En una casa de Sabanilla hay dos salas pequeñas. En una hay un sillón, dos sillas de escritorio, una computadora con dos monitores, amplificadores. La otra sala está llena de micrófonos, cables en el piso, instrumentos de percusión, un sillón y un bar pequeño en una esquina.
Esto es Musitica.
El nombre es apenas familiar, no conocido. Antes de llamarse así la empresa abrió, en 1990, como Estudios Visión.
En todo caso, su dueño siempre ha sido el mismo: el músico e ingeniero de sonido Carlos Chaves, mejor conocido como Pipo, aunque ni él mismo sabe por qué le pusieron el mote.
En otros momentos, Chaves ha pensado en cerrar Musitica y convertirse en un “monje tibetano” pero dice que “siempre que me he querido retirar, pasa algo favorable”.
Hace poco más de dos semanas, ocurrió el culmen de lo favorable. Chaves obtuvo su primer Latin Grammy como parte del equipo del álbum de música clásica Música de compositores costarricenses, Vol. 2.
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En el mérito lo acompañan viejos conocidos: la Orquesta Sinfónica Nacional, la violista cubana Winnie Camila Berg, el director costarricensse Eddie Mora, entre otros.
“Para un músico, compositor o productor, este es el máximo galardón que puede tener en el planeta”, dice, sentado frente a su estudio de grabación, la mano izquierda rascando el muñón del brazo derecho.
Antes de dedicarse a la música, Chaves hizo muchas otras cosas. Desde un accidente laboral en una fábrica, en 1989, es zurdo “a huevo”.
Por su vocación, “cocina, lava o plancha”. No le duele sentarse 300 horas a editar 32 pistas de sonido, como lo hizo con el disco de la Sinfónica.
Le gusta lo que hace.
“Lo que queda después es ganarse otro Grammy”, sonríe.
Su pequeño espacio de trabajo está rodeado de otros éxitos: una biblioteca con los 120 discos que ha grabado, el póster del Festival Les Decouvertes de Radio France Internacional de 1995 (en el que recibieron el premio principal su banda Los Gatos Callejeros junto a la cantautora Guadalupe Urbina).
“Un éxito artístico y un fracaso financiero”, comenta.
Por ahí también anda el Premio ACAM del 2009, por la ingeniería de sonido de un homenaje al artista Francisco Amighetti, interpretado también con la Sinfónica Nacional.
Si la estatuilla del Latin Grammy no se encuentra en los anaqueles de sus trofeos y recuerdos, es porque aún no ha llegado a sus dueños.
Antes del Grammy
El director Eddie Mora y Chaves se conocieron en 1993.
Chaves ya tenía historia e historias con sus emprendimientos musicales.
Su banda Los Gatos Callejeros había sido telonera presentado a Soda Stereo en su primer concierto en el país.
Su empresa, entonces Estudios Visión, había grabado la primera producción de María Pretiz, Ruta al Sol (1991).
Mora había vuelto al país, tras finalizar sus estudios de violín en el Conservatorio Chaikovski de Moscú. En Costa Rica, planeaba grabar música junto al pianista Gerardo Duarte y, así, encontró a Estudios Visión.
Para 1995, Chaves había hecho la producción de un casete titulado Cien años de música clásica costarricense .
“Yo lo admiro mucho por su inteligencia y sensibilidad, por su enorme capacidad de trabajo (...). Pipo y yo hemos tenido todas las situaciones que puedan involucrar ese número de años. Desde lo bueno, hasta lo difícil”, describe Mora.
“Somos como un matrimonio”, describe Chaves.
Más adelante, diseñaron música con la “Orquesta Virtual de Sabanilla”(tras grabar a pocos músicos, la pieza orquestal se creaba en la edición del disco).
Durante la época en que Mora fue Decano de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Costa Rica, también grabaron discos para ensambles de cámara de la institución.
Desde el 2010, ha sido productor de los nueve discos de la Orquesta Sinfónica de Heredia (de la que Mora es director titular).
“(Con Mora) hicimos discos muy interesantes: experimentos de orquesta y Brillanticos, ensambles extraños y música para teatro. Para mí todo ha sido importante porque uno se enamora del proyecto y da con algo interesante”, dice Chaves.
