Hacia 1949, Dámaso Pérez Prado, pianista cubano, lanza al mundo el mambo y con ello marca una auténtica revolución en la música popular de su tiempo. Rechazado por la Iglesia Católica y por los sectores más conservadores de la sociedad, el género del mambo fue calificado de “música diabólica” por su atrevida coreografía y por el erotismo que insuflaba ese baile irreverente.
Más de sesenta años después de la aparición del mambo, no ha surgido en el ámbito latinoamericano un compositor que haya renovado tan radicalmente la música popular y que a la vez haya producido un impacto mundial que permeó la moda, el cine, el baile y el gusto de las gentes de todo el orbe. Tal hazaña fue liderada por un artista que trabajó con tres costarricenses.
Ray Tico. Ramón Jacinto Herrera Córdoba, notable compositor, cantante y guitarrista costarricense, había actuado en Cuba allá por 1953 y 1954. Esa era la época en que el mambo hacía furor en todo el mundo, y, en la isla, los mejores conjuntos y orquestas animaban los bailes con la música que había popularizado un hijo de Matanzas: Dámaso Pérez Prado.
Sus caminos no se cruzaron entonces ya que Pérez Prado residía en México y se movía por varios países presentando su reciente creación; al mismo tiempo, Ray Tico hacía carrera en Cuba.

La oportunidad llegaría pocos años después, en Panamá, cuando el cubano acudió a la prensa local en compañía de Ray Tico para desmentir al diario colombiano El Tiempo ; este había informado de que el creador del mambo había nacido en Colombia.
De aquella entrevista ha quedado una bella fotografía donde ambos artistas aparecen con el compositor panameño Ricardo Fábrega y el periodista Don Yoni.
A finales de los años 50, Ray Tico actuaba en Nueva York. Sus plazas artísticas en esa ciudad eran el Chateu Madrid, el Keyno Bar y el hotel Plaza, ubicado en la Quinta avenida, cerca del Central Park.
En esos sitios compartía el escenario con Los Tres Ases, de México, y su cantante estrella, Marco Antonio Muñiz. También alternaba con el gran crooner Nat King Cole. Esta fue la época en la que Ray Tico consolidó su amistad con Dámaso Pérez Prado, asiduo visitante a esos centros de diversión.
Mínor Zeledón, Piel Roja . Mínor Zeledón fue un reconocido bailarín de los salones josefinos de los años 50; era alto, delgado, con un color de piel aceitunado y el rostro pétreo y aindiado, lo que le valió el mote de Piel Roja . Había nacido en el barrio Rincón de Cubillos, hoy rebautizado como barrio Claret. Como muchos jóvenes de su época, Zeledón viajó a los Estados Unidos buscando mejores condiciones de vida, y allá se dio a conocer como un extraordinario bailarín de mambo.
Por los años 60, Pérez Prado y su orquesta dieron varios conciertos en las salas de espectáculo en Los Ángeles, California. Hasta allá llegó Piel Roja con sus amigos, pero se encontraron con la amarga sorpresa de que no se podía bailar ante el llenazo que mostraba el local. Los amigos no se desanimaron; poco a poco se fueron abriendo camino entre el público hasta llegar al borde de la tarima.
Cuando Dámaso Pérez Prado inició el concierto, los amigos cumplieron con el plan elaborado: entre todos levantaron en peso a Piel Roja y lo subieron a la tarima, donde un mambo sonaba por todo lo alto. Zeledón arrancó a bailar, y de inmediato la seguridad se dispuso a expulsar al intruso; sin embargo, Pérez Prado lo impidió y dejó que el bailarín se luciera con su música.
Piel Roja bailó dos números; al finalizar, Pérez Prado lo invitó a que acudiera a su camarín una vez concluido el espectáculo. El resultado fue una contratación para que bailase con su orquesta durante las dos semanas siguientes en Los Ángeles. Nunca se imaginó Mínor Zeledón que, al cierre de aquella jornada, el secretario de Dámaso Pérez Prado le tomara las medidas para el traje de mamboletas que usaría durante los próximos días.
Francisco Kiko Barahona. En el año 1958, Francisco Barahona, trompetista de la orquesta de Lubín Barahona, se fue a los Estados Unidos en busca del sueño americano. Antes de ingresar al sindicato de músicos se desempeñó en varios oficios hasta que se incorporó a la orquesta del cubano Arsenio Rodríguez, el Ciego Maravilloso, quien fue uno de los impulsores del mambo y de la salsa.
Durante los años siguientes, Barahona tocó con orquestas dirigidas por verdaderos iconos de la música popular: René Touzet, Mariano Mercerón y Luis Arcaraz.
A principios de los años 60, Kiko se incorporó a la sección de trompetas de la orquesta de Pérez Prado. Con este grupo se presentó en Japón y Corea durante una gira que se extendió por seis semanas.
En Japón actuaron en las ciudades de Kobe, Hiroshima y Nagoya.
En ese entonces, 1963, la orquesta se componía de catorce músicos más una bailarina, una cantante española y una griega.
De regreso a Costa Rica, Kiko Barahona se incorporó a la orquesta de su hermano Lubín.
Kiko es el compositor de algunas joyas del bolero costarricense: En la distancia, Volveré, Noche azul, Donde tú estás y Sueño de amor.
Los tres costarricenses que en algún momento se vincularon al maestro Dámaso Pérez Prado fueron sobresalientes en su respectivo oficio: no hay duda de que el talento hermana a los hombres en cualquier parte del mundo.