Todos los días se levanta en la madrugada para alistar su bicicleta. No es una bicicleta común, pues lleva en su parte delantera un compartimento con todos los elementos necesarios para preparar guayabas micheladas; ese famoso platillo entre las calles de San José.
Jorge Rojas Gutiérrez es el hombre detrás de esta comida: una guayaba servida con sal y limón en una bolsa plástica, la cual se puede acompañar con ingredientes como chile panameño, salsa picante, consomé y tajín.
“Las guayabas micheladas son algo diferente, algo muy tico, muy de nosotros (...) Ha sido muy bonito porque ha venido gente todos los países, como Estados Unidos, México y España. Han probado el producto y les ha gustado”, expresó el vendedor en una entrevista con La Nación.
El nombre de “guayabas micheladas” se le ocurrió a Jorge de manera orgánica y natural, para ofrecer el producto y nombrar así en sus redes sociales. Actualmente, comparte videos llamativos y transmisiones en vivo desde su trabajo en sus cuentas de Facebook, Instagram y TikTok, donde acumula más de 116.000 seguidores.
El vendedor detrás de las guayabas micheladas
Rojas comenzó a vender distintos platillos en San José desde el 2017, año en que quedó desempleado. Recuerda que un día, su exsuegro le comentó que podría prestarle un carrito de supermercado y una máquina de jugo, lo que le permitiría emprender un negocio vendiendo jugos de naranja o pipas en su barrio natal, San Sebastián. Así fue como se estableció como un vendedor más, pero empezó a destacar por su creatividad y actitud positiva.
La idea de las guayabas micheladas nació hasta años después, en el 2020. Se encontraba con su familia en su hogar cuando decidieron prepararse una guayaba con sal y limón. Como a todos los integrantes les gustó, se percataron que sería una buena idea venderlos y, desde entonces, el resto es historia.
“Fue un sueño porque yo soñaba con eso, que todo el mundo conociera al producto de guayabas micheladas. Hasta me vacilaban y me decían que estaba loco, porque es era algo muy simple. Y yo decía que sí, pero que me gustaría que mucha gente la conociera”, agregó Rojas.
Conforme creció su clientela, Jorge tuvo la oportunidad de comprar una bicicleta y adaptarla con una mesa en la parte de adelante, para que le sirviera de soporte mientras atendía los pedidos. Sin embargo, después tuvo que enfrentar la pandemia de la covid-19 y, en sus propias palabras, sufrió “muchos altercados” por ser un vendedor ambulante.
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En plena pandemia tuvo que quedarse en su hogar, pero siguió trabajando. Ofrecía servicio express de otros platillos populares, tales como ceviches frutales de jocotes, de mango, de piña y, por supuesto, de guayaba.
Para diciembre de ese mismo año decidió probar su suerte de nuevo en las calles, pero esta vez en el parque Central de San José. Instalado en el corazón de la capital, Jorge continuó produciendo el contenido para redes sociales que rápidamente se volvió viral, al punto que las personas hacían fila para probar una de sus recetas.
De repente, los mensajes de sus seguidores se convirtieron en un aliento. Cuando lo visitaban, le decían que debía seguir adelante y no rendirse. Incluso lo compararon con un ave fénix, pues siempre se recuperaba de los obstáculos para apoyar a sus tres hijos, que tienen edades de 11, 6 y un año.
“Me gusta lo que hago, amo lo que hago. No solo lo hago por trabajar, sino que me apasiona mi trabajo Yo soñé con esto, aunque usted no lo crea. Yo sé lo que es andar con la bicicleta una hora desde San Sebastián en pedal y que a mitad de camino caiga la lluvia y dejarme dos opciones: devolverme para mi casa con todo el producto o irme a San José, quitarme la capa mojada y seguir haciendo guayabas micheladas”, comentó el creador de contenido.
El siguiente paso en el camino de Rojas fue trasladarse con su bicicleta a las afueras del mercado de la Coca-Cola, en el barrio Merced de San José, donde trabaja actualmente. Allí se instala todos los días, sin falta, en un horario de 10 a. m. a 4 o 5 p. m. según se lo permita el clima.
A raíz de lo que ha vivido, una de sus intenciones es que los vendedores ambulantes puedan pagar un permiso y trabajar con tranquilidad en las calles josefinas, siempre respetando las medidas establecidas por los entes de salud y con el curso de manipulación de alimentos aprobado, como es su caso.
Los precios de las guayabas micheladas varían según los condimentos. Según explicó, una de estas frutas tropicales solo con limón y sal cuesta ¢1.500, pero si se le agregan toppings el precio puede escalar hasta los ¢2.500.
“Quisiera dar un agradecimiento a todo Costa Rica, porque la verdad es que ha sido mucha gente la que me ha apoyado. Estoy muy contento por esa aceptación, tanto que me han dicho que ojalá pusieran las guayabas micheladas como un patrimonio del país, al igual que los copos”, finalizó el creador de contenido.
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