A los 5 años, uno no se cuestiona por qué Koji Kabuto anda todos los días la misma ropa o por qué lo dejan andar en moto sin casco. A los 5 años, uno quiere ser Koji Kabuto.
A los 5 años, uno cree que Japón es el país más importante del mundo y el monte Fiji la montaña más alta del planeta.
A los 5 años, uno se ríe en secreto de que Koji le diga “estúpido” a su hermano, y de que maldiga con frecuencia. Koji es incorrecto –vulgar– y los chiquillos de 5 años lo celebran.
A los 5 años, uno no pone atención cuando los adultos subrayan que el programa de televisión que uno más ama es “violento” y “nocivo”.
A los 5 años a uno no le importa que el villano del programa de televisión que uno adora sea mitad hombre y mitad mujer, y que al hablar su voz suene tanto como hombre y como mujer.
A los 5 años, uno no se detiene a masticar que el antagonista de Koji es un científico satánico que lleva Hell por apellido, o que sus secuaces son un nazi decapitado o un mutante demencial, parte tigre dientes de sable, parte humano.
A los 5 años, uno se ríe de que un robot femenino dispare sus pechos como cohetes. Es inevitable.
A los 5 años, uno llora cuando un robot muere porque uno no se anda con rollos metafísicos y asume por cierto que Afrodita se murió salvando a Mazinger.
A los 5 años, uno se angustia cuando un personaje tan entrañable como el doctor Morimori conduce su jeep por un campo minado con tal de salvar a Koji. Y a uno se le vienen las lágrimas cuando el profesor Morimori muere en los brazos de un desconsolado Koji.
A los 5 años, uno se ríe a carcajadas cada vez que al robot Boss le cortan la cabeza.
A los 5 años, uno se cree que Minerva lloró, aún sabiendo que era un robot y que los robots no tienen alma... Y que ella amaba a Mazinger.
A los 5 años, uno no puede evitar grabarse en la memoria aquella frase desgarradora con la que Shiro reacciona ante la muerte del doctor Juzo Kabuto: “¡Koji, han matado al abuelo!”.
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A los 5 años, uno se encarama al portón de la casa de los papás y se deja ir con todo hacia el suelo, convencido de que algo parecido a un scrander amortiguará la caída. A los 5 años, uno no calcula la fuerza de la gravedad.
A los 5 años, uno persigue a los papás para que le compren el álbum de postalitas de Mazinger (¡seguro que el Panini!); la pijama de Mazinger; la tela para hacerle las cortinas y ropa de cama de Mazinger, y la lonchera de Mazinger. Y los papás lo alcahuetean.
A los 5 años, uno vuelve del kínder y cuenta las horas para sentarse religiosamente frente a un tele de perilla, en blanco y negro (con solo 13 canales), y cumplir con su cita diaria con Mazinger Z, la serie. Y al terminar, uno apaga el tele y se queda viendo el puntito luminoso que flotapor un rato en la pantalla, pensando en lo carga (o “tuquis”) que es Mazinger.
A los 5 años, uno no sabe que casi 40 años después estará igual de emocionado de saber que una película sobre Mazinger llegará a los cines, en calidad digital, con animación de punta y contando una historia nueva, que se ubica 10 años después del final de la serie.
A los 5 años a uno no se le ocurre que sea posible que el Doctor Hell, el Barón Ashler y Conde Decapitado puedan volver de su indisputable muerte, como ocurre dentro de la trama de Mazinger Z: Infinity, el inesperado estreno que por estos días se filtra en la cartelera costarricense.
A los 5 años, uno no piensa que Koji, Sayaka, Boss, Mucha, Nuke y Shiro puedan crecer (¿madurar?) y que la vida los obligue a volver a enfrentarse a las bestias mecánicas que, pese a los planes de dominación mundial del Doctor Hell, siempre parecen empecinadas con estropear solo la infraestructura japonesa.
A los 5 años, uno no sabe quién es Go Nagai ni que le estará agradecido toda la vida por haberle dado vida a los Kabuto, los Yumi, y a todo el universo narrativo y mitológico tejido alrededor de un robot gigante.
A los 5 años, uno no puede vaticinar que algún fiebrazo algún día pondrá una réplica de Mazinger Z en el techo de un taller, en San Francisco de Dos Ríos, y que aquella esquina se tornaría en el segundo punto de referencia más reconocible de esa comunidad josefina (ustedes saben cuál es el primero).
A los 5 años, uno no sabe que Mazinger Z será un amigo que se quedará siempre con uno. A los 5 años no se piensa tan a largo plazo.
A los 5 años, uno solo quiere ser Koji Kabuto