Adriana Collado Chaves collado.adriana@gmail.com
Se titula Rossella Matamoros. El inefable deseo de explorar el espacio y es un libro cuyo diseño, estructura narrativa, calidad de impresión, edición de imágenes y selección de textos hace justicia a una colosal obra de más de 30 años de trabajo.
Me concentro primero en la portada como preludio de lo que vendrá. Empiezo por la selección del negro como color de fondo. El negro y el blanco suelen ser usados para representar el “todo-uno”. En el color-luz, el blanco resulta de la superposición de todos los colores, mientras que, en el color-pigmento, el negro absorbe todas las longitudes de luz y surge de la mezcla de toda la paleta.
Luego aparece el título en dorado, color que simboliza lo magnánimo y perpetuo, preferido de las iconografías sagradas en la representación abstracta de la divinidad. No solo el brillo, sino las propiedades físicas del oro se asocian al concepto de eternidad.
Según los alquimistas, el encuentro de la piedra filosofal les permitiría la transformación de otros metales en oro, que a su vez revelaría el secreto para que el ser humano trasmutase de la vida terrenal a la eterna.
La composición de la portada se completa con la imagen de la obra El peso de la historia en la cadera femenina . La imagen es un cuadrado perfecto; es decir, está compuesta por 16 cuadros y 16 es raíz cuadrada de 4.
El cuadrado en las matemáticas es una figura clave para especular con respecto a la forma del espacio y sus dimensiones. Si probamos a traducir las dimensiones del espacio a imágenes, la primera dimensión sería un trazo (‘vector’ en matemáticas), la segunda dimensión sería un cuadrado dibujado, la tercera correspondería a un cubo y la cuarta sería, para nosotros, una imagen de cubos en movimiento.
Recordemos que los objetos bidimensionales tienen límites unidimensionales (un cuadrado está limitado por cuatro líneas). Los objetos tridimensionales son limitados por superficies bidimensionales (un cubo está limitado por seis cuadrados). Un cubo en la cuarta dimensión tendría límites tridimensionales que no nos podemos imaginar porque nosotros sólo vemos en dos dimensiones.
Recordemos también que, en física, la cuarta dimensión es clave para entender la teoría de la relatividad espacial. Albert Einstein hablaba del tiempo como una cuarta dimensión.
Regreso a la portada del libro de Rossella. El cuadrado perfecto de la imagen de la portada, inscrito dentro del cuadrado perfecto de la tapa, acompañado de fondo negro, letras oro y un título que sentencia El inefable deseo de explorar el espacio me hace pensar en los vectores de la obra de Rossella, que salta continuamente de una dimensión a otra.
Empezando por la línea de trazo puro sobre un plano cualquiera, seguido por imágenes circunscritas a una superficie limitada (como un trozo de papel o un pedazo de tela), luego por la creación de objetos tridimensionales como esculturas e instalaciones, y finalmente su salto a la cuadridimensionalidad del movimiento de la performance, de su cuerpo como pincel, como soporte pictórico y como arquitectura móvil en el espacio-tiempo, cuya geometría es inasible aunque deja ciertas huellas (es el caso de sus videos).
En Rossella Matamoros, la cuarta dimensión no es un motivo de representación bidimensional como lo fue para muchos artistas del siglo XX. Ella en cambio explora el espacio en su interacción con el tiempo como experiencia estética en sí misma; de allí la centralidad del movimiento en su obra, su proximidad con las artes escénicas y la imposibilidad de encerrar su arte en una dimensión específica o en una categoría unívoca.
Las dieciséis imágenes de la portada también evocan un hoyo negro. ¿Qué otro espacio del cuerpo humano, sino la cadera femenina, logra representar la dualidad de lo vacío-lleno, el todo-nada, el caos-cosmos o la vida-muerte?
El preámbulo de la portada nos lleva luego a constatar, página por página, la preocupación de Rossella por vincular las matemáticas con la música y la abstracción; la música con la danza; la gestualidad teatral con las tablas, el vestuario, el cuerpo y el ritual; el ritual con el mito, y el mito de nuevo con la abstracción y las matemáticas con sus eternas grandes preguntas sobre el espacio, el tiempo y el universo, que en esencia son hermanas de las grandes preguntas existenciales sobre la vida, la muerte y el espíritu.
El contenido del libro se vertebra en un fino análisis de Efraím Hernández. Él y Rocío Fernández son los dos grandes estudiosos de la obra de Matamoros.
Hernández ubica cuatro pilares que sostienen la obra de Rossella: primero, la estructura; luego, el movimiento; después, la espiritualidad, la introspección y la sensibilidad por lo humano, y finalmente la investigación.
Los capítulos llevan un orden inverso al cronológico, y su lógica trasciende la linealidad para asemejar la polisemia de una bitácora de viaje. Surge así una polifonía orquestada por voces de distintos autores con narrativas disímiles, como apuntes, poesías, ensayos, artículos periodísticos y extractos de tesis. Ello se combina con la convivencia de imagen-escritura, la simultaneidad de textos en inglés y español, y los hipervínculos que nos permiten saltar a Internet.
Al concluir la lectura recuerdo imágenes de losas, paredes, páginas de libros, pedacitos de papel, cartón, tejidos, retículas o mayas electrosoldadas, un espacio abierto o cerrado, o la imagen en movimiento que aparece cuando digito un código QRL en mi teléfono celular.
Todos ellos fueron y son el soporte de dibujos, frisos, pinturas, esculturas, instalaciones, action paitings , performances, escenografías, vestuarios y maquillajes, representaciones en una, dos y tres dimensiones de un espacio cuadridimensional donde la ecuación espacio-tiempo recuerda la atracción de los opuestos: de la materia con la antimateria, de la vida con la muerte, del cuerpo con el espíritu, de Occidente con Oriente, de la violencia con la paz, de lo colectivo con lo individual, del trauma con la recuperación. En síntesis, de Rossella con Rossella en ese incansable desdoblarse para transitar entre espacios, lenguajes, emociones y dualidades.
Por último los apuntes que tomé de la sección “Glosario personal”. Para Rossella Matamoros, libro significa “disminución de la velocidad para expresar, entender y aprender. Recuento del tiempo y su historia” | Negro significa: “la noche” | Blancos: “silencio” | Dorado: “abrazo” | Imágenes cuánticas: “sobre el infinito y las diferentes formas de la materia” | Espacio: “donde se mantiene el tiempo”.
Entonces, puede que este libro en palabras de ella sea eso: Rossella disminuyendo su velocidad para darnos un abrazo en el tiempo.
El libro puede obtenerse mediante la dirección rossellamatamoros@gmail.com