Como dice el escultor costarricense Jorge Jiménez Deredia, “es mentira lo que a algunos nos enseñaron en la escuela de que Costa Rica era solo un lugar de paso de culturas precolombinas”.
Las esferas de piedra precolombinas ahora pelean un lugar en la Unesco como patrimonio de la humanidad, precisamente para demostrar lo contrario: que aquí, en la planicie bañada por los ríos Térraba y Sierpe –en Osa–, vivió una civilización que el mundo merece descubrir.
Más de 300 esferas de piedra que se tallaron a lo largo de casi un milenio, desde el 500 d. C. hasta el 1500 d. C., algunas con más de dos metros de diámetro y alrededor de 20 toneladas, es la prueba de que aquí hubo una gran civilización. Varias de estas piezas están en los sitios originales donde fueron colocadas por los indígenas precolombinos y muestran enigmáticas alineaciones rectas, curvas y triangulares.
La arqueóloga nacional Ifigenia Quintanilla también celebra la atención y protección que estas puedan recibir del país y el mundo. “Las esferas son un caso excepcional en la arqueología mundial de cómo un concepto abstracto como el de la esfera se materializó en piedra no una, sino cientos de veces”, declaró en entrevista a La Nación , en la que detalló que la mayoría de la evidencia sitúa su zona de producción en lo que hoy se conoce como delta del Diquís, en Osa, Puntarenas. Para Quintanilla, la fabricación de estas esculturas refleja un alto nivel de desarrollo tecnológico por la destreza en la talla, el manejo de volúmenes variados y el dominio técnico sobre la piedra, y su producción en masa implicó una organización del trabajo colectivo muy bien estructurada en una sociedad precolombina. “Yo defiendo que son símbolo de poder, pero de poder crear. Son un ejemplo de cómo una sociedad alcanza un nivel de planificación y organización que le permite contar con todos los recursos necesarios para fabricar, transportar y colocar en sitios específicos estas obras en piedra de grandes dimensiones. Estas personas se aseguraron de tener fuerza de trabajo, artesanos especializados, alimentación para los trabajadores y medios para transportar las esferas en medio de un ambiente natural adverso”, añadió la experta, quien trabaja en la tesis de su doctorado en Arqueología Prehistórica en la Universitat Autónoma de Barcelona. Pero, aunque son de piedra y se podría pensar que son ‘invencibles’ al paso del tiempo; su conservación es un tema que debe preocupar al país, alertó en agosto pasado el restaurador y conservador italiano Emiliano Antonelli, quien visitó los sitios conocidos como Finca 6, Finca 4, Batambal, El Silencio y Grijalba, en Osa. Según Antonelli, sus principales enemigos son los cambios bruscos de temperatura (de 15 a 50 °C), los microorganismos que las “envuelven” y la llamada exfoliación (cuando una pieza se “escarapela”).