En 1974, estos autores publicaron el libro titulado La anexión de Nicoya , en el marco del sesquicentenario de la anexión del Partido de Nicoya al Estado de Costa Rica. Cuatro décadas después, Luis Fernando Sibaja y Chester Zelaya presentan una edición corregida y ampliada de esa obra, patrocinada por la Academia de Geografía e Historia de Costa Rica y la Comisión Nacional de Conmemoraciones Históricas.
El trabajo tiene dos partes: la primera sintetiza la historia de Nicoya desde la conquista hasta la independencia de España y la anexión a Costa Rica; la segunda presenta el proceso de anexión desde la declaratoria de agregación de las poblaciones de Nicoya y Santa Cruz a Costa Rica, en 1824, hasta la firma del Tratado Cañas-Jerez, en 1858, que estableció los límites entre Nicaragua y Costa Rica.
La primera parte nos presenta los condicionamientos económicos y sociales que en la larga duración favorecieron un vínculo más sólido y más constante entre Nicoya y Costa Rica por medio de la cuenca del río Tempisque, el golfo de Nicoya y el puerto de Puntarenas; la segunda reconstruye el proceso de toma de decisiones de las élites de Nicoya, Santa Cruz y Guanacaste, localidad que luego se llamó Liberia.
Los autores muestran que el proceso de agregación no fue unánime, ya que al inicio Guanacaste (Liberia) se pronunció en contra; tampoco fue automático, ya que supuso una serie de declaraciones formales y explícitas de voluntad de pertenencia a Costa Rica por parte de las elites de las tres poblaciones, desde 1828 y hasta 1854.
En fin, Nicaragua aceptó la pérdida de Nicoya a cambio de conservar en forma exclusiva la Vía del Tránsito, por donde supuestamente se construiría el canal interoceánico.
Tras la lectura de esta obra se puede sostener que la anexión no era inevitable, pero resultó necesaria, que no fue enteramente voluntaria, pero terminó siendo una opción asumida por las poblaciones interesadas; que en el corto plazo fue beneficiosa para Nicoya, dada la contrastante situación política imperante en cada uno de los estados que se la disputaban, aunque en el largo plazo, el antiguo Partido de Nicoya y su heredera la provincia de Guanacaste terminaron formando una región periférica de Costa Rica.
El valor de esta obra trasciende el tema de la anexión. En primer lugar, es muy reveladora de los procesos de construcción de los estados. En efecto, la separación de Nicaragua y la integración de Nicoya a Costa Rica fue consecuencia de las condiciones divergentes de formación del Estado en ambos países; en el primer caso, un proceso inacabado, espasmódico y reversible, al menos hasta 1860, y en el segundo, un proceso sostenido, unidireccional y acumulativo a lo largo del siglo XIX.
En segundo lugar, este libro contribuye a la reflexión sobre la invención de las naciones en el istmo, en especial en el caso de Costa Rica. La agregación fue justificada en nombre de la paz y seguridad imperantes en dicho país, rasgos que en ese momento estaban siendo elaborados para fabricar lo que he llamado el excepcionalismo costarricense, núcleo ideológico de su imaginario nacional.
A su vez, la idea de una Costa Rica pacífica por oposición a una desgarrada Nicaragua y en comparación con el resto de Centroamérica fue subrayada por el acto de agregación y, en este sentido, contribuyó a cimentar la visión de país excepcional.
Por último, esta obra indirectamente muestra las tensiones del discurso de la identidad regional guanacasteca, la autodenominada guanacastequidad, que pone el acento sobre su fondo indígena prehispánico, en detrimento de la herencia y el peso étnico-racial de las poblaciones afrodescendientes asentadas en la época colonial. Hasta la fecha en los imaginarios regional guanacasteco y nacional costarricenses los orígenes africanos de las poblaciones de ese territorio permanecen ignorados.
El excelente libro de Sibaja y Zelaya viene a ocupar un lugar muy destacado en el desarrollo de la historiografía costarricense contemporánea y es una obra indispensable para quien quiera introducirse en la historia de esa parte de Costa Rica que hoy se llama Guanacaste.