El huetar, idioma perteneciente a la familia chibcha y, por lo tanto, emparentado con lenguas costarricenses como el malecu, el cabécar, el bribri, el boruca y el térraba, se habló en gran parte del territorio nacional durante el siglo XVI. Varios españoles de la época llegaron a dominarlo; además, valiéndome de los testimonios que me han dado algunos ancianos, hay buenos indicios para pensar que aún a principios del siglo XX se mantuvo vigente, por lo menos en comunidades de origen huetar de los cantones de Puriscal y Acosta.
La primera mención de los huetares proviene de 1522, con la expedición de Gil González Dávila. A partir de esta fecha se hace referencia a ellos en diferentes crónicas, pero es en 1561, con la llegada de los españoles al Valle Central, cuando se entra en contacto directo y constante con dicha etnia.
Las consecuencias de este contacto fueron nefastas para la supervivencia de la población autóctona y de su lengua ancestral, de tal forma que el huetar pasó al panteón lingüístico sin pena ni gloria, no obstante haber sido “la lengua general de la provincia de Costa Rica”; es decir, el principal medio de comunicación entre grupos étnicos de dicha provincia, incluidos los hispanohablantes. Algunos de estos últimos, como fray Agustín de Cevallos (1610) y el gobernador Diego del Cubillo (1615), afirmaron haber escrito sendos catecismos en huetar, pero no se sabe dónde están.
Fuera de estas afirmaciones, no se tiene noticia de que la lengua huetar, a diferencia de otras –como el chorotega y el muisca (Colombia), extintas pero bien documentadas– ofreciera interés entre los doctos de la época; razón por la cual lamentablemente se conoce muy poco, mejor dicho casi nada, de este idioma. Por eso, de hallarse los catecismos antes mencionados, o algún otro material escrito en huetar, sería una gran salvación en todo sentido, sobre todo para obtener un conocimiento firme y profundo de esta lengua netamente costarricense.
¿Tarea temeraria?
A causa del conocimiento tan precario que tenemos de este idioma, establecer el origen de una palabra o estructura gramatical provenientes del huetar es un asunto asaz difícil y, por qué no, hasta temerario. Es como querer levantar una casa quemada a partir de los pocos palos que se salvaron del incendio. Pero si no tenemos fotos o planos de esta casa, o alguna persona que la conociera a fondo, cualquier reconstrucción sería pura fantasía. La situación se torna aún más difícil cuando el tiempo pasa: se destruyen las fotos o los planos, y mueren las personas que la recordaban; por consiguiente, ya no tendríamos modo de reconstruirla, ni menos de comprobar si la reconstrucción calza con su estructura original.
La única forma de reconstruirla, o de traerla a la vida, es hallando las fotos o los planos. Algo similar es lo que sucede con la lengua huetar.
Mientras no reaparezcan “los planos de la casa huetar”; es decir, los catecismos u otro material escritos en esta lengua, que quizás anden perdidos por alguna biblioteca, convento o archivo histórico, públicos o privados, lo poquísimo que sabemos de este idioma hasta la fecha proviene de cuatro fuentes:
1. Palabras de comprobado origen huetar. Se trata de una exigua cantidad registrada por los conquistadores, tales como biriteca , ‘mujer guerrera’; ybux , ‘jefe’; urí , 'hijo [de jefe]’, Tayutic ‘valle de Tayut [nombre propio]’, y una que otra más.
2. Nombres de lugar, extendidos principalmente por el Valle Central y su alrededores, habitados por huetares al momento de la conquista: Acserí o Aqueçerí (actual Aserrí), Chucasque , Co o Coo (hoy Cot), Corriravá (hoy Curridabat), Quircó (hoy Quircot), Orosi , Uxarraçi (hoy Ujarrás) y unos cientos más.
3. Algunos nombres de persona que se registran en los archivos históricos del país en relación con censos de población, libros sacramentales o textos jurídicos de la Colonia: Cabizcara , Chobor , Perroz o Porrós , Tobiós , Tubarra y otras decenas más.
4. Nombres comunes, de los cuales se sabe que son huetares debido a estudios lingüístico-comparativos: habiendo pertenecido este idioma al tronco lingüístico chibcha, se pueden establecer similitudes sistemáticas con lenguas de la misma familia, tanto en su forma como en su contenido. Es el caso de palabras como soró, 'residuo' (malecu, lhoro ; guaymí, ngwärä ); poró (cabécar, bolò ; boruca, brucra ), targuá (cabécar, dalà ) y estucuca, ‘paloma silvestre’ (malecu, mulhtutucu ; pesh –lengua chibcha hondureña–, tukuk ).
