A algunos libros les toma mucho tiempo salir a la luz, especialmente si en sus páginas se ha inventado una nueva geografía. Rodrigo Soto empezó a escribir sobre su Ciudad Real, un sitio imaginario donde cientos de vidas se cruzan, en el 2010, pero hasta ahora se publica. El río que me habita , su más reciente novela, se presentará este miércoles.
Editada en España por Huso (y próximamente por Perro Azul en Costa Rica), la novela de Soto indaga en una región de alguna parte de América, quizá, desde la Conquista hasta unos años adelante de nuestros días. A la orilla del “río Grande”, Ciudad Real crece y se multiplica. Asistimos en el libro a su vida. ¿Por qué inventar un mundo nuevo? “Porque eso me da la posibilidad de meterlo todo ahí”, dice Soto, de pluma fecunda.
¿En qué consiste esta noción de geografía imaginaria (con la que describe la novela)?
Se trata de narrar un puñado de vidas que tienen lugar en una misma región a lo largo de cinco o seis siglos. No me interesa la historia de la región ni la ciudad, sino las personas que habitan esos espacios en distintos momentos históricos. Es una región imaginaria, estructurada en torno a algo que termina llamándose, en nuestra época, Ciudad Real.
”La ciudad está a la vera del Río Grande. Es una ciudad de provincia y no una ciudad capital. Con los años, conforme he ido conociendo mejor Costa Rica, me he dado cuenta de que uno como josefino tiene una visión muy limitada. Para empezar, uno piensa que en Costa Rica solo en Chepe hay vida urbana y esa es una percepción totalmente equivocada, la hay en muchos centros urbanos de Costa Rica, sobre todo fuera del Valle Central. Me interesaba esa perspectiva de una ciudad secundaria o de provincias.
”De alguna forma, a través de las vidas de estas personas, vemos cómo se va formando esa ciudad en el transcurso de los siglos. No me interesa la historia de la ciudad, sino las historias de distintas personas que habitan en diferentes momentos de esa región, y a través de ellas vemos cómo la ciudad va tomando forma y cómo toda la zona se va transformando en virtud de la actividad de los seres humanos”.
”Hay una serie de referencias a la realidad costarricense; una de las secciones está dedicada a las luchas ambientales que se dan alrededor de Ciudad Real. en el Río Grande se va a construir una enorme represa hidroeléctrica controversial y objeto de protestas. Los habitantes están divididos en torno a la creación de esta represa. Hay alusiones y guiños a la historia costarricense. No está situada en Costa Rica, pero es claro que está en Costa Rica.
Decía que le interesaba narrar la actividad de un grupo de personas en un espacio determinado. Pienso, también con respecto a libros suyos anteriores, ¿es sobre la actividad de esas personas o la narración de ellos sobre lo que esa ciudad es?
Me ha ganado la vida haciendo muchas cosas, y entre ellas, me han contratado para escribir historias de vida. Hacer esas historias , desde que me contrataron por primera vez hace 15 años, cambió totalmente mi manera de entender la literatura y la escritura. Por un lado me dio acceso a muchas vidas. De pronto la fuente de información de la que disponía no era solo yo, cinco amigos y mis familiares, sino que de pronto mi mundo se amplió, tenía acceso a 30 vidas de condiciones muy diferentes a mi experiencia.
”En cierta forma esta novela es una colección de historias de vida imaginarias en un espacio imaginario; no me interesa la historia de la ciudad, sino de las personas; no me interesa la geografía, sino las vidas de sus habitantes.
”Lo que pasa es que estas personas hacen sus vidas en un espacio que ya ha sido intervenido y habitado por otros seres humanos antes de ellos. Están condicionados por esas otras vidas. Creo que la literatura debería de servirnos para ayudarnos a entender la vida.
”Eso es lo que yo pretendo cuando escribo: tratar de entender mejor la vida humana, la vida social, mi vida. En ese sentido, trato de poner ahí todo lo que he ido aprendiendo a lo largo de los años, cómo es que los seres humanos organizamos, tejemos, inventamos, fantaseamos nuestras vidas. Eso es lo que intento hacer”.
En ese sentido, ¿por qué le interesaba usar el recurso de la geografía imaginaria, que no tuviera que ver con personas reales?
Porque eso me da la posibilidad de meterlo todo ahí.
Porque le daba chance de articular respuestas diferentes a un mundo que el real resistiría.
Exacto. No me interesa hacer referencia a una historia concreta, sino a muchas historias, porque eso me permite seguir tejiendo infinitamente alrededor de ese mundo. Todo cabe en Ciudad Real, todo lo que sea capaz de imaginar tiene cabida ahí. Podría terminar existiendo, y no estaría tan desencaminado, un laboratorio de investigación aeroespacial como hay en Liberia.
Algo que quizá, puesto en la distancia, nos desentona más de lo que desentona en la vida real.
