“¡Vieja!". Así, con el mismo talante con el que gritaba la Gaviota sus canciones de amor, Margarita Rosa de Francisco tituló su columna publicada este miércoles en diario El Tiempo, en lo que constituyó una dura autocrítica por las inseguridades que le provoca sentir, cada vez con más contundencia, el paso del tiempo. Margarita es recordada en todo el continente y mucho más allá por el rotundo éxito de su papel en la icónica novela de 1994 Café con aroma de mujer, que rompió récords de audiencia y se convirtió en un referente primario sobre la calidad de las producciones televisivas colombianas, que desde entonces empezaron a erguirse fuera del continente hasta llegar al pináculo en el que se encuentran actualmente incluso en las plataformas de tevé por streaming.
La también cantante, escritora, compositora y presentadora colombiana, quien cumplirá 54 años el próximo 8 de agosto, exreina de belleza y quien fue la primera esposa del cantante Carlos Vives, cuando ambos estaban en sus tempranos 20′s (1988 - 1990), ha construido una imparable y exitosa carrera artística, además de destacarse por su inteligencia, carácter y buen verbo oral y escrito. Por lo mismo, fue fichada como columnista de El Tiempo y sus textos vienen siendo de rompe y rasga, solo que este último se volvió viral en cuestión de horas y está siendo reseñado por varios medios en el continente, pues habla sin ambages sobre un tema que muchas mujeres evitan, sobre todo quienes han sido referentes de belleza física.
“Sí, estoy envejeciendo, ya sé. Me conmueven aquellas personas que me lo gritan con esa frustración infantil, como si yo, que me despierto conmigo misma y me miro al espejo todos los días, no me diera cuenta. En esta sociedad colombiana de machos y reinas, la mujer catalogada como bella durante su juventud debe sentir vergüenza de su vejez. Sí, la palabra “debe” es precisa. La mujer bella debe ser y permanecer joven. Si ella representa ese cliché tan empalagoso que es “la belleza de la mujer colombiana”, también debe prepararse para expiarlo. Perdonar el tiempo en la cara y en el cuerpo de una mujer ni siquiera es un reto para este pueblo desesperanzado, y menos si ese cuerpo y esa cara fueron carne de consumo para sus fantasías de telenovela”, reflexiona la actriz a lo largo del descarnado y conmovedor texto.
“Yo me he descubierto sintiéndome culpable por no ser joven. No quiero tomarme fotos porque me veo vieja y me juzgo por eso (el Photoshop es ese mismo juicio social higienizado en formato digital). A mis 54 años, nunca vi tantos cambios físicos como en estos últimos meses, y me cuesta tanto trabajo aceptarlos como a los que se lamentan porque me ven vieja. Definitivamente, no serviría para escribir un libro de autoayuda para proclamar la juventud y belleza interiores. Casi siento la necesidad de pedir perdón por estar envejeciendo. Mi cuerpo ha sido una construcción destinada a ser validada por otros, y no un objeto de apropiación. Hoy, cuando ya no siento esa obligación, no sé muy bien qué hacer con lo que está quedando de él, pues lo siento ajeno y lejos de mí. A comer sanamente y a hacer gimnasia tendré que encontrarles un sentido propio porque hace rato que mis comidas y ejercicios dejaron de ser prueba de supervivencia en las redes”, prosigue la autora.
“El cuerpo de todos es un proyecto trágico; está destinado a enfermarse y corromperse contra nuestra voluntad. Pero en el cuerpo sangrante de la mujer, esa tragedia es más intensa y comienza más temprano porque, encima, socialmente se castiga en ella uno de los efectos más brutales de la naturaleza (envejecer), esa que tanto sacralizan los “defensores de la vida”. A la mujer se la desnaturaliza al mismo tiempo que se le exige vivir de acuerdo con lo natural. Lo natural va cambiando según lo que conviene políticamente, parece. El cuerpo de la mujer siempre ha sido un campo minado; la ley no sabe por dónde pisar, y yo, que ahora lo estoy andando por caminos desconocidos, tampoco”, culmina en forma lapidaria.
Y sí, tal como hacía la valiente e irreverente Gaviota en un lejano ya lejano 1994, en este 2019 es Margarita quien se sale de las fronteras de su país para generar tremendo jaleo en medios y redes sociales: solo en su cuenta de Facebook, donde colgó su columna la noche de este jueves, 12 horas después llevaba 10 mil ‘likes’, 2.000 comentarios y casi 6.000 compartidos.
Tal como ocurrió con la famosa “Andariega” de los años 90, Margarita Rosa de Francisco, lo hizo otra vez.
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