A través del análisis de lo anterior, se han podido establecer ciertos criterios que se siguen para determinar el origen huetar de una palabra, a saber:
Criterio documental: Obligatoriamente se parte de voces registradas a las cuales se quiere averiguar su pertenencia a la lengua en cuestión; en consecuencia, aquí no caben ni valen las suposiciones. Por lo tanto, no se puede afirmar, por ejemplo, que en huetar ‘dormir’ se dijera * capi –porque en cabécar se dice kapí, en bribri, kapì, en boruca, cap y en muisca, quyby –, simplemente porque no hay constatación alguna de que así fuera.
Criterio fonético o gráfico: La palabra en cuestión deberá seguir las reglas del sistema fonético o gráfico establecidas para el huetar. Por ejemplo, no hay palabras de origen huetar con <ñ>; de modo que no valdría la pena buscar un origen huetar a palabras costarricenses como ñisca , ‘excremento’ o ñonga , ‘raíz gruesa’-
Criterio gramatical: Se debe mantener el orden gramatical establecido para esta lengua (por cierto, prácticamente nada se sabe de la gramática del huetar).
Criterio geográfico: Que sea una palabra sola y únicamente proveniente de las regiones donde vivían los huetares; en este caso, el Valle Central. Si se registra en otras regiones o países donde no existió la cultura huetar, difícilmente se podría aceptar su afiliación huetar.
Criterio etnosemántico: Que el significado de dichas palabras se circunscriba al ámbito cultural en que se desenvolvió la etnia huetar, y ojalá tenga cognados o correspondencias de parentesco con lenguas de la misma familia.
A todo esto, en muchas ocasiones la tradición oral; es decir, el saber que se transmite a través de las generaciones, puede ser de mucho valor para esclarecer la afiliación huetar de una voz. Tal es el caso de la palabra chascú , que aparece en un documento de Barva en el siglo XVIII, pero no consigna el significado; se vino a descubrir en una pesquisa que hice en San José de la Montaña, donde una señora de ancestros huetares me dijo que significaba ‘frijol de palo’ ( Cajanus bicolor ). Lo mismo sucedió con el topónimo Chicuá, cerca del volcán Irazú; el cual, de acuerdo con un habitante del lugar, significa ‘ojo de agua’.
Algunas muestras
Un excurso o digresión en cada uno de estos criterios quedaría fuera de cualquier tentativo serio y objetivo que quiera dar a conocer lo que queda del huetar o de cualquier otra lengua en la misma situación. Pongamos unos ejemplos.
Hasta hace poco se empleó en Costa Rica la palabra urás con el sentido de ‘hijo menor’. Se puede con certeza afirmar que es de origen huetar, porque los conquistadores recogieron la palabra urí y dijeron que significaba ‘hijo de jefe’; además, se puede comparar con la palabra urán del malecu que significa, precisamente, ‘hijo’. Por último, es una palabra que no se registra en otros países del área.
El río Porrosatí (Heredia), que, de acuerdo con la tradición oral del lugar significa ‘río de Porrós’, perfectamente se puede circunscribir dentro del vocabulario huetar, debido a que cumple con todos los criterios arriba establecidos:
a) fonético, porque muestra sonidos que existieron en huetar.
b) gramatical: se puede descomponer en Porrós , un reconocido nombre de persona huetar, y el segmento –ti que se puede reconstruir como ‘agua, río’ siguiendo el parentesco del huetar con las lenguas del área (‘agua’ en malecu es ti ; en boruca, dí? y en bribri, di ); además, sigue el orden establecido de las lenguas chibchas para marcar pertenencia: el poseedor (Porrós) más lo poseído ( río, agua ).
c) geográfico: el nombre es nativo de un sitio que otrora fuera parte de la nación huetar (parte alta de la provincia de Heredia).
Hay casos donde se cumplen dos o tres de los criterios mencionados y, por lo tanto, esa palabra pasaría a ser un posible huetarismo, como sucede con cachí , 'variedad de tucán': por su estructura fonética podría ser huetar; su extensión geográfica se circunscribe a ciertas partes del centro del país habitadas por huetares; se refiere a un ave común de estas partes del mundo, pero no está documentada como de origen huetar, ni tiene cognados (palabras emparentadas) con las lenguas de la familia chibcha, que apoyen su afiliación.
Otro caso más remoto. La palabra arras , ‘monedas que los desposados se entregan como símbolo de su unión’, podría, tomando el criterio fonético, ser perfectamente de origen huetar, como sucede con patarrá o putarrá, ‘bejuco’, y arragre , ‘tipo de panal’. No obstante, hay dos criterios que invalidan la hipótesis huetar de arras: el etnosemántico, pues la palabra se refiere a monedas, que no existían en la cultura huetar, y el geográfico, porque es una palabra usada en todo el ámbito hispánico; o sea, no se limita solo al Valle Central o a nuestro país (consúltese la página en Internet de la Real Academia Española para indagar su origen).
