Era 1998 cuando unos cartuchos azules y rojos empezaron a abarrotar las tiendas de videojuegos en el país. En ese entonces, nadie en la meseta central conocía a Pikachu, Charmander ni a Squirtle e incluso, cuando se popularizaron, algunos relacionaron esas criaturas con las artes del diablo.
Sin embargo, todo eso cambió de golpe con el estreno del animé Pokémon que se empezó a transmitir por medio del canal Cartoon Network. Todos nos enamoramos del protagonista, Ash Ketchum de Pueblo Paleta, y simpatizamos con su causa: ser siempre el mejor, mejor que nadie más. Además, había que atrapar a los 151 especímenes que salieron de la imaginación del japonés Satoshi Tajiri. Desde Bulbasaur hasta MewTwo.
La mejor manera de vivir esa experiencia era por medio de los videojuegos desarrollados por el estudio GameFreak. La premisa era capturar, intercambiar, pelear y ganar.
Debido a que la GameBoy tenía la capacidad de intercambiar información con otra consola igual, por medio del Link Cable, Shigeru Miyamoto opinó que debían producirse diversos cartuchos para que, en cada uno de ellos, hubiera distintas criaturas y los jugadores pudiesen intercambiarlas entre sí.
" Mi primera experiencia con Pokémon Red fue con un GameBoy Color prestado y básicamente el compa que nos prestaba el GameBoy nos lo daba por un semana; entonces era una semana para conseguir todo lo que usted pudiera y avanzar lo más posible porque cuando lo devolvía alguien mas le borraba la partida ", recordó el jugador Juan Pablo León.
La posibilidad de intercambiarlos le hizo conseguir una popularidad que se plasmó en un éxito de ventas y la consiguiente aparición de una serie animada y películas. Esto llevó a una explosión cultural cuyo impacto se vio reflejado en gorras, peluches, camisetas convenciones y hasta en los atuendos del Porcionzón en las fiestas del fin de año.
“Un par de veces probé el link para competir con otros amigos, fue una experiencia muy bonita porque yo entrenaba a mis Pokémon en mi casa para competir con mis compañeros en la escuela. Era lo que más me remitía a una experiencia como la de la serie...”, enfatizó el entusiasta de los videojuegos Pablo Puente.
Para los que nunca han jugado o visto Pokémon aquí va un breve resumen: la saga inició en 1996 en Japón con los videojuegos para la consola GameBoy. La historia se centra en un entrenador, quien luce una gorra y un salveque, cuyo objetivo es convertirse en un maestro Pokémon.
Para lograrlo deberá emprender una aventura a lo largo de la región de Kanto, en la que deberá visitar ocho gimnasios y derrotar a sus respectivos líderes, pero… ¿cómo los enfrentan? Bueno, en este universo creado por Tajiri los Pokémon se van a los golpes, algo así como si fuera una pelea de gallos pero con poderes de electricidad, planta, agua y tierra.
El protagonista arranca el viaje solo con una elección muy difícil: elegir entre Charmander, Bulbasaur y Squirtle –obvio todos elegimos Charmander porque se convertía en un dragón–. Posteriormente, el entrenador ensamblará su equipo hasta convertirse en el Campeón de la región.
El éxito no solo se vio reflejado en ventas, sino en la crítica especializada. Red y Blue recibieron, en su mayoría, reseñas positivas; los críticos elogiaron las opciones multijugador, en especial el concepto de intercambio. Ambos títulos obtuvieron una puntuación global de 89% por parte de la página web GameRankings.
El lanzamiento de ambos juegos marcó el comienzo de lo que se convertiría en una franquicia que vendió millones de copias alrededor de todo el mundo.
No es para menos, la influencia de Pokémon aún se es palpable. En el 2016, la aplicación Pokémon Go se convirtió en el videojuego más descargado y, además, logró algo que muy pocos videojuegos pueden alardear: sacar a los gamers de la casa.
A la fecha existen más de 800 especímenes que protagonizan ocho versiones que amplían la leyenda de Pokémon y de su vasto universo.