Jorge Arturo Mora
No solo de política vive el hombre, por supuesto. No solo de eso vive Leonardo Garnier, al menos.
Ya han pasado cuatro años de su último puesto como jerarca público, pero aún antes de ser conocido como el ministro de pelo largo –fue ministro de Planificación en 1994 y de Educación desde el 2006 al 2014–, Garnier ya era un hombre de letras. Desde mucho antes estaba en el mundo literario, de hecho.
El recordatorio de su curiosidad por mundos imaginados, en publicaciones que van más allá del oficio economista que lo ha acompañado durante una vida, volvió a aparecer con la reedición de El sastrecillo ¿valiente?, el segundo libro de ficción que cayó en manos de la editorial La Jirafa y yo para su publicación en Costa Rica.
El exministro rememora el proceso de creación que ha oxigenado sus días y le ha dado otra mirada. Su capacidad para crear mundos ficticios vuelve a aparecer con su nueva publicación.
La gestación de un creador.El segundo libro escrito por Leonardo Garnier provino un poco del enojo. Él mismo lo confiesa pues, no todo cuento para la niñez data de mero regocijo.
“De carajillo siempre me gustó la fábula de El sastrecillo valiente. Tenía un recuerdo bonito del cuento. Volví a leerlo y me di cuenta que es un cuento espantoso. El personaje es horrible, es mentiroso, es hasta violento”, reflexiona el exministro sin temor a retar un clásico literario.
La lectura del relato, que era para Garnier un recuerdo dorado de la infancia, se pulverizó con los ojos de adulto. Su noción de memoria intocable se despedazó con tan solo revisitar el cuento.
Realmente, Garnier volvió a leer El sastrecillo valiente por una misión clara: la autora Mabel Morvillo le encargó la tarea de reimaginar algún cuento clásico para una serie de publicaciones que se realizaba en México.
“¿Pero cómo iba a hacer una versión de este cuento que no fuera espantosa?”, dice el exministro. “Todos los antivalores de ahora eran valores en ese momento. Lo único que se me ocurrió era más bien surcar una forma de explicar lo que me estaba sucediendo”.
Casi como una calca de la realidad, Garnier decidió escribir un relato que describía sus sentimientos a través de dos personajes: un padre y un niño. El padre le cuenta a su hijo, con todo el aroma nostálgico pertinente, el mítico relato del sastrecillo.
“Yo quería retomarlo desde mi punto de vista. Se dice mucho que estamos perdiendo los valores de nuestros abuelos pero yo me siento a leer ese cuento y veo que, en algunos casos, los valores de los abuelos son espantosos”, explica el exministro. “Cuando la gente me dice que se pierden los valores, yo digo que por dicha”.
Aunque parezca increíble, Garnier escribió El sastrecillo ¿valiente? en el 2003. Tan solo tardó una semana en hilvanar el cuento e, irónicamente, fue hasta mayo del 2018 que el texto fue publicado en Costa Rica, editado por La Jirafa y yo.
En el texto de Garnier, el niño le replica a su padre, página por página, las actitudes que toma el sastrecillo. Le pregunta por qué engaña a los demás, por qué “el más vivo” es el que sale ganando sin importar lo que sufran los demás.
“Lo que se suponía que tenía que hacer según Mabel no me salió, pero igual le mandé el trabajo para que viera que sí había trabajado”, confiesa Garnier con risas atravesadas. “Yo sabía que no era lo que querían, pero me dijeron que estaba simpático. Al final, quisieron publicarlo en México, luego llegó a Argentina y tuvo una traducción hasta en portugués para Brasil. Jamás lo hubiera pensado”.
Aunque parezca increíble, Garnier escribió El sastrecillo ¿valiente? en el 2003. Tan solo tardó una semana en hilvanar el cuento e, irónicamente, fue hasta mayo del 2018 que el texto fue publicado en Costa Rica, editado por La Jirafa y yo.
“Haber escrito algo antes por supuesto que ayudó. Esa fue mi segunda experiencia y es curioso cómo se ha alargado hasta hoy. Por dicha me decidí a escribir desde una primera instancia”, reflexiona el exministro.
El comienzo de todo.Las primeras ideas de Mono Congo y León Panzón, la ópera prima en ficción de Garnier, surgieron desde una bañera con agua tibia.
El exministro no era quien se bañaba en ese momento, sino sus hijas. El rito de cada día llevar a sus pequeñas al baño a pesar del rechazo al agua agudizó su astucia. La necesidad precedió a la invención.
“Tuvo que ser por ahí de los noventa cuando se me ocurrieron esos personajes. Cada vez que era hora del baño, creábamos entre nosotros historias. Resulta que me dio por escribirlas. El texto circulaba entre otros carajillos y me di cuenta que les gustaba”, rememora Garnier.
Tras enviar el relato a concursos latinoamericanos, Mono Congo y León Panzón alcanzó a ser editado por el Grupo Editorial Norma a comienzos del siglo. Garnier empezó a tentarse más por la escritura y entró a talleres literarios con el autor Ricardo Martín.
“Lo que pasa es que cuando uno tiene hijas uno casi se convierte en experto de literatura infantil. Veíamos todas las películas de la época, veíamos al Moderno Teatro de Muñecos, las obras de Fernando Thiel… Hasta leía mucha literatura infantil para dormirlas”, rememora.
“Es un gran ejercicio para volver a mirar cómo recordamos las cosas. Recuerdo que en el ministerio (de Educación) usábamos mucho El mercader de Venecia, una obra clásica, pero antisemita con valores terribles.
Fue hasta la paternidad que Garnier se topó de frente con los relatos para niños. Desde sus 4 años ha leído sin cansancio, sin importar si en sus manos tiene cómics de Batman o joyas de la mitología clásica, pero la literatura infantil le dio otro vistazo a sí mismo, como si estuviera leyendo con ojos ajenos.
LEA MÁS: Héctor y Jaime Gamboa: hermanos apasionados por la literatura infantil están en la Feria del Libro
“Es un gran ejercicio para volver a mirar cómo recordamos las cosas. Recuerdo que en el ministerio (de Educación) usábamos mucho El mercader de Venecia, una obra clásica, pero antisemita con valores terribles. Poner a los estudiantes a leerlo es cuestionarse lo que la obra dice. Igual pasó lo mismo con Cocorí, que demuestra que las obras del pasado pueden ser racistas y misóginas. ¿Prohibir esas lecturas? Sería una tontería. Entiendo la crítica, pero la idea es leer para cuestionar lo que la obra dice. De nada sirve censurar el pasado”, sentencia Garnier.
Con la mente puesta en la literatura, el exministro invierte la mayoría de su tiempo como profesor universitario. Sus ganas de volver a escribir persisten, pero deberá esperar un poco para dedicarse a la literatura. De igual manera, no solo de recuerdos vive el hombre. Tampoco de política o de asuntos universitarios.
Al menos no Leonardo Garnier. Su literatura lo dice por cuenta propia.