Para llegar a estas conclusiones, hay que tener absoluta cautela y usar un rigor altamente científico: si la palabra en cuestión no reúne los requisitos anteriores, es muy probable que no haya sido de origen huetar, a pesar de los pesares y de lo mucho que nos hayamos encariñado con nuestra pesquisa. Además, repito, se parte de deducciones; o sea, del material documentado, no de inducciones o conjeturas; ni menos de palabras sugeridas, que por varias razones pudieron ser, pero que lamentablemente no lo son, precisamente por no estar registradas o documentadas.
Búsqueda y tradición
Es larga la tradición, entre varios intelectuales, de buscar orígenes indígenas a vocablos del español hablado en Costa Rica. Como pionero tenemos a Juan Fernández Ferraz, quien publicó en 1892 un ensayo lexicográfico en el que proponía una etimología náhuatl a muchas de nuestras palabras.
Dentro de esta tradición se enmarca el deseo de “huetarizar”; o sea, de etimologizar palabras nuestras como huetares, tal como sucede con Costa Rica y upe (Dionisio Cabal Antillón, Áncora , 11 de mayo de 2008, y Caminantedelsur.com, 28 de diciembre de 2016, respectivamente). Cabal propone un hipotético * Co-taque-rrique , de donde pudo originarse Costarrica (hoy Costa Rica).
Es cierto que hay palabras huetares como Coquerrique , un nombre propio, más el sufijo –ic ‘valle, sitio’, y que significa ‘sitio de Coquirre’, de donde proviene el actual Tucurrique. Sin embargo, no se cumple el criterio documental: no hay registrada ninguna forma * Cotaquerrique ; no tenemos, por lo tanto, de qué valernos para validar la hipótesis, y menos, en una lengua tan escasamente documentada. Si los conquistadores nos hubieran legado algo así como: “ Cotaquerrique o Costarrica , como se conoce esta tierra entre los huetares”, con suma tranquilidad se podría argumentar a favor de su origen no español.
Hay otro factor que se deberá tener en mente. El nombre dado a nuestro país se menciona por primera vez en 1539 como Provincia de Nueva Cartago y Costa Rica, la cual comprendía una franja que se extendía a lo largo del litoral atlántico, desde Honduras hasta Panamá y que, en sus inicios, no tocaba el Valle Central.
Por otra parte, en las crónicas de la primera mitad del siglo XVI, donde se empieza a mencionar a los huetares, no aparece por ningún lado el nombre que estos le daban a su propio territorio. ¿Cómo establecer que una etnia, de la cual no se sabía casi nada, llamara Costa Rica o algo similar, a un territorio que, por lo demás, en sus inicios ni siquiera comprendía su propia región? Por lo tanto, según mi opinión, no tenemos ningún fundamento, ni lingüístico ni histórico, para conceder a los huetares el origen del nombre de nuestro país.
Respecto de upe , la palabra podría ser, desde su constitución fonética, de origen huetar, y el significado que se le ha propuesto, ‘gente de la casa’, podría también estar dentro de los criterios científicos dados; serían los mismos que sirvieron para probar que Porrosatí era ‘río o quebrada de Porrós’. El segmento /u/ podría significar ‘casa’, usando el método de la comparación lingüística: usú , ‘salida de una madriguera’, además de que ‘casa’ en boruca y en bribri se dice ú , y hu en cabécar y guaimí. Finalmente, es una palabra netamente tica.
No obstante, y al igual que el caso anterior, lo que invalida la suposición de upe como huetar es que no está documentado el segmento -pe con el significado de ‘gente’ en este idioma, ni por tradición oral, ni por testimonios, ni por reconstrucción histórica, ni por nada; en cuyo caso, de nada sirve recurrir a la comparación lingüística, a pesar de que pi en bribri y abí en boruca signifiquen ‘persona’. Porque, como acabamos de ver, en la constatación de huetarismos no son viables las conjeturas ni las suposiciones.
Para resolver todos estos enigmas y valernos de un método plenamente científico para averiguar el origen huetar de muchas palabras ticas que andan por ahí, huérfanas y en busca de su partida de nacimiento, mejor aunemos esfuerzos serios y sistemáticos para rastrear el paradero de los catecismos y confesionarios en lengua huetar. ¡Quién quita un quite!
El autor es profesor de Español y Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Bergen (Noruega); es miembro de la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica y de la Academia Costarricense de la Lengua.