payaso que advierte que lo que el público verá a continuación es sobre seres humanos más que de actores. El histrión le ruega al público que no olvide que los intérpretes son seres con sentimientos.
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Una vez acabado su discurso, el telón se abre en su totalidad y el relato arranca.
Una compañía de teatro itinerante llega a un pueblito italiano en la Fiesta de la Asunción de la Virgen María en 1865. Allí aparece Tonio, un payaso tonto que le relata al pueblo sobre las contradicciones del ser humano y sus apariencias frente a una emocionada audiencia. Posteriormente, aparece Canio, payaso iracundo que dirige la compañía teatral y que anuncia una función para las horas de la noche en la que se abordará el tema de los celos.
Una vez hecho el anuncio, el público se retira. En escena solo quedan Nedda, la esposa de Canio; y Silvio, un muchacho enamorado de Nedda y quien es correspondido amorosamente por ella.
Silvio le propone a Nedda huir después del espectáculo de la noche y así dejar su vida ambulante. Nedda considera oportuna la propuesta pero, a lo lejos, Canio escucha la conversación y estalla en secreta cólera.
Cuando llega el momento de la función nocturna, lo que mira el público es una situación muy similar a la que ocurre con los personajes en la vida real: una mujer está enamorada de su amante y su marido estalla en cólera.
En plena puesta en escena, Canio olvida al público y le exige a Nedda saber el nombre de su amante. El público se sorprende ante el realismo de la escena y aplaude con fuerza, sin saber que lo que ocurre ha trascendido la ficción.
Finalmente, Nedda trata de escapar, pero Canio la retiene y le entierra un puñal. En señal de auxilio, Nedda grita el nombre de Silvio, quien aparece y es también asesinado por el payaso.
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“Es una recontextualización de la opresión que sufren muchas mujeres. Ahí está su vigencia”, asegura el director Gutiérrez. “Massimo ha querido darle un contexto más contemporáneo para poner en evidencia que nadie debe sufrir algo así; que el desenlace no es el correcto. Hemos tenido ese intercambio para estar en sintonía desde la dirección musical, porque la partitura expresa mucho de lo que los actores viven en cada escena”.
Pezzutti, por su parte, confirma su intención de declarar una apatía por la conducta machista de celos de Canio. Su montaje ocurre a mediados del siglo pasado con el propósito de acercarse más a nuevas conductas.
Aún así, aclara que su primerísima intención con Payasos es lograr un metateatro (término en el que se desarrolla la idea de que la realidad es simplemente una representación dramática).
“Esta ópera permite que exista un doble público: el de la obra y el que se considera real. La intención de hacer notar que los actores deben enfrentarse al teatro sin importar lo que estén sufriendo se logra gracias a ese doble texto. Es mi responsabilidad que la gente se pueda acercar de esa manera a la obra”.
Vea el espectáculo
Payasos tendrá tres funciones en el Teatro Melico Salazar.
La primera función será el jueves 23 de mayo, a las 8 p. m.; la segunda el viernes 24, a las 8 p. m., y la función de cierre será el domingo 26 de mayo, a las 5 p. m.
El precio de las entradas es de ₡10.000 sin importar la ubicación de las butacas. Para estudiantes y ciudadanos de oro que presenten su carné, se realiza un descuento del 50%.
Los boletos se pueden adquirir en el sitio web www.specialticket.net y llamando al call center 4000-1090. Las entradas también se pueden comprar en puntos Servimás, Hard Rock Café y Grupo Mutual.
El espectáculo es apto para todo público, aunque se recomienda no asistir con niños menores de 3 años.