Los años no le pesan a Rhapsody, ni a sus fanáticos. El sábado por la noche la banda de metal sinfónico salió al escenario con la fuerza de un obús y se mantuvo fuerte hasta el epílogo de una maratónica velada.
Fue un repaso que le paró el corazón a más de un metalero, sobre todo a los de la vieja guardia, quienes aún atesoran el disco Legendary Tales que se estrenó en 1997 y no, no son pocos. Una legión de camisetas negras abarrotó el bar Peppers, ubicado en Curridabat, para despedir a una de las bandas más emblemáticas del power metal.
No es para menos, pues Rhapsody es reconocida como una banda que introdujo a muchos al vasto muestrario que puede ofrecer el género y esta gira bautizada Farewell Tour es la última que reunirá a los prolíficos músicos Luca Turilli y Fabio Lione sobre un escenario. Así lo sabía la gente, esta era la última vez. Tenía que contar… y contó.
Lastimosamente, la ausencia del tecladista Alex Staropoli fue el único lunar de una velada llena de fantasía, épica y heroísmo. En fin, Rhapsody dio un verdadero chivo de antología con interpretaciones impecables potenciadas por el buen sonido del local, lo cual no siempre es el caso, pero esta vez los muchachos de la productora BlackLine dieron en el clavo.
“¡Somos orgullosamente costarricenses!”, gritó con toda su fuerza Darusso antes de cantar Angels and Demons, la más emblemática del sexteto compuesto Edgardo Monge, Cristian Jiménez, Alejandro Amador, Alla Murillo y Darusso. Después de media hora, los nacionales se despidieron para cederle el escenario a los europeos.
¡Por fin Rhapsody!
La salida de los metaleros se atrasó 15 minutos. La tardanza generó silbidos, palabrotas y alaridos– lo típico de un chivo de metal– . Pero las quejas se convirtieron en gritos de emoción con el arranque de la canción introductoria In Tenebris. Luego, sin más preámbulos, salió el baterista alemán Alex Holzwarth para apoderarse de la percusión, el gigante fue seguido por Turilli en la guitarra, Patrice Guers con el bajo y el francés Dominique Leurquin como guitarra secundaria. Por último, salió Lione para volver a enamorar a los ticos con su prodigiosa voz.
El concierto de despedida arrancó con Dawn of Victory, Wisdom of The Kings, Village of Dwarves, Power of The Dragon Flames, Beyond the Gates of Infinity y Knightrider of Doom. Esta ráfaga de metal acelerado y sinfónico fue un tributo al segundo y tercer disco, Symphony of Enchanted Lands y Dawn of Victory, los más populares de la banda.
La mecánica de estos conciertos es sencilla: Lione canta sobre momentos épicos, espadachines que luchan contra el mal, dragones que ascienden sobre los vientos de la eternidad y una espada hecha de esmeralda. Mientras abajo del escenario el público se abraza, salta, canta a todo galillo y toma cerveza.
Hubo un espacio para las baladas con Wings of Destiny la que marcó la antesala para una de las canciones más largas de la noches cuando When Demons Awake. Después, Lione tomó el micrófono para dedicarle unas palabras al fallecido actor Christopher Lee, conocido por haber interpretado a Saruman en El Señor de los Anillos y, obviamente, el Drácula más memorable en la historia del cine. Lee además participó en la grabación del disco The Darkest Secret, uno de los más memorables del conjunto.
“Quiero dedicar la canción a una persona muy carismática. Él era muy amigo de la banda hablaba nueve idiomas y era un actor excelente. Esta canción Winds of Eternity está dedicada a nuestro amigo Christopher Lee”, exclamó Lione antes de cantar Riding The Winds of Eternity.
El concierto siguió con un solo de batería, también uno de bajo y Lione volvió a dar un derroche de talento al interpretar Con te Partiró, un cover de Andrea Bocelli.
El setlist cerró con Holy Thunderforce, Rain of a Thousand Flames, Lamento Eroico y la más esperada de la noche Emerald Sword. El concierto terminó a las 11 p. m. con Lione y Turilli abrazados sobre el escenario saludando a su público. Así fue el último concierto de Rhapsody en Costa Rica.