De vez en cuando, Ana Solano es sorprendida por los cantos de Lencho Salazar, su esposo. Él repasa pedacitos de las canciones que por años interpretó, ya no las recuerda igual, sin embargo, lo que sí tiene presente todo el tiempo es de darle gracias a Dios y a la Vírgen.
Han pasado casi siete años desde que un quebranto de salud mantiene en cama al apreciado folclorista costarricense Lorenzo Salazar, más conocido como Lencho Salazar. Meses después de casarse con Ana Solano, en diciembre del 2015, la salud de Lencho se complicó y, desde entonces, su vida y la de su esposa cambiaron. Durante todo este tiempo, ella ha estado a su lado como cuidadora incondicional.
En diciembre, Lencho Salazar cumplirá 91 años. Actualmente, él tiene demencia y perdió la visión. Aún en su condición, su esposa, doña Ana, cuenta que se mantiene estable.
Meses atrás tuvo algunas complicaciones digestivas y mermó su apetito; sin embargo, poco a poco ha vuelto a recuperarlo. “Papito”, como le llama de cariño doña Ana, está “alentadito”.
“Lo veo como mi bebé. Él está estable, rellenito, está sano y bien cuidado; tiene su piel bonita pese a que pasa en cama día y noche. Ahorita, él casi no conoce ni recuerda mucho, pero está bien. Antes comía más, siempre come lo que necesita pero en menos tiempos. Yo le hago sus antojitos y le doy arroz y frijoles bien estripaditos”, contó la esposa y cuidadora.
Doña Ana y Lencho pasan juntos todo el tiempo. Las llamadas de amigos del emblema del folclor costarricense cada vez son más escasas. Sin embargo, ella no se concentra en eso: su prioridad es “cuidar a su esposo”.
“Él pasa en conexión con Dios. Él puede dejar todo menos eso. Algo que tiene es que es extremadamente católico. A raíz de eso es que él sigue con nosotros todavía. A veces se me pone muy malito y no me quiere comer, pero le pido al Señor y a la Virgencita que me lo cuide”.
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La fortaleza de Anita
Los últimos meses han sido complicados para Ana Solano, de 65 años, no por tener que cuidar a su esposo, pues asegura hacerlo con agrado y amor, sino porque ella sufrió un accidente casero. Cuenta que luego de que se le bajara la presión, se golpeó contra una superficie.
“Estuve muy mal luego de accidentarme hace tres meses. Se me fracturaron tres huesitos de la cara. Tengo el ojo y la mejilla todos negros. El lado izquierdo del rostro me quedó dormido”, comentó Solano, quien cuenta lo sucedido como una anécdota más que como una queja o lamento.
Optimista como siempre, dice que ya se siente mejor y que “se la ha ido jugando para chinear a su viejito”.
Consultada sobre su día a día, y acerca de si tiene algún acompañamiento de salud mental al ser cuidadora, doña Ana dice que no y cuenta que se siente bien.
Su vida está muy enfocada en cuidar a Lencho; en sus tiempos libres se dedica a realizar actividades de esparcimiento. Las manualidades son lo suyo.
Recién volvió a armar un rompecabezas de 6.000 piezas. “No recibo acompañamiento de salud mental pero lo que hago en mis ratitos libres es hacer manualidades, o me pongo de traviesa con un rompecabezas. Ahorita también hago cuadritos de pintura de diamantes”.
Doña Ana dice que es Margarita, una de las hijas de Lencho Salazar, quien le lleva los materiales para que ella se distraiga con las actividades manuales.
“Ella me trae de todo para que yo esté entretenida. Ella pasa muy pendiente de que yo esté bien”, contó.
Ella destaca que vive tranquila cuidando a su marido. “Esto lo veo natural. Lo chineo, lo baño, antes duraba más de una hora, ahora no tanto; la práctica hace al maestro. Cada día voy agarrando más práctica y cuidado por el bienestar de él.
“Él a veces me dice Anita, pero solo me dice mamá. Él me había dicho mamá cuando estaba recién encamadito y me dijo que me decía así porque solo una mamá hace lo que yo hacía por él, entonces eso se le quedó. Me siento tranquila y muy afortunada porque es un privilegio cuidarlo y darle lo que ocupa cuando más lo necesita. Gracias a Dios, ahí con las ayudas que me da doña Olga, de Teletica y con la pensión, lo chineo mucho. Ahora se toma cuatro tarros de leche por mes. Yo voy ahorrando para darle lo que necesite”, confió la adulta mayor.