Antes que la exesposa de alguien, Yoko Ono es una artista. John Lennon, su pareja más famosa, la describió alguna vez como “la artista desconocida más famosa del mundo: todos se saben su nombre, pero nadie sabe qué hace”.
Las palabras de Lennon se sostienen con los años: muy pocos saben qué ha hecho esta mujer de 83 años, que hoy celebra una retrospectiva en su carrera artística en el Museo de Arte Contemporáneo de Lyon, Francia.
En los últimos años Yoko se ha dedicado a curar el festival musical Meltdown de Londres, a escribir, a mantener activas las colaboraciones artísticas y a rescatar los mensajes pacifistas que ella y Lennon acuñaron.
También ha ejercido como artista en la música, el cine y sentó bases para el estudio del performance artístico.
Yoko Ono es una artista que nunca se detuvo a pensar en nada más que el presente y que, con su ingenio, forjó un legado.
Pasado. Desde antes de conocer a John Lennon, Yoko Ono ganó mucha atención por sus obras artísticas, que abrieron la puerta al arte conceptual y lo que hoy se conoce como performance.
Sus obra más reconocida fueron sus Instrucciones (1961), en las que invitaba a la gente a interactuar con sus instalaciones y sus Instrucciones para pinturas (1962), una serie que, en vez de ofrecer colores, ofrecía ideas.
“Imagine un cuadro en blanco. Ahora transfórmelo en un círculo”, dice una de estas obras, cuyo texto se cuelga en la pared como un cuadro.
La idea de generar obras en las que se involucrara la imaginación, vino de una memoria triste.
Durante la Segunda Guerra Mundial, la familia de Ono sufrió bastante y fue despojada de varios de sus bienes.
Como en muchas ocasiones no tenían mucho que comer, Yoko, de unos 10 años, trató de animar a su hermano menor diciéndole que iban a construir un menú para la cena.
En un audio que publicó el Mu seo de Arte Moderno de Nueva York –parte de su retrospectiva del 2015–, la artista narra que escribieron en un papel un menú imaginario.
Después de eso, el poder de crear objetos que causaran experiencias internas en el individuo le fue mostrado. Y luego, quiso aplicarlo al arte.
Tras la guerra, Yoko volvió a Gakushuin, una de las escuelas más exclusivas de Japón. Allí fue compañera del príncipe Akihito, actual emperador de Japón.
Después de la secundaria, en 1951, Yoko Ono entró al programa de filosofía de la Universidad Gakushuin, la primer mujer en entrar al departamento.
Aún así, Yoko Ono prefirió dejar la carrera e irse a Nueva York, donde sus padres y su hermanos vivían desde hacía unos años.
En Nueva York conoció a los artistas que la ayudarían a acercarse al mundo bohemio al que ella quería pertenecer.
Creciendo. Ono fue una de las pocas mujeres artistas y de las pocas personas no-occidentales que estaban empujando los límites del arte en Nueva York, a inicios de la década de los 60.
Obras como Cut Piece –en la que ofrecía tijeras al público para que cortaran su ropa– ofrecían no solo interactividad, sino nuevas formas de generar reflexiones sobre temas raciales o de género.
En los 60’s, el movimiento Fluxus creó una corriente experimental de la que varios artistas fueron parte en en Nueva York.
Aunque ella ha negado haber sido parte de ese movimiento, sí compartió un mentor con la mayoría de esos artistas: el músico John Cage. Él creía que un artista debía iniciar una obra aunque no conociera cómo esta terminaría.
De ahí que muchas de las obras de Yoko se ‘completaban’ en la mente del espectador.
En 1964, Ono publicó el libro Grapefruit , que compilaba más instrucciones, esta vez para realizar acciones.
“Corte un hueco en una bolsa llena de semillas de cualquier tipo y coloque la bolsa en un lugar ventoso”. “Escuche la tierra girar”.
Sus Instrucciones la hicieron una artista reconocida en el medio y ser conocida en Nueva York, significaba ser conocida en el resto de Occidente.
Fue invitada por el artista y activista Gustav Metzger a unos de sus simposios y allí, aprovechó para dar charlas, mostrar sus instalaciones y pinturas.
En noviembre de 1966, en la galería Indica en Londres, John Lennon vio una obra interesante: una tabla llena de clavos con una cédula que explicaba que la 'pintura' no estaría terminada hasta que la tabla estuviera cubierta de clavos. Al tratar de clavar un clavo, Yoko Ono le interrumpió para decirle que hacer eso le costaría cinco chelines.
Respondiendo la broma, Lennon le dijo: “entonces clavaré un clavo imaginario y luego te pagaré cinco chelines imaginarios”.
Legado. Desde ese momento Yoko Ono se volvió una de las figuras más influyentes en la carrera artística de Lennon.
Conocida por generar piezas artísticas en las que las acciones y sus reacciones externas construían la obra, propuso que su compromiso con Lennon fuera también una obra.
El día de su boda, un 20 de marzo de 1969, iniciaron ese proceso juntos al proclamar que la paz mundial sería su mayor compromiso.
Su famosa estadía en cama por la paz mundial fue uno de sus primeros pasos y una de sus acciones más cubiertas por los medios.
Tuvieron numerosas colaboraciones musicales, rodeados de figuras como Eric Clapton –quien fuera parte de la Plastic Ono Band– o hasta el poeta Allen Ginsberg, quien estuvo presente en varias de sus grabaciones.
Los medios le endilgaron el título de la mujer que separó a los Beatles y así fue como él y su esposo se vieron obligados a mudarse a Nueva York.
Tras la muerte de Lennon, ella ha optado por utilizar los mensajes pacifistas que propuso junto a él para criticar la tenencia de armas y otras luchas políticas.
Así ha mantenido su influencia Ono en un mundo que por muchos años se ha negado a comprenderla más allá de su affaire con el cantante de Imagine .
“Creo que ella jamás habría recibido tantas críticas si fuera, digamos, rubia”, dijo su hijo Sean Lennon para el documental The Real Yoko Ono (2001).
Quizá Yoko nunca fue perdonada por no querer ser solo la esposa bonita, pero los esfuerzos por mostrarla como una figura genial en el arte han tomado fuerza en los últimos años.
Y sí, por sus logros y sus ideas, lo merece.