"¿Ya estará por llegar Cidi?", pregunta la artista Ana Coronado al llegar a una casa de Guararí de Heredia.
"Supongo que ya está por llegar", le responde Marisol Varela, su amiga de toda la vida.
Ambas se sientan, con plena confianza, en los sillones de la vivienda de Cidi. Parece difícil creer que hace unos meses estos asientos eran desconocidos para ambas.
Hace poco más de medio año, esta casa ha sido una imagen diaria para Varela y Coronado, pero no tanto por sus paredes, mesas y adornos, sino por su fachada: una pared de más de quince metros de largos que ahora se puebla de mariposas, mujeres y colores.
Ana Coronado logró realizar un mosaico en una de las calles principales de Guararí con solo una herramienta: su palabra. Tras conversar con varios vecinos, logró realizar el mural que durante más de diez años imaginó, y que múltiples veces se le negó.
El mosaico, llamado Mariposas contra la violencia, surgió en la mente de Coronado con mucha fruición.
Tras finalizar un proyecto en Los Sauces, en Guararí, la artista quedó con ansias de realizar más murales en el resto del país.
Por más que insistió a sus compañeras, no encontró el apoyo necesario. En su mente, los temas de equidad de género y la"metamorfosis de la mujer", como ella misma señala, han sido una necesidad a la hora de expresarse.
"Yo sufrí violencia y me he dado cuenta de que somos muchas las que sufrimos. Este es mi tema y, aunque yo sé que hay otras poblaciones violentadas, quiero trabajar para que la gente sepa que las mujeres tenemos poder", dice.
Coronado se encontró con la suerte y conoció a Jennifer Porter, una estudiante de la Universidad de Washington que llegó a Costa Rica a realizar su tesis.
"Yo conocí a Ana para montar una investigación acera de los movimientos para el alojamiento y contra la violencia, y cómo la cultura política de ellos corre tras generaciones. Ana, como artista y líder, me motiva. Su sueño de hacer un mural comunal contra la violencia me inspiró a mí, y con plata de mi subvención la ayudé a cumplir el mural", confiesa Porter desde Estados Unidos.
Sin esa ayuda, posiblemente Coronado no hubiese podido seguir sus días con calma. Según sus recuerdos, una historia muy particular le quitaba el sueño, y debía realizar "algo para sentirse mejor".
"Hace unos años conocí a Elizabeth Cárdenas, una mujer de Colombia que perdió a su hija, una bailarina. Ella tenía 15 años y la atacaron, la quisieron violar. Cuando Elizabeth llegó al hospital, su hija le dijo 'no me tocaron, no te preocupés' y ahí murió", expresa la artista.
Para Coronado, era necesario que en Costa Rica existiese un llamado de atención contra la violencia.
La muralista encontró, por medio de distintas organizaciones, 60 voces de mujeres que clamaban por la paz. A partir de anécdotas de todas las provincias, Coronado convirtió cada historia de violencia en una mariposa.
"Nosotros hablamos con una cantidad impresionante de personas. Cada mariposa es una historia. Cuando trabajamos con algunas de esas mujeres, la dinámica fue casi de autoayuda. Si en el trabajo del mural había piezas que no encajaban, ¿sucedía lo mismo con nuestras vidas?", recuerda.
Durante cuatro meses, Coronado y compañía enfrentaron condiciones atmosféricas severas –el huracán Otto estaba en su apogeo durante la realización del mural– así como personas que les gritaban "viejas, vagas, ¿por qué no se guardan en la casa y se ponen a trabajar?".
Para la artista, esas expresiones no son más que aliento para continuar con su trabajo.
"A veces se cree que se debe llevar un mensaje más abrupto y que tienes que presentar sangre en el arte para que la gente no diga cosas así. Ya sabemos que nos están matando, entonces ¿por qué dar un mensaje contra la violencia poniendo más violencia? Yo no creo en eso", asegura.
Coronado confía en que el mural sea un recordatorio sobre el amor, con la fe de que más mosaicos contra la violencia aparezcan en las ciudades de Costa Rica.