El cine del director guatemalteco Jayro Bustamante no tiene miedo a la confrontación. En Ixcanul (2015), su mirada incisiva y maestría formal quedaron demostradas a través de una sentida exploración de las dificultades que permean la realidad de las comunidad maya en Guatemala. Luego de que esta película lo consagrara con el Oso de Plata del Festival Internacional de Cine de Berlín, el exponente del cine centroamericano vuelve a enfocarse en las injusticias sociales con Temblores (2019).
La producción estrenada en la sección Panorama del mismo festival de Berlín pone su mirada sobre la represión y la lucha interna que enfrenta un hombre evangélico al apropiar su homosexualidad.
En el marco de su presentación en la competencia centroamericana de largometraje del Costa Rica Festival Internacional de Cine, el cineasta habló con Viva sobre los retos de representar este entorno.
-¿Qué significó para usted la transición de la realidad indígena de Ixcanul a representar la opresión a la homosexualidad en Temblores?
Cuando yo empecé a hacer largometrajes tenía tres temas que me interesaban mucho tratar de la sociedad guatemalteca. Estos parten de la preocupación que me genera que en mi país haya tres insultos tan graves que la gente quiere perpetuar. El primero es “indio”, el segundo “homosexual” y el tercero “comunista”.
Partiendo de esa base Ixcanul habla de la autodiscriminación que tenemos en Guatemala, sobre todo hacia los mayas y hacia las mujeres. En Temblores quería tratar la represión que vivían los homosexuales en el país, entonces fue un camino lógico. Después también me interesaba contar otra Guatemala. No quería volver a contarla desde lo rural, porque no quería que la gente pensara que esto solo le pasaba a aquellos sin acceso a los estudios o al dinero. Quería dejar plasmado que esto es un hecho que le pasa a cualquier estrato social en Guatemala.
-¿Cambia para usted la manera de tratar el lenguaje audiovisual de la película al explorar un contexto distinto?
No es que yo quisiera usar otro lenguaje y por eso quisiera hacer esta película, sino que el lenguaje vino de lo que la película necesitaba. Fue más adaptarme a cómo contar esta historia. Algunos países pueden verla como algo que pasó hace 50 años, por lo increíble que sea que siga pasando. Partiendo de eso me acerqué a una estética cinematográfica más clásica, a una cinematografía más de los años 70, que también es el período que más me gusta del cine. Fue la historia la que los marcó, y luego vino el cine a adaptarse para contarla.
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-Viendo Temblores existe un aura claustrofóbica bastante presente. ¿Cómo es el proceso para plasmarla desde las distintas formas cinematográficas?
Yo, al hacer la investigación, lo que sentí es que esta gente vivía sin respiración. El objetivo era crear en la película una especie de apnea (suspensión transitoria de la respiración), en la que el personaje se mete y tiene que vivir ahí sin poder respirar naturalmente porque está en un medio que lo asfixia. Entonces el objetivo era que con la luz, con el sonido y con los planos se creara este mundo que te oprime, te oprime y te oprime hasta que la respiración te hace falta.
También fue una cosa de ritmo bastante interesante de lograr, y una cosa de trabajo actoral bastante dura, porque también había que llevar a los actores a ese momento donde ellos mismos sentían que estaban siendo sofocados por la historia.
-¿Cómo balancear la sátira religiosa presente en la película con el naturalismo del resto del tratamiento?
Quería explorar este concepto de la religión donde se escudan en el hacer todo por amor. Su opresión y la manera en que tratan a Pablo, el protagonista, para ellos está justificada porque están convencidos que viene desde el amor. Entonces esa misma contradicción muestra un poco eso. No necesito exaltar nada porque la sátira y el absurdo está en la misma realidad.
-En Ixcanul, el enfoque se centraba en el retrato de la protagonista, ahora en Temblores da una mirada más coral de la sociedad. ¿Qué representa este cambio para usted?
Ambas películas parten de un personaje buscando su libertad y luchando por ella en una sociedad que está en su contra. Siguen una misma línea, pero en Temblores me pareció importante explorar también quienes son los que están oprimiendo, y cómo tratan de construir la vida desde una mentira. De cierta manera también va con mi inspiración en este cine clásico de los 70, donde se utilizaban varios personajes para retratar una realidad. Es así como luego comprendemos mejor la opresión que sufre Pablo.
¿Concibe diálogos con el resto del cine centroamericano? ¿Para usted hay una responsabilidad en el hecho de hacer cine en esta región tan convulsa?
Creo que todos convivimos en un entorno similar, entonces es natural coincidir en algunas preocupaciones. Para nadie es un secreto que en Guatemala y Centroamérica no existe un apoyo real para el cine, entonces se vuelve un poco de jugar a partir de estas limitantes. Por ejemplo, en Temblores no estoy hablando solo de homosexualidad, estoy hablando de una represión general.
No creo que un cineasta tenga el poder que tiene un político para crear una reforma o cambiar una ley, pero sí tiene el poder de hacer luz sobre una realidad. De crear reflexión.