La mañana del 18 de agosto, mientras leía el periódico, Flora Sobrado, la conocida Tía Florita, se sorprendió al encontrar una noticia que decía: Secuelas neurológicas y psiquiátricas del virus (covid-19) persisten más de dos años. Quedó impresionada, pues aunque su caso no es exactamente ese, tiene bastante tiempo de sentirse mal luego de contagiarse a sus 95 años.
Hoy Tía Florita -quien tiene 95 años de edad- agradece salir bien librada de la enfermedad, pues hubo momentos en los que sintió que “la muerte estaba cerca”
La información publicada en La Nación fue releída por Tía Florita, subrayada y recortada. Conserva la página, pues desde que enfermó ella y su doctor Ibrahim Barguil han estado estudiando mucho de la enfermedad y sus secuelas.
Luego de la muerte de muchas personas por esta enfermedad, los diferentes dramas experimentados y luego de vivir en carne propia el virus, ella no concibe cómo hay quienes se niegan a la vacuna, no lo dice como crítica, sino más bien con la esperanza de que las personas se continúen cuidando.
Sus palabras se relacionan con que un importante detalle: desde el inicio de la pandemia ella fue una promotora de la vacunación y constantemente pasa recordándolo a través de sus perfiles en Facebook. Sin embargo, a finales de junio dice que fue atacada por algunas cuentas en redes sociales cuando igualmente estaba enferma, pero sin diagnóstico.
“Se pusieron a chotearme, a tratarme mal y a decirme qué cuánto me habían pagado por ponerme a hablar de vacunas. Mi productor borró esos comentarios para que no me afectaran, aunque yo estaba tan molesta que me hubiera gustado contestarles porque a mí las cuatro vacunas me salvaron”, afirmó desde su casa. Hoy, apenas con un poco de fatiga, se muestra agradecida porque los días más duros ya pasaron.
Un duro proceso de más de tres meses
Antes de empezar a narrar su vivencia, doña Flora resalta el apoyo de su doctor, el acompañamiento de su geriatra, las vacunas y por supuesto, “la ayuda del Espíritu Santo”, pues por su edad, el médico le ha dicho que es una verdadera bendición que ella haya resistido al mortal virus.
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Todo empezó en abril, cuando todo apuntaba que lo que padecía era un resfriado. Su geriatra le dio tratamiento con antibióticos y en ese momento las pruebas de covid-19 resultaban negativas, sin embargo, la chef continuaba enferma. Dice que junio y julio fueron los meses más duros. Por mucho tiempo sentía que se desvanecía, no lograba sostenerse de pie.
En julio, finalmente, se confirmó que tenía la enfermedad y durante todo el mes estuvo confinada en su habitación. Todas las noches durmió sentada porque sentía que se ahogaba.
“El doctor está asustado de mi fortaleza. Tengo 95 años pero me he cuidado. No sé cómo me contagié, hace rato no hago televisión, me entretengo eso sí, sobre todo con mis páginas de Facebook. A veces hago grabaciones pero una vez al mes. Prefiero no salir para cuidarme, pero hace dos meses tuve una debilidad terrible. Tengo un cuaderno en el que escribí cómo me sentía cada día. Hasta ahora me voy sintiendo bien. He aprendido cosas, me va bien si respiro por la nariz y no por la boca”, detalló.
Ella continuó: “Hoy me agarraste perfecta (durante la llamada). Hoy estoy feliz porque pude bañarme sin agitarme. Es mi felicidad poder bañarme”, confía.
Y es que, semanas atrás, bañarse era una odisea. Se agitaba, sentía ahogo, de repente perdía la fuerza de sus piernas y se iba desvaneciendo. Aguardaba sentada y esperaba a que se le desacelerara el corazón.
“Vieras que cosa. Aparte de dormir sentada por el ahogo, no sentía las piernas, estaban completamente heladas, así pasé por mucho. Yo creí que yo me moría. La pasé mal, mal, mal. Fatal desde el principio, no sé si por mi edad me (la covid-19) encontró más debilucha, lo primero que sentí era como un resfrío en los ojos, oídos, todo. Por eso insisto en que lo único que tenemos es la vacuna. Estoy viva porque me vacuné cuatro veces. Siento que experimenté un covid muy violento”.
Tía Florita fue atendida en su casa, sin embargo, hubo momentos muy duros en los que estuvieron a punto de llevarla al centro médico porque ella sentía “que moría”. Ella contó con el acompañamiento de sus médicos y también de una enfermera.
“Yo pude hacerlo así, pero gente sin estas facilidades se muere, hay que estar vacunada, es lo único que se puede hacer. Yo pensaba en que mi papá, mi mamá, mis cuatro hermanas, mi hijo ya murieron, que yo estoy aquí tan sola y que de repente Diosito me quería llevar, pero aquí estoy porque soy fuerte”, dijo destacando que ha contado con el apoyo y cuidado de su familia.