En el 2014, tras su nominación al Grammy con Música de compositores costarricenses vol. 1 (el antecesor espiritual del disco premiado), el equipo consiguió un contrato Con el Centro Nacional de la Música para otros cuatro discos originales.
Una factura del Centro describe que pactaron los discos para: Verano sinfónico 2014, Boleros de Costa Rica, un disco doble de homenaje a Benjamín Gutiérrez y, por último, el disco que recibió el Grammy.
Musitica también cobró servicios por la grabación de los conciertos de la temporada oficial, la replicación del CD de Bossanova Sinfónico, copias de todos los discos producidos y un DVD de la Sinfónica Nacional junto al ensamble Éditus (1.000 copias físicas para cada uno).
La contratación completa por los productos y todas las horas de servicio costó, según dijo el Centro, $45.655.
Con todos las inversiones en equipo, diseño y demás, Chaves dice que, en realidad, es poco.
Con todos sus procesos, tener al disco del Grammy costó menos de $9.000, dice Chaves.
“(A los jueces del Grammy) lo sonoro les causó una gran impresión y, de hecho, me preguntaron cómo lo grabamos. Yo les dije que fue en una bodega, una sala de ensayos que es una bodega. ¡Uno tiene que agenciárselas y hacer unos McGyver!”, exclama cuando recuerda las semanas de grabación.
Para Música de compositores costarricenses vol. 2 se usaron 35 micrófonos. Chaves diseñó unas láminas de acrílico para los metales y la percusión. Su afán era proteger a las cuerdas para que sonaran “pastosas”.
Mientras grababan, se dieron cuenta que la acústica del salón de ensayos de la Sinfónica Nacional mejoraba al voltear el podio hacia la audiencia. Le dieron vuelta a la orquesta.
“Un truco es un acto de magia. Estas son estrategias de grabación”, describe Mora.
Los músicos de la Sinfónica Nacional, dice Chaves, suenan como una orquesta de “primerísimo mundo”.
“Pudimos sacar en poco tiempo, con condiciones muy básicas, un resultado muy elevado”, asegura.
El Grammy
Como miembro de la Academia Latina de la Grabación, Chaves suele postular sus discos a los Grammy.
Este año, junto con Música de compositores costarricenses vol. 2, viajaron otros tres álbumes grabados con Musitica.
A Chaves le molestó que el actual director del Centro Nacional de la Música, Gabriel Goñi, dijera a La Nación que la postulación la hizo un director invitado de la Sinfónica Nacional.
“Yo puedo declarar que es un Pinocho. Le queda grande la nariz. Carlos Chaves hizo la gestión: mandó el paquetico, con dinero mío, pagando todo”, afirma (Goñi dijo a La Nación que se enteró de la gestión de Chaves hasta después que la prensa consultara sobre la nominación del disco).
Chaves fue el único del equipo que viajó a Las Vegas para participar de la ceremonia del Grammy. Antes de ese jueves 16 de noviembre, dice que tuvo una corazonada de la victoria.
En una cena, uno de los jueces que evaluó el disco se acercó a preguntarle sobre la calidad de la producción.
“Yo sentí que me dijo que ganamos”, dice Chaves. “Tuve esa sensación”. Previo al show de los Latin Grammy, la categoría de álbum de música clásica fue la segunda en anunciarse.
“Me cagué”, se carcajea.
“Me tomaron fotos, salieron los periodistas, me montaron en una limusina y me llevaron al otro lado. Pude hacer algo con los periodistas pero a muchos no les interesaba: estaban esperando a Luis Fonsi”, dice.
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La vida después del Grammy se parece mucho a la anterior.
Los Gatos Callejeros volvieron a unirse. Chaves tiene planes para abrir un par de locales de mezcal y comida mexicana.
Sus clientes le preguntan si va a cobrar más por su servicio.
“No me interesa quedarme sin trabajo”, niega con la cabeza aunque sí espera recibir patrocinios de marcas de micrófonos.
“Cuando me di cuenta pasaron 30 años haciendo esto y me parece que fue ayer”, dice. “Pero como no me deja plata, voy a vender tacos”.