A finales del siglo XIX y principios del XX la medicina costarricense era avanzada de acuerdo con los parámetros mundiales de la época.
Así lo demuestra una investigación sobre la creación y el funcionamiento del Sanatorio Durán, en Tierra Blanca de Cartago, realizada por Carmela Velázquez, investigadora de la Escuela de Historia de la Universidad de Costa Rica (UCR).
El hospital empezó sus operaciones en 1915 –gracias a la gestión de un grupo de médicos ticos liderados por el doctor Carlos Durán– con el fin de ofrecer atención médica especializada a los pacientes de tuberculosis.
Dicha enfermedad es una infección contagiosa potencialmente mortal causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis que se encuentra en el aire.
Los pulmones son los órganos mayoritariamente afectados; sin embargo, también pueden generarse complicaciones en los intestinos, los riñones, los ganglios linfáticos y el cerebro.
Medicina de punta. De acuerdo con el estudio, durante las últimas décadas del siglo XIX la tuberculosis contribuyó al alto índice de mortalidad en el país.
Su tratamiento adecuado era prácticamente nulo, tanto en Costa Rica como en Centroamérica, pues no se contaba con instalaciones, equipo ni personal idóneo para asistir a los pacientes como lo requería su enfermedad.
“El doctor Durán, un médico tenaz y visionario, mostró interés en la creación de un sanatorio en gran parte motivado por el hecho de que una hija suya padeció la enfermedad”, dijo la historiadora.
Por medio de publicaciones internacionales y viajes al exterior, el doctor Durán se dedicó con empeño a investigar sobre los últimos avances de la medicina y a buscar el mejor centro de curación para internar a su hija.
En 1903 se decidió por el prestigioso sanatorio Loomis en Liberty, Nueva York, creado y dirigido por el doctor Charles Loomis, la máxima autoridad en tuberculosis en Estados Unidos en aquel tiempo.
El médico tico conoció de cerca el modelo del hospital neoyorquino y regresó a Costa Rica en 1912 decidido a implementarlo aquí.
Salud en las alturas. El doctor Durán sabía que muchos especialistas de Estados Unidos y Europa creían en la acción curativa del aire puro, el sol, el reposo absoluto y una alimentación abundante y variada para tratar la tuberculosis.
El 16 de agosto de 1915 el Congreso de la República aprobó la creación del Sanatorio Carit, el cual se levantó en Tierra Blanca de Cartago, atendiendo las recomendaciones del doctor Durán sobre la altitud de la zona, los vientos imperantes, la humedad del aire, la temperatura, las horas de sol y la disponibilidad de agua potable.
Los materiales para construir el edificio fueron cuidadosamente seleccionados. “Se usaron maderas de Costa Rica resistentes a la humedad como roble negro, cedro y pochote, así como la caña de Castilla”, dijo Velázquez.
Tanto los pacientes como el personal médico seguía un estricto régimen disciplinario similar al de prestigiosos hospitales estadounidenses y europeos.
El sanatorio era regido por una junta integrada por tres médicos, un abogado y un ingeniero.
Esa misma junta nombraba a un superintendente, al que le correspondían tareas administrativas muy específicas.
“Un informe de 1924 del doctor Jorge Sáenz, quien fue superintendente, señala que entre sus funciones estaba llevar una historia clínica de cada enfermo con anotaciones semanales acerca del peso, del estado de los pulmones, de la laringe y demás órganos que están afectados, todo lo más completo posible”, explicó Velázquez.
De acuerdo con la investigadora, el doctor Sáenz aseguró que el tratamiento contra la tuberculosis aplicado a los pacientes del sanatorio era el mismo adoptado por los principales hospitales alrededor del mundo. “Según este médico, el tratamiento estaba basado en un régimen dietético higiénico que consistía esencialmente en reposo, exposición constante al aire fresco y al sol así como un alimentación balanceada. Era un tratamiento indirecto para fortalecer el organismo y así controlar la infección”, detalló Velázquez.
Según la historiadora es lamentable que de este ejemplar hospital solo queden ruinas en un estado deplorable.