Pero, ¿qué es lo que revela lo que acabás de decir? ¿Por qué desentona cuando uno afirma que hay un proyecto aeroespacial en Liberia? Porque vos y yo tenemos una idea muy limitada de lo que es Liberia. Creo que esa es la verdadera razón. Mantengo una buena relación con amigos de San Isidro de El General. Ahí no hay solamente un movimiento creativo muy vigoroso, sino que es de una complejidad la vida urbana de allí… Vos y yo, como josefinos, tenemos una visión sesgada y muy limitada de lo que pasa fuera de la Gran Área Metropolitana. Creo que eso es parte de lo que ha traído la globalización, que el mundo está en todas partes. Eso es algo de lo que trato en esta novela. Nuestra realidad centroamericana se ha ido formando a lo largo de los siglos por influjos migratorias, siempre ha sido así y seguirá así porque esa es la dinámica humana siempre y en todas partes. Eso también intento mostrarlo: cómo la gente va y viene, llega y se va, en busca de mejores condiciones de vida, que es lo que todos queremos.
Ahora, esta noción de crear un mundo imaginario sobre el real para poder englobar todo tiene muchísimos antecedentes, como Faulkner, que trata de resumir el sur estadounidense.
Sin duda. Faulkner sería un referente. Pero lo que llamamos la gran literatura latinoamericana de mediados del siglo pasado también está llena de eso.
Claro, Onetti, García Márquez… ¿hay algo de eso?
Indiscutiblemente. A diferencia de García Márquez, no quiero narrar una estirpe. Este libro está en otra tesitura, en un registro diferente de lo que he escrito antes. La única otra tentativa que hice fue una novela de 1992, Mundicia, era un mundo imaginario, pero estaba narrado en clave de farsa, en gran parte era una burla de Costa Rica. tenía otra intencionalidad. No es totalmente realista. Tiene algunas partes totalmente fantástica, porque la fantasía es parte de la realidad. Aun cuando hay una tónica predominante realista en las historias que integran este mundo narrativo.
¿Qué le ha aportado este proceso de escritura, en términos de recursos como autor?
Para mí, el principal aprendizaje es que cada personaje es protagonista de su historia. Cada ser humano tiene derecho a ser protagonista de su historia y cada uno de nosotros lucha por serlo. ¿Qué quiere decir eso? Darle forma, vivir la vida que uno cree que merece y a la que puede aspirar. Esa enseñanza me la deja este libro. Son muchas historias pero todas tienen la misma importancia.
No hay “provincias” y “capitales”.
Exactamente. Otra cosa que me deja la escritura de este libro es que las vidas humanas están tejidas de momentos muy diferentes y que no hay vidas que carezcan de interés, no hay vidas humanas monocordes. Ocho millones de historias tiene la ciudad de Nueva York, decía Rubén Blades. Cada vida es una historia. Eso me la deja la escritura de este libro y el trabajo sobre las historias de vida que afortunadamente me llegó. La otra cosa es la importancia del tiempo y la maduración. Terminé de escribir este libro hace cinco años y desde entonces no hice más que revisarlo dos veces al año para revisarlo y pulirlo; por supuesto, cambió de forma varias veces hasta encontrar la definitiva. La escritura requiere tiempo. No solo el tiempo de escritura sino el de tomar distancia para poder valorarla. Ojalá que los escritores más jóvenes no olviden eso, que escribir no es una carrera de caballos, sino que las cosas tienen que decantarse. Estoy muy contento y satisfecho con el resultado de este trabajo. Siento que encontré un mundo que me interesa más, está más lejos de mí y me interesa más.
¿Se ve a mediano o largo plazo todavía habitando ese mundo narrativo?
Sí, a mediano plazo sí, porque estoy escribiendo otro libro. El concepto de novela-río no lo manejaba, lo descubrí poco después. El hecho de que el Río Grande sea central a esta narrativa me llevó a indagar en ese tema. Definitivamente lo que estoy haciendo es una novela-río, no una saga familiar, sino una historia de una región, y en ese sentido Faulkner y Onetti podrían venir a colación. Me veo habitando, ojalá muchos años más, este mundo narrativo.
Es curioso, porque el momento histórico cuando encontramos más “novelas-río”, digamos, John Galsworthy o Romain Rolland, estaban tratando de entender qué era lo que la modernidad y la revolución industrial habían afectado la geografía y cómo afectaba las subjetividades. Me llama la atención que lo mencione justo porque incluye el futuro. ¿Es su forma de entender qué nos estamos haciendo?
Definitivamente. Eso sí, aunque me adelanto unos años del 2017 en Ciudad Real, no hago anticipaciones, no me interesa eso, pero las marcas de la historia en la geografía y las mentalidades me interesan mucho, las cicatrices de la historia en la geografía, las vidas y el imaginario de la gente.
Rodrigo Soto conversará con el escritor Álvaro Rojas sobre ‘El río que me habita’ el miércoles 26, a las 7 p. m., en Libros Duluoz, ubicado en barrio Amón (125 m oeste de la Alianza Francesa). Entrada gratuita. La editorial Perro Azul presentará una edición tica de la novela en agosto.