Una familia de cinco: tres niños pequeños y sus padres, quienes trabajaban a tiempo completo sin descanso. Estaban acostumbrados a la vida en los suburbios de Aarhus, Dinamarca, donde el trabajo solía ser la prioridad y la familia quedaba en segundo plano; hasta que decidieron cambiarlo todo radicalmente y mudarse a Costa Rica.
Esta es la historia de Maria Kusk, una abogada danesa que, junto con su esposo Mathias, decidió criar a sus hijos en las costas del océano Pacífico. Fue una decisión sumamente meditada, ya que buscaban llevar un estilo de vida que les permitiera reconectar con la tranquilidad y la naturaleza.
Desde hace un año y medio residen en la Península de Osa, Puntarenas, un lugar que no suele ser la primera opción para los extranjeros que visitan Costa Rica, pero que les cautivó desde el primer momento por la hospitalidad de los ticos.
“Mucha gente piensa que la vida es mejor en Europa por los trabajos y la riqueza, pero Europa ha perdido completamente la cultura familiar. Estamos tan desconectados de la familia y de la naturaleza, y ustedes realmente tienen un verdadero paraíso aquí con grandes valores”, dijo Kusk, quien ahora se dedica a crear contenido en redes sociales.
Dejar Dinamarca por la naturaleza y hospitalidad de Costa Rica
Aunque Costa Rica es uno de los países más caros para vivir en la región, la danesa y su esposo eligieron establecerse aquí por una razón simple: los ticos y su mentalidad de “pura vida”, con la que se vive sin premura.
Además, ambos consideran que este país posee elementos únicos que incluso los locales pueden pasar por alto, como crecer rodeados de vegetación y disfrutar de las playas sin construcciones en sus costas.
Antes de mudarse por completo a Costa Rica, la familia ya había visitado el país en 2022. Para ese entonces, su tercer hijo acababa de nacer, por lo que aprovecharon parte de la licencia de maternidad, que en Dinamarca dura un año, para conocer distintos lugares de Latinoamérica.
Durante este viaje, mientras descansaban en la playa del Parque Nacional Manuel Antonio, observaron a una ballena azul saltar en el océano. Nunca antes habían visto una ballena y descubrieron que este fenómeno es habitual en Costa Rica, lo que les hizo enamorarse de inmediato del país.
Aun así, en aquel momento mudarse no estaba en sus planes, ya que implicaría un cambio drástico: un nuevo continente, una cultura diferente, otro idioma y hasta una zona horaria distinta.
Sin embargo, al regresar a su casa recién renovada en Dinamarca y retomar la rutina con sus trabajos, que de paso les quitaban tiempo de calidad con sus hijos, se dieron cuenta de que ese no era el estilo de vida que deseaban para su familia.
“Nunca veíamos a nuestros hijos, trabajamos para ganar dinero y pagar la casa, pero nunca estábamos en ella porque siempre estábamos trabajando (...). Le llamamos la rueda del hámster en Dinamarca, porque es como el hámster que corre y corre sin llegar a ningún lado. Nuestra vida estaba muy, muy ocupada”, comentó Kusk.
Cuando ambos coincidieron en buscar una alternativa, llegaron a la conclusión que Costa Rica sería su destino. En un plazo de seis meses hicieron todo lo necesario para trasladar a su familia al país y buscaron una zona poca turística para tener un mayor contacto con los locales. Inicialmente planearon vivir en Nicoya o Montezuma, en Guanacaste.
Una vez que tomaron sus maletas y llegaron al país, decidieron recorrer el sur de Costa Rica antes de dirigirse a su nuevo hogar. Así fue como conocieron la Península de Osa, donde originalmente pensaban quedarse por solo una semana; sin embargo, les encantó tanto que nunca se fueron de allí.
Usar las redes sociales para conectar aún más con Costa Rica
Cuando se mudaron a Costa Rica, la pareja danesa decidió que uno de ellos asumiría un trabajo remoto y el otro pasaría más tiempo con los niños. María, al no poder ejercer como abogada en el país, optó por asumir un rol más tradicional en la familia.
En los primeros meses que estuvieron aquí, María comentó que vivían una etapa de “luna de miel,” ya que todo era nuevo y encantador. No obstante, también enfrentaron algunos altibajos, como la dificultad de los pequeños para hacer amigos debido a la barrera del lenguaje y las diferencias educativas.
En Dinamarca, por ejemplo, es habitual que los estudiantes lean todo el día sin salir de las aulas. En cambio, en Costa Rica encontraron escuelas internacionales que también les enseñan a interactuar con la naturaleza.
Actualmente, María utiliza su perfil de Instagram @ma_hoola para compartir con otros extranjeros y, especialmente, con más costarricenses, a quienes agradece por ayudarle a adaptarse a su nuevo estilo de vida. Usualmente les consulta por recetas para preparar plátanos maduros, con el fin de incorporar la gastronomía nacional a lo que solían consumir en Dinamarca.
“Antes los niños solían pasar mucho tiempo frente a las pantallas, debido al clima de donde venimos. Tenemos inviernos largos, oscuros y fríos, así que pasaban horas en su PlayStation o iPads. Pero eso es muy diferente ahora. Aquí siempre hace calor y sol, y podemos hacer actividades como surfear, senderismo en la jungla, nadar, y nos sentimos más en contacto con nuestros cuerpos. Eso es, quizás, una de las cosas que más amamos de vivir aquí”, finalizó la creadora de contenido danesa.