Entre 5.500 y 6.000 personas asistieron al Festival Envision, que se celebró durante cuatro días en Uvita, Puntarenas.
Más que una fiesta, para los organizadores fue oportunidad de mostrarle a su audiencia música en vivo, yoga y charlas para sugerir una transformación en el estilo de vida.
Estos mensajes llegan por todos los flancos: a veces en charlas o la música; otras, con el simple hecho de prohibir el uso de platos plásticos en el festival y con la nula presencia de basura en el Rancho La Merced, donde se realiza el encuentro desde hace ocho años.
La generalización más común es que el festival es una reunión de hippies, dicho con un tono peyorativo. Pero sus asistentes y organizadores lo ven de otra forma.
“Es un lugar para hacer networking (conexiones) con personas que están en la misma página y que tienen el mismo ideal de cambiar el mundo”, comentó Shell B, quien asistía por segundo año consecutivo.
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Ella es estadounidense pero reside en la península de Osa junto a su pareja, Joshua Reed. Ambos trabajan en Finca Morfo, llamada así por la mariposa y “por la transformación interna que hace la agricultura” y allí siembran y cosechan el 50% de la comida que consumen.
A todas luces, ellos coinciden con el estereotipo del asistente: un estadounidense con mucho interés por los temas ambientales. Es así, pero también algo más.
“La reacción inicial de la gente es pensar ‘oh, son un montón de gringos que vienen a la playa a bailar’. Pero poco a poco el festival ha ido mostrando a la comunidad que se trata de transmitir conocimiento”, comentó Joshua Reed.
“En los primeros años llegaban más 'festi-kids', niños que solo van a los festivales para enfiestarse y ya, pero creo que eso ha cambiado”, indicó Stephen Brooks, uno de los miembros fundadores y parte del comité organizador de Envision.
No es solo música
Los organizadores quieren alejarse de la etiqueta de festival de música para subrayar el sentido de la actividad: la transformación social.
“Sí, hay música y hay fiesta, pero la meta es que la gente sienta algo diferente, que todos sientan el llamado al cambio, el llamado a que todos tenemos que cambiar de verdad”, señaló Brooks, un estadounidense de 44 años.
Envision es reconocido por sus grandes escenarios. Este año, contrataron conciertos a músicos mucho más conocidos que en las ediciones anteriores; por ejemplo, al cantautor Xavier Rudd y al dúo nominado al Grammy Bob Moses.
Pero si se le pregunta a la organización, el presupuesto que ha aumentado y al que se le ha dado más atención es al de las charlas.
”Mi esposa y yo estamos encargados de las actividades del día que, en el primer año, tenía menos presupuesto. Pero creo que si ahora le preguntáramos a los asistentes en una encuesta, muchos preferirían el día (yoga y charlas) a la noche (conciertos y fiestas)”, apuntó Brooks.
Todo esto se trata de que los visitantes tengan impulso por cuestionarse si sus estilos de vida son los suficientemente armoniosos con el ambiente y las personas que los rodea.
“Se trata de empezar a preguntar: ¿de dónde viene la comida? ¿de dónde viene el agua? ¿qué hace mi trabajo? ¿cómo estoy llenando mis días? Y tengo la opción de manejar esta realidad, de ordenar esta vida”, señaló Brooks
Ese sentimiento de control y de seguridad es lo que sigue acercando al público a Envision.
“Creo que es un lugar que le da mucha alegría a la gente, les permite ser quienes quieran ser y si hay algo que cuestionan de sí mismos, les permite verlo desde otra perspectiva”, señaló Shell B.
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“Nos alegra mucho toparnos a ciertas personas cada año, creo que eso es lo que lo hace más especial, que Envision forma una familia”, señaló Joshua Reed.
Si el público tiende a reencontrarse en el mismo lugar, es decir, no varía tanto quienes vuelven, había que preguntar: ¿cómo se puede generar un cambio en todo el mundo?
“Cada cosa es importante, por más pequeña que sea”, dijo Brooks. “Nada puede cambiar si no hacemos nuestra parte y yo nunca quiero que (la gente que viene) piense que lo que ellos hacen no importa, porque sí lo hace”, finalizó.