Imaginemos un ring de boxeo, justo en los albores de siglo XXI. En una esquina estaba Sony, el campeón del momento, invencible con su PlayStation2 que había vuelto locos a todos y se convertiría en la consola más vendida. En la otra esquina estaba su retador Nintendo, que buscaba recuperar terreno y reclamar la corona, teniendo bajo la manga su nuevo as: el Gamecube.
La “guerra” de videojuegos parecía ser como un eterno clásico entre ambos bandos. Además, con las bien sabidas ofrendas tecnológicas que dejaron los noventa, las teorías sobre el alcance de los videojuegos dejaban la imaginación a tope para lo que estuviera a la vuelta de la esquina.
Y, de todos esos cálculos, no estaba presupuestado la incorporación de Microsoft en la lona de pelea. Fue el 15 de noviembre del 2001, un año después de la llegada de la PlayStation 2, que la compañía sacudió la industria y trajo la maravillosa Xbox, hoy fuente inagotable de memorias, diversión y aventuras.
Desafiar el dominio de las compañías japonesas fue, más allá del reto, un logro que hoy se pone en perspectiva, en tiempos en que el mundo de los videojuegos deja de verse por encima del hombro y se integra como una rama más de la cultura y el arte.
La pregunta que cambió todo
Son las cuatro de la tarde de un día de San Valentín. Bill Gates entra en la reunión de presentación de la Xbox. Todo está escrito en papel. El magnate lee la propuesta y dice: “esto es un insulto a todo lo que he estado haciendo en esta compañía’”.
Así recuerda Ed Fries, uno de los creador de la Xbox, la reunión que realizaron para tratar de convencer a Bill Gates de que valía la pena crear una consola de videojuegos.
Según ha contado el ingeniero a distintos medios de comunicación, Microsoft vio la invención como un salto de fe. Posiblemente iban a perder dinero, iba a ser caro, y nunca estuvo en los planes de la compañía entrar a combatir en esa rama. Pasaron horas reunidos hasta que alguien de la mesa hizo la pregunta que lo cambió todo: “¿Qué pasa con Sony?”.
Fries no reveló el nombre, pero se trataba de un oyente que estaba en la reunión. Esta persona, cuyo trabajo consistía en redactar documentos y análisis, puso toda la discusión en perspectiva. “Sony está invadiendo gradualmente el salón de casa. Procesador por un lado, memoria por otro, disco duro por otro. Si lo ponen todo junto, eso podría ser una amenaza para Microsoft”, dijo el oyente y de inmediato puso a todos a pensar.
Fue hasta las 8 de la noche que Gates cambió de opinión. “Muchachos, les voy a dar lo que necesitan. Aprobaré el plan, voy a dejar que hagan lo que quieran y les daré los recursos necesarios para este proyecto. Para que sepan: estarán separados del resto de la empresa para que nadie interfiera con su trabajo”.
La historia comenzó a escribirse desde ese momento. El trabajo fue arduo y el resultado innovador, especialmente porque la Xbox original disponía de un puerto de Ethernet para conectarse a Internet. Microsoft lanzó también un año después sus suscripciones Xbox Live, con las que permitía a sus usuarios jugar partidas en línea, una característica que se ha ido extendiendo hasta llegar a todas las consolas actuales. Fue un hito.
Xbox fue desarrollada al mismo tiempo que la empresa trabajaba en DirectX 8, que de forma resumida es un conjunto de componentes que permiten al software funcionar directamente con el hardware de vídeo y audio. ¿Por qué no aprovechar esta interfaz y utilizarla en videojuegos? Todo parecía acomodarse para ofrecer una máquina propia para la experiencia de jugar.
La idea era conseguir que los usuarios disfrutaran de esta tecnología pero ya no solo desde una PC, sino desde la sala de su casa jugando. Esa fue la semilla del proyecto que conquistó a tantos.
Desde aquella primera generación de Xbox hasta la actualidad, pasaron otras dos consolas principales: el mítico Xbox 360, lanzada en el 2005, que ha sido su producto estrella con más de 85 millones de unidades. La otra consola estelar es la Xbox One, lanzada en el 2013, que todavía se comercializa y ha superado los 50 millones de consolas vendidas.
Además del aniversario de la consola, en simultáneo también se cumplen veinte años del lanzamiento de la primera entrega de Halo, el mítico shooter en primera persona y franquicia insigne y exclusiva de Xbox, que con la secuela de este título -lanzado en el 2004- también aportó diversidad de dinámicas a los jugadores de consola introduciendo el juego en línea.
Halo es reconocido por haber expandido una guerra interestelar entre la humanidad y una alianza de alienígenas conocidos como Covenant que, conforme más entregas aparecieron, se diversificó hasta alcanzar nuevos enemigos como los Floods y los Prometeos.
Según los registros de Microsoft se han vendido más de 81 millones de videojuegos de la saga Halo, con una recaudación de más de $6.000 millones si se suman las cinco entregas de la saga y la recopilación especial Halo: The Master Chief Collection.
La saga ha acumulado más de 1.000 premios y nominaciones, 100 de ellas en los premios Game of the year al mejor juego del año. Además, su protagonista, Master Chief, es considerado uno de los personajes de videojuegos más conocidos, al lado de gigantes como Mario y Luigi de Nintendo.
La sexta entrega principal de la saga se lanzará en menos de un mes, el 8 de diciembre, cuando se estrenará la primera entrega de Halo para la generación de Xbox Series X y S, titulada Halo Infinite.
Será un paso más en la escritura dorada de una singular consola que, sin duda, cambió la forma de ver y hacer los videojuegos. ¿Serían Sony y Nintendo lo que son hoy de no haber encontrado esta competencia? Más allá de cualquier hipótesis, Halo y otros exclusivos como Forza Horizon, Fable, Gears of War y Dead Rising son el testamento viviente de ese legado que seguirá extendiéndose.