Thom Yorke construyó, como el más delicado de los ebanistas, la poesía que compone A Moon Shaped Pool, el último disco que lanzó con su banda Radiohead en el 2016.
La inspiración para esas letras le llegó en forma de mutilación pues su pareja de hacía 23 años, y madre de sus dos hijos, agonizaba por el cáncer. El álbum acabó siendo una elegía que hizo a muchos considerar que este fuese el mejor trabajo de la banda inglesa.
Tres años después, Yorke vuelve a exponer su corazón en Anima, tercer disco en solitario producido con su eterno socio Nigel Godrich. Para el lanzamiento del álbum, Netflix lanzó una película protagonizada por Yorke y dirigida por Paul Thomas Anderson (quien le había dirigido el video de Daydreaming), que resulta como una suite de tres de los mejores temas del álbum. Ampliamente comentada y alabada, la cinta evoca un viaje onírico conmovedor e inolvidable.
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La ensoñación
Yorke, más que un interesado en el mundo de los sueños, es un hombre obsesionado con las pesadillas. En los nueve álbumes de Radiohead y en su trabajo como solista, ha diseccionado, una y otra vez, la malversación de la tecnología.
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Anima, la película de Netflix, comienza en un subterráneo donde los pasajeros actúan como robots programados. Desde allí da inicio una ensoñación dancística que se mantendrá durante 15 minutos, con una cautivante coreografía creada por el bailarín Damien Jalet.
El cantante, en medio de esa tripulación que exagera deliberadamente sus gestos, ve a una mujer que lo atrapa. En “la vida real” se trata de su novia, la actriz italiana Dajana Roncione, quien a los pocos minutos deja olvidada una caja en el metro. A partir de allí, y mediante coreografías que transforman ese mundo en un laberinto, Yorke buscará a su mujer soñada.
El filme, al igual que el disco en que se basa, se establece como un gran diálogo interno de Yorke; es la voz en off del cantante narrando un universo en que no existen principios ni finales.
La primera pieza en ser retratada y coreografiada es Not The News, la más rítmica de las tres canciones puestas en escena. Este primer acto se disolverá en túneles imposibles para llegar hasta Traffic, pieza que abre el disco.
A partir de esta segunda canción, los sintetizadores toman fuerza y el mundo retratado por Anderson se vuelve, cada vez, menos conocido. No conviene relatar demasiado lo que sucede en este tránsito de Yorke por mundos nuevos, esos que parece darle su nueva pareja tras el duelo que vivió en años anteriores.
Para el último acto, aparece la mejor pieza del álbum y posiblemente uno de los mejores temas que Yorke ha escrito en su carrera. Se trata de Dawn Chorus, suerte de letanía de imágenes hidratadas únicamente por su ansiedad.
Unos cuantos sintetizadores rellenan las letras y Yorke parece apropiarse de lo minimalista. Se limita y se libera, mientras el espectador traga grueso ante el último y poderoso primer plano.
Anima puede verse en